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En La Habana con Paula Canal Rolando Prats

 

Con Paula Canal (Vigo, España, 1974), agente literaria y editora, uno se puede encontrar en estos días en La Habana, en terrazas, balcones, patios, peñas, esquinas, como en las vecindades de un porvenir en ascuas cuyas cenizas algunos ni siquiera querrían, en el puro mármol de los adioses, perpetuar en un nunca jamás. En Tercera y 84, por ejemplo, en Miramar, cerca de su casa, cruzando la tarde y el calor, camino de El Comodoro, me dice, a conectarse a internet, desde unos ojos que son menos verdes que hondos, desnudos, por entre una luz que no recuerda, que no puede recordar, sino su propia transparencia intacta, memoria y promesa de esa inasible perseverancia de lo cubano siempre por cuajar. Por ahí anda Paula, tejiendo volutas de un humo sin resquemor ni desdén en la terraza de Wendy Guerra o en la suya, o en la por cinco noches mía y de Haydée, o en la de Ray Fernández en su peña de El Diablo Tun Tun, terraza a ras de un mar aún por descubrir sus playas, no apurando el porvenir que se acaba, y que se ha vuelto mantra apurarse en ver antes de que se acabe, dicen, sino libando, como quien ya vio lo que iba a ser y todavía, y ahí encontró casa y  puerto, velamen, ancla, algún presente que basta, en su misterio y su dignidad, su levedad y su resiliencia, su oquedad y su escozor, para vivir entera.

 

Paula Canal Huarte es licenciada en Filología Hispánica y Filosofía y tiene un Master en Gestión Cultural de la Universidad de Edimburgo (Escocia). En los últimos 17 años desempeñó distintas funciones en la Editorial Anagrama, principalmente como responsable de la venta de derechos de autor. Entre los autores cuyas carreras en el extranjero gestionó se encuentran Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas, Rafael Chirbes, Alejandro Zambra y Guadalupe Nettel. Desde julio de este año trabaja para la agencia literaria Indent y, al mismo tiempo, sigue colaborando con Anagrama. En La Habana colabora asimismo con la Fundación Nicolás Guillén y su editorial Sensemayá. Paula Canal accedió a conversar en público con Rolando Prats para los lectores de Patrias. Actos y Letras.

 

Rolando Prats: ¿Por qué Cuba? ¿Por qué ahora?

 

Paula Canal: Por qué ahora es muy sencillo de responder: porque la primera vez que vine a La Habana fue en el verano de 2015 invitada por mi querida amiga y autora Wendy Guerra. Estuve casi un mes, y fue entonces cuando decidí que era la ciudad en la que quería vivir. Desde el primer instante me sentí muy bien, aunque suene cursi decirlo, sentí que había encontrado “mi lugar en el mundo”. Me pareció, y me parece, el lugar más complejo, contradictorio, interesante y fascinante que haya conocido. 

RP: ¿Cómo es un día cualquiera en la vida de Paula Canal en La Habana?

 

PC: En un día cualquiera en La Habana puede pasar cualquier cosa extraordinaria. Pero al margen de eso, trabajo, leo, colaboro con la Fundación Nicolás Guillén y su recién nacida editorial Sensemayá, doy largos paseos con mi perra, nado en el mar, veo a los amigos, disfruto de la música en directo y de las numerosas exposiciones de arte y trato de resolver las cuestiones cotidianas que suelen tomar su tiempo, como llevar la ropa a lavar a casa de alguien que tenga lavadora, conectarse a internet, conseguir la comida, pues cuando hay huevos no hay leche y cuando hay leche no hay detergente para los platos y así sucesivamente, por no decir que para bien y para mal solo hay frutas y verduras de estación. En Cuba uno no sale a la calle con la lista de la compra, sino dispuesto a comprar lo que ese día se pueda conseguir, pero en ese proceso también te das cuenta de la solidaridad que sostiene a esta sociedad y como todos se sienten partícipes de lo que pasa. A diferencia de Europa, me parece que a nivel ciudadano la gente se interesa en lo que sucede a su alrededor, se implican, tratan de ayudarte, de aconsejarte. Los amigos cubanos que viven fuera y tienen aquí a sus padres ya mayores, me cuentan como siempre hay vecinos y amigos que se ocupan de ayudar a sus padres, de llevarles la comida, de pagar la luz o el teléfono, de acompañarlos al médico. Eso es insólito viniendo de Europa. Finalmente, lo que trato es de llevar una vida normal, adaptada a las circunstancias, y en Cuba se pueden hacer muchas cosas, el tiempo cunde mucho, creo que quizá una de las razones sea que no se pierde tanto tiempo en internet. Y sobre todo, de lo que más disfruto es del arte de la conversación, que los cubanos dominan a las mil maravillas.

 

Fotos © Haydée Oliva

RP: ¿Qué era Cuba para ti antes de mudarte a La Habana y qué es ahora?

 

PC: Pues antes de mudarme a La Habana solo había estado dos veces, y, aunque pudiera parecer una decisión alocada, siempre tuve el convencimiento absoluto, y lo sigo teniendo, de que venir a vivir aquí era una buena idea. Es decir, que en ese sentido mi percepción no ha variado demasiado. Por otro lado, mi conocimiento de Cuba se va profundizando, lo que no quiere decir que las complejidades y contradicciones me parezcan más sencillas de entender según van pasando los meses. 

 

RP: ¿Crees que puedas sentar un precedente replicable?

 

PC: No lo sé, encuentro extranjeros que vienen a vivir a Cuba por trabajo, por negocios o por amor, pero estrictamente por la voluntad de vivir en Cuba hasta el momento solo he conocido a una alemana que llegó hace 17 años y que trabaja en la Fundación Nicolás Guillén. En todo caso la logística tampoco es fácil, pues en necesario encontrar el marco legal para poder hacerlo.

 

RP: ¿No te parece que lo que se dice de Cuba fuera de Cuba deja tarde o temprano de parecer interesante o pertinente?

 

PC: Lo que se dice de Cuba fuera de Cuba me parece que en la mayor parte de los casos está muy, muy lejos de la compleja realidad que es realmente Cuba, por no decir que lo que se dice de Cuba fuera de Cuba a menudo está nutrido de ideas preconcebidas y dogmáticas de una Cuba irreal, para bien o para mal.

 

RP: ¿Qué crees que va a pasar en Cuba? ¿Qué te gustaría que pasara?

 

PC: No tengo una bola de cristal, y es difícil separar en mi cabeza lo que me gustaría que pasara de lo que vaya a pasar, que no creo que sea algo que nadie sepa a ciencia cierta. Lo que me gustaría es que Cuba no eche a perder los grandes logros que ha conseguido en cuanto a la educación, la sanidad y la dignidad de las personas. Yo creo que es algo de lo que los cubanos son conscientes, más aún si miran a los países que tienen alrededor. Espero que encuentren la manera de reinventar el socialismo del siglo XXI para sí mismos y para el mundo.

 

RP: Algunos (¿muchos?) se están repatriando. Sobre todo intelectuales y profesionales. ¿Crees que ese capital tendrá un peso específico en la configuración del futuro de Cuba?

 

PC: Ojalá fueran muchos, porque creo que sería un músculo poderoso, el capital humano que se ha perdido a lo largo del tiempo por razones diversas es algo trágico, como lo sería para cualquier país, y como lo es para España con todos los jóvenes universitarios que se han visto obligados a emigrar en los últimos tiempos por la crisis económica y la mala gestión del PP.

 

RP: A mí La Habana y Cuba me han parecido siempre de una melancolía y una tristeza constitutivas e insondables. ¿Las ha sentido tú?

 

PC: Sí. Creo que nunca había estado antes en ningún lugar que me conmoviera tanto.  Bajo la aparente alegría y gran sentido del humor de los cubanos, un sanísimo sentido del humor a prueba de bombas, hay historias personales de un gran sacrificio, con las decepciones y las tragedias personales que ello conlleva.

(La Habana, primavera a otoño de 2016)

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