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ACTOS Y LETRAS
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Año VI / Vol. 24 / enero a marzo de 2022
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De Monte Cristi a Cabo Haitiano
Mis niñas—:[1]
Por las fechas arreglen esos apuntes, que escribí para ustedes, con los que les mandé antes.—No fueron escritos sino para probarles que día por día, a caballo y en la mar, y en las más grandes angustias que pueda pasar hombre, iba pensando en ustedes.—[2]
14 de Febrero[3]
Las seis y media de la mañana serían cuando salimos de Montecristi[4] el General,[5] Collazo[6] y yo, a caballo para Santiago:[7] Santiago de los Caballeros, la ciudad vieja de 1507.[8] Del viaje, ahora que escribo, mientras mis compañeros sestean, en la casa pura de Nicolás Ramírez,[9] solo resaltan en mi memoria unos cuantos árboles,—unos cuantos caracteres, de hombre o de mujer,—unas cuantas frases. La frase aquí es añeja, pintoresca, concisa, sentenciosa: y como filosofía natural. El lenguaje común tiene de base el estudio del mundo, legado de padres a hijos, en máximas finas, y la impresión pueril primera. Una frase explica la arrogancia innecesaria y cruda del país:—"Si me traen (regalos, regalos de amigos y parientes a la casa de los novios) me deprimen, porque yo soy el obsequiado." Dar, es de hombre; y recibir, no. Se niegan, por fiereza, al placer de agradecer. Pero en el resto de la frase está la sabiduría del campesino:—"Y si no me traen, tengo que matar las gallinitas que le empiezo a criar a mi mujer." El que habla es bello mozo, de pierna larga y suelta, y pies descalzos, con el machete siempre en puño, y al cinto el buen cuchillo, y en el rostro terroso y febril los ojos sanos y angustiados. Es Arturo, que se acaba de casar, y la mujer salió a tener el hijo donde su gente de Santiago. De Arturo es esta pregunta: "¿Por qué si mi mujer tiene un muchacho dicen que mi mujer parió,—y si la mujer de Jiménez[10] tiene el suyo dicen que ha dado a luz?"—Y así, por el camino, se van recogiendo frases. A la moza que pasa, desgoznada la cintura, poco al seno el talle, atado en nudo flojo el pañuelo amarillo, y con la flor de campeche al pelo negro:—"¡Qué buena está esa paulita de freír para mis chicharrones!" A una señorona de campo, de sortija en el guante, y pendientes y sombrilla, en gran caballo moro, que en malhora casó a la hija con un musié[11] de letras inútiles, un orador castelaruno[12] y poeta zorrillesco,[13] una "luz increada["],[14] y una "sed de ideal inextingible[sic],"—el marido, de sombrero de manaca y zapatos de cuero, le dice, teniéndole el estribo: "Lo que te dije, y tú no me quisiste oír: [']Cada peje en su agua.[']"
A los caballos les picamos el paso, para que con la corrida se refresquen, mientras bebemos agua del río Yaque[15] en casa de Eusebio; y el General dice esta frase, que es toda una teoría del esfuerzo humano, y de la salud y necesidad de él:—"El caballo se baña en su propio sudor."—Eusebio vive de puro hombre: lleva amparada de un pañuelo de cuadros azules la cabeza vieja, pero no por lo recio del sol, sino porque de atrás, de un culatazo de fusil, tiene un agujero en que le cabe medio huevo de gallina, y sobre la oreja y a media frente, le cabe el filo de la mano en dos tajos de sable: lo dejaron por muerto. "¿Y Don Jacinto,[16] está ahí?" Y nuestros tres caballos descansan de quijadas en la cerca. Se abre penosamente una puerta, y allí está Don Jacinto; aplanado en un sillón de paja, con un brazo flaco sobre el almohadón atado a un espaldar, y el otro en alto, sujeto por los dos lazos de una cuerda nueva que cuelga del techo; contra el ventanillo reposa una armazón de catre, con dos clavijas por tuercas: el suelo, de fango seco, se abre a grietas: de la mesa a la puerta están en hilera, apoyadas de canto en el suelo, dos canecas de ginebra, un pomo vacío, con tapa de tusa: la mesa, coja y polvosa, está llena de frascos, de un inhalador, de un pulverizador, de polvos de asma. A Don Jacinto, de perfil rapaz, le echa adelante las orejas duras el gorro de terciopelo verde: a las sienes lleva parches: el bigote, corvo y pesado, se le cierra en la mosquilla: los ojos ahogados se le salen del rostro, doloroso y fiero: las medias son de estambre de color de carne, y las pantuflas desteñidas, de estambre roto.—Fue prohombre, y general de fuego: dejó en una huida confiada a un compadre la mujer, y la mujer se dio al compadre: volvió él, supo, y de un tiro de carabina, a la puerta de su propia casa, le cerró los ojos al amigo infiel. "¡Y a ti, adiós!: no te mato, porque eres mujer." Anduvo por Haití, entró por tierra nueva, se le juntó la hija lozana de una comadre del rincón, y entra a besarnos, tímida, una hija linda de ocho años, sin medias, y en chancletas.—De la tienda, que da al cuarto, nos traen una botella, y vasos para el romo.[17]
Don Jacinto está en pleitos: tiene tierras,—y un compadre,—el compadre que lo asiló cuando iba huyendo del carabinazo,—le quiere pasear los animales por la tierra de él. "Y el mundo ha de saber que si me matan, el que me mató fue José Ramón Pérez.—Y que a mí no se me puede decir que él no paga matadores: porque a mí vino una vez a que le buscara por una onza un buen peón que le balease a Fulano: y otra vez tuvo que matar a otro, y me dijo que había pagado otra onza."—"¿Y el que viene aquí, Don Jacinto, todavía se come un alacrán?" Esto es: se halla con un bravo: se topa con un tiro de respuesta.—Y a Don Jacinto se le hinchan los ojos, y le sube el rosado enfermizo de las mejillas: "Sí", dice suave, y sonriendo. Y hunde en el pecho la cabeza. Por la sabana de aromas y tunas—, cómoda y seca, llegamos, ya a la puesta, al alto de Villalobos,[18] a casa de Nené, la madraza del poblado, la madre de veinte o más crianzas, que vienen todas a la novedad, y le besan la mano. "Utedes me dipensen",[19] dice al sentarse junto a la mesa a que comemos, con rom[20] y café, el arroz blanco y los huevos fritos:—pero toito ei día e stao en ei conuco jalando ei machete." El túnico es negro, y lleva pañuelo a la cabeza. El poblado todo de Peña la respeta. Con el primer sol salimos del alto, y por entre cercados de plátano o maíz, y de tabaco o yerba, llegamos, echando por un trillo, a Laguna Salada, la hacienda del General:[21] a un codo del patio, un platanal espeso: a otro, el boniatal: detrás de la casa, con cuatro cuartos de frente, y de palma y penca, está el jardín, de naranjos y adornapatios, y, rodeada de lirios, la cruz, desnuda y grande, de una sepultura.[22] Mercedes,[23] mulata dominicana, de vejez limpia y fina, nos hace, con la leña que quiebra en la rodilla su haitiano Albonó,[24] el almuerzo de arroz blanco, pollo con llerén, y boniato y aullama:[25] al pan, prefiero el casabe, y el café pilado tiene, por dulce, miel de abeja. En el peso del día conversamos, de la guerra y de los hombres, y a la tarde nos vamos a la casa de Jesús Domínguez,[26] padre de muchas hijas, una de ojos verdes, con cejas de arco fino, y cabeza de mando, abandonado el traje de percal carmesí, los zapatos empolvados y vueltos, y el paraguas de seda, y al pelo una flor:—y otra hija, rechoncha y picante, viene fumando, con un pie en media y otro en chancleta, y los diez y seis años del busto saliéndosele del talle rojo: y a la frente, en el cabello rizo, una rosa.
"Don Jesús" viene del conuco, de quemarle los gusanos al tabaco, "que da mucha briega", y recostado a la puerta de su buena casa, habla de sus cultivos, y de los hijos que vienen con él de trabajar, porque él quiere "que los hijos sean como él", que ha sido rico y luego no lo ha sido, y cuando se le acaba la fortuna sigue con la cabeza alta, sin que le conozca nadie la ruina, y a la tierra le vuelve a pedir el oro perdido, y la tierra se lo da: porque el minero tiene que moler la piedra para sacar el oro de ella,—pero a él la tierra le da "el oro jecho, y el peso jecho." Y para todo hay remedio en el mundo, hasta para la mula que se resiste a andar, porque la resistencia no es sino con quien sale a viaje sin el remedio, que es un limón o dos, que se le exprime y frota bien en las uñas a la mula,—"y sigue andando." En la mesa hay pollo y frijoles, y arroz y viandas, y queso del Norte,[27] y chocolate.—[28] Al otro día por la mañana, antes de montar para Santiago, Don Jesús nos enseña un pico roído, que dice que es del tiempo de Colón,[29] y que lo sacaron de la Esperanza, "de las excavaciones de los indios," cuando la mina de Bulla: ya le decían "Bulla" en tiempo de Colón, porque a la madrugada se oía de lejos el rumor de los muchos indios, al levantarse para el trabajo. Y luego Don Jesús trae una buena espada de taza, espada vieja castellana, con la que el General, puesto de filo, se guarda el cuerpo entero de peligro de bala, salvo el codo, que es lo único que deja afuera la guardia que enseñó al General su maestro de esgrima.—La hija más moza me ofrece tener sembradas para mi vuelta seis matas de flores.—Ni ella siembra flores, ni sus hermanos, magníficos chicuelos, de ojos melosos y pecho membrudo, saben leer. Es la Esperanza, el paso famoso de Colón, un caserío de palma y yaguas en la explanada salubre, cercado de montes. "La Providencia" era el nombre de la primer tienda, allá en Guayubín,[30] la del marido puertorriqueño, con sus libros amarillos de medicina vejancona, y su india fresca, de perfil de marfil, inquieta sonrisa, y ojos llameantes: la que se nos acercó al estribo, y nos dio un tabaco. "La Fe" se llama la otra tienda, la de Don Jacinto. Otra, cerca de ella, decía en letras de tinta, en una yagua: "La Fantasía de París." Y en Esperanza nos desmontamos frente a "La Delicia".—De ella sale, melenudo y zancón, a abrirnos su talanquera, "a abrirnos la pueita" del patio para las monturas, el general Candelario Lozano. No lleva medias, y los zapatos son de vaqueta. Él cuelga la hamaca; habla del padre, que está en el pueblo ahora, "a llevase los cuaitos de las confirmaciones"; nos enseña su despacho, pegado en cartón, de general de brigada, del tiempo de Báez;[31] oye, con las piernas colgantes en su taburete reclinado, a su Ana Vitalina,[32] la niña letrada, que lee de corrido, y con desembarazo, la carta en que el ministro[33] exhorta al general Candelario Lozano a que continúe "velando por la paz", y le ofrece llevarle "más tarde" la silla que le pide. Él vende cerveza, y tiene de ella tres medias, "poique no se vende má que cuando viene ei padre". Él nos va a comprar romo.—Allá, un poco lejos, a la caída del pueblo, están las ruinas del fuerte de la Esperanza,[34] de cuando Colón,—y las de la primera ermita. De la Esperanza, a marcha y galope, con pocos descansos, llegamos a Santiago en cinco horas. El camino es ya sombra. Los árboles son altos.—A la izquierda, por el palmar frondoso, se le sigue el cauce al Yaque. Hacen arcos, de un borde a otro, las seibas[35] potentes. Una, de la raíz al ramaje, está punteada de balas. A vislumbres se ve la vega, como chispazo o tentación de serena hermosura, y a lo lejos el azul de los montes. De lo alto de un repecho, ya al llegar la ciudad, se vuelven los ojos, y se ve el valle espeso, y el camino que a lo hondo se escurre, a dar ancho a la vega, y el montío leve al fondo, y el copioso verdor: que en luengo hilo marca el curso del Yaque.[36]
15 de Febrero.
Es Santiago de los Caballeros, y la casa de yagua y palma de Nicolás Ramírez,[37] que de guajiro insurrecto se ha hecho médico y buen boticario: y enfrente hay una casa como pompeyana,[38] mas sin el color, de un piso corrido, bien levantado sobre el suelo, con las cinco puertas, de ancho marco tallado, al espacioso colgadizo, y la entrada a un recodo, por la verja rica, que de un lado lleva por la escalinata a todo el frente, y del fondo, por una puerta de agraciado medio punto, lleva al jardín, de rosas y cayucos: el cayuco es el cactus:—las columnas, blancas y finas, del portal, sustentan el friso, combo y airoso. Los soldados, de dril azul y quepis, pasan relucientes, para la misa del templo nuevo,[39] con la bandera de seda del Batallón del Yaque. Son negros los soldados, y los oficiales: mestizos o negros.—El arquitecto del templo es santiaguero, es Onofre de Lora—:[40] la puerta principal es de la mano cubana de Manuel Boitel.[41]
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Manuel Boitel vive a la otra margen del río. Paquito Borrero,[42] con su cabeza santa y fina, como la del San Francisco de Elcano,[43] busca el vado del río en su caballo blanco, con Collazo atrás, en el melado de Gómez. Gómez y yo aguardamos la balsa, que ya viene, y se llama—La Progresista—. Remontamos la cuesta, y entramos por el batey limpio de Manuel Boitel. De allí se ve a la otra ribera, que en lo que sube del río es de veredas y chozas, y al tope el verde oscuro, por donde asoman las dos torres y el cimborrio del templo blanco y rosado,[44] y a lo lejos, por entre techos y lomas, el muro aspillado y la torre de bonete del "reducto patriótico," de la fortaleza de San Luis. En la casita, enseña todo la mano laboriosa: esta es una carreta de juguete, que a poco subirá del río cargada de vigas, aquel es un faetón, amarillo y negro, hecho todo, a tuerca y torno, por el hábil Boitel, allí el perro sedoso, sujeto a la cadena, guarda echado la puerta de la casa pulcra. En la mesa de la sala, entre los libros viejos, hay una biblia protestante, y un tratado de Apicultura. De las sillas y sillones, trabajados por Boitel, vemos, afuera, el sereno paisaje, mientras Collazo lo dibuja. La madre nos trae merengue criollo. El padre está en el aserradero. El hijo mayor pasa, arreando el buey, que hala de las vigas. El jardín es de albahaca y guacamaya, y de algodón y varita de San José. Cogemos flores, para Rafaela,[45] la mujer de Ramírez; con sus manos callosas del trabajo, y en el rostro luminoso el alma augusta:—No menos que augusta:—Es leal, modesta y tierna. El sol enciende el cielo, por sobre el monte oscuro. Corre ancho y claro el Yaque.
Me llevan, aún en traje de camino, al "Centro de Recreo",[46] a la sociedad de los jóvenes. Rogué que desistiesen de la fiesta pública y ceremoniosa con que me querían recibir; y la casa está como de gala, pero íntima y sencilla. La buena juventud aguarda, repartida por las mesas. El gentío se agolpa a las puertas. El estante está lleno de libros nuevos. Me recibe la charanga, con un vals del país, fácil y como velado, a piano y flauta, con güiro y pandereta. Los "mamarrachos"[47] entran, y su música con ellos: las máscaras, que salen aquí de noche, cuando ya anda cerca el carnaval:—sale la tarasca,[48] tragándose muchachos, con los gigantones. El gigante iba de guantes, y Máximo,[49] el niño de Ramírez, de dos años y medio, dice que—["]el gigante trae la corbata en las manos".—En el centro fue mucha y amable la conversación: de los libros nuevos, del país,—del cuarto libre de leer, que quisiera yo que abriese la sociedad, para los muchachos pobres,—de los maestros ambulantes, los maestros de la gente del campo, que en un artículo ideé, hace muchos años,[50] y puso por ley, con aplauso y arraigo, el gobierno dominicano, cuando José Joaquín Pérez, en la presidencia de Billini.[51] Hablamos de la poquedad, y renovación regional, del pensamiento español: de la belleza y fuerza de las obras locales: del libro en que se pudieran pintar las costumbres y juntar las leyendas, de Santiago, trabajadora y épica.[52] Hablamos de las casas nuevas de la ciudad, y de su construcción apropiada, de aire y luz.
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Oigo este cantar:
"El soldado que no bebe
Y no sabe enamorar,
¿Qué se puede esperar de él
Si lo mandan avanzar?"
14 de Febrero[53]
—Nos rompió el día, de Santiago de los Caballeros a la Vega,[54] y era un bien de alma, suave y profundo, aquella claridad. A la vaga luz, de un lado y otro del ancho camino, era toda la naturaleza americana: más gallardos pisaban los caballos en aquella campiña floreciente, corsada[sic] de montes a lo lejos, donde el mango frondoso tiene al pie la espesa caña: el mango estaba en flor, y el naranjo maduro, y una palma caída, con la mucha raíz de hilo que la prende aún a la tierra, y el coco, corvo del peso, de penacho áspero, y el seibo, que en el alto cielo abre los fuertes brazos, y la palma real. El tabaco se sale por una cerca, y a un arroyo se asoman caimitos y guanábanos. De autoridad y fe se va llenando el pecho. La conversación es templada y cariñosa.—En un ventorro nos apeamos, a tomar el cafecito, y un amargo: Rodeado de oyentes está, en un tronco, un haitiano viejo y harapiento, de ojos grises fogosos, un lío mísero a los pies, y las sandalias desflecadas. Le converso, a chorro, en un francés que lo aturde, y él me mira, entre fosco y burlón. Calló, el peregrino, que con su canturria dislocada tenia absorto al gentío. Se le ríe la gente: ¿con que otro habla, y más aprisa que el Santo, la lengua del Santo[?]—"¡Mírenlo, y él que estaba aquí como Dios en un platanar!"— "Como la yuca éramos nosotros, y él era como el guayo." Carga el lío el viejo, y echa a andar, comiéndose las labios: a andar, al Santo Cerro.—De las paredes de la casa está muy oronda la ventorrillera, por los muñecos deformes que el hijo les ha puesto, con pintura colorada. Yo, en un rincón, le dibujo,[55] al respaldo de una carta inútil, dos cabezas, que mira él codicioso. Está preso el marido de la casa: es un político.
15 de Febrero.[56]
Soñé que, de dos lanzas que había, sobre la lanza oxidada no daba luz el sol, y era un florón de luz, y estrella de llamas, la lanza bruñida. Del alma perezosa, no se saca fuego.—Y admiré, en el batey, con amor de hijo, la calma elocuente de la noche encendida, y un grupo de palmeras, como acostada una en la otra, y las estrellas, que brillaban sobre sus penachos. Era como un aseo perfecto y súbito, y la revelación de la naturaleza universal del hombre.—Luego, ya al mediodía, estaba yo sentado, junto a Manuelico,[57] a una sombra del batey. Pilaban arroz,[58] a la puerta de la casa, la mujer y una ayuda: y un gallo pica los granos que saltan.—"Ese gallo, cuidao, que no lo dejen comer arroz, que lo afloja mucho." Es gallero Manuelico y tiene muchos, amarrados a estacas, a la sombra o al sol. Los "solean" para que "sepan de calor["], para que "no se ahoguen en la pelea", para que "se maduren": "ya sabiendo de calor, aunque corra no le hace". "Yo no afamo ningún gallo, por bueno que sea: el día que está de buenas, cualquier gallo es bueno. El que no es bueno, ni con carne de vaca. Mucha fuerza que da al gallo, la carne de vaca. El agua que se les da es leche; y el maíz, bien majado. El mejor cuido del gallo, es ponerlo a juchar, y que esté donde escarbe; y así no hay gallo que se tulla." Va Manuelico a mudar de estaca a un giro, y el gallo se le encara, erizado el cuello, y le pide pelea.—De la casa traen café, con anís y nuez moscada.
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19 de Febrero.[59]
De Ceferina Chaves[60] habla todo el mundo en la comarca: suya es la casa graciosa, de batey ancho y jardín, y caserón a la trasera, donde en fina sillería recibe a los viajeros de alcurnia, y les da a beber, por mano de su hija, el vino dulce: ella compra a buen precio lo que la comarca da, y vende con ventaja, y tiene a las hijas en colegios finos, a que vengan luego a vivir, como ella, en la salud del campo, en la casa que señorea, con sus lujos y hospitalidad, la pálida región: de Ceferina, por todo el contorno, es la fama y el poder. Nos paramos a una cerca, y viene de lo lejos de su conuco, por entre sus hombres que le cogen el tabaco. A la cerca se acoda, con unas hojas en la mano seca y elegante, y habla con idea y soltura, y como si el campo libre fuera salón, y ella la dueña natural de él. El marido,[61] se enseña poco, o anda en quehaceres suyos: Ceferina, que monta con guantes y prendas cuando va de pueblo, es quien de ama propia, y a brío de voluntad, ha puesto a criar la tierra ociosa, a tenderse al buniatal, a cuajarse el tabaco, a engordar el cerdo: Casará la hija[62] con letrado: pero no abandonará el trabajo productivo, ni el orgullo de él. El sillón, junta al pilón. En la sala porcelanas, y al conuco par las mañanas. ''Al pobre, algo se ha de dejar, y el divi-divi de mis tierras, que las pobres se lo lleven".[63] Su conversación, de natural autoridad, fluye y chispea. La hija suave, con el dedal calzado, viene a darnos vino fresco: sonríe ingenua, y habla altiva, de injusticias o esperanzas: me da a hurtadillas el retrato de su madre que le pido: la madre está diciendo, en una mecida del sillón: "Es preciso ver si sembramos hombres buenos."
18 de Febrero[64]
Y vamos conversando, de la miel de limón, que es el zumo, muy hervido, que cura las úlceras tenaces; del modo moro, que en Cuba no se conoció, de estancarse la herida con puñados de tierra; de la guacaica, que es pájaro gustoso, que vive de gusanos, y da un caldo que mueve al apetito; de la miel de abeja, "mejor que el azúcar, que fue hecha para el café." "El que quiera alimento para un día, exprima un panal que ya tenga pichones, de modo que salga toda la leche del panal, con los pichones revueltos en la miel. Es vida para un día, y cura de excesos."—"A Carlos Manuel[65] le vi yo hacer una vez, a Carlos Manuel Céspedes, una cosa que fue de mucho hombre: coger un panal vivo es cosa fácil, porque las avispas son de olfato fino, y con pasarse la mano por la cuenca del brazo sudorosa, ya la avispa se aquieta, del despego al olor acre, y deja que la muden, sin salir a picar. Me las quise[66] dar de brujo, en el cuarto de Carlos Manuel, ofreciéndome a manejar el panal; y él me salió al paso: "Vea, amigo: si esto se hace así." Pero parece que la medicina no pareció bastante poderosa a las avispas, y vi que dos se le clavaron en la mano, y él, con las dos prendidas, sacó el panal hasta la puerta, sin hablar de dolor, y sin que nadie más que yo le conociera las punzadas de la mano."[67]
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18 de Febrero.
A casa de Don Jesús[68] vamos a la cena, la casa donde vi la espada de taza del tiempo de Colón, y la azada vieja, que hallaron en las minas, la casa de las mocetonas que regañé porque no sembraban flores, cuando tenían tierra de luz y manos de mujer, y largas horas de ocio. De burdas las acusó aquel día un viajero, y de que no tenían alma de flor.—Y ahora ¿qué vemos? Sabían de nuestra vuelta, y Joaquina,[69] que rebosa de sus dieciocho años, sale al umbral, con su túbano encendido entre dos dedos, y la cabeza cubierta de flores: por la frente le cae un clavel, y una rosa le asoma por la oreja: sobre el cerquillo tiene un moño de jazmines: de geranios tiene un mazo a la nuca, y de la flor morada del guayacán. La hermana está a su lado, con un penacho de rosas amarillas, en la cabellera cogida como tiesto, y bajo la fina ceja los dos ojos verdes. Nos apeamos, y se ve la mesa, en un codo de la sala, ahogada de flores: en vasos y tazas, en botellas y fuentes; y a lo alto, como orlando un santo, en dos pomos de aceitunas, dos lenguas de vaca, de un verde espeso y largo, con cortes acá y allá, y en cada uno un geranio.[70]
2 de Marzo[71]
Salimos de Dajabón,[72] del triste Dajabón, último pueblo dominicano, que guarda por el Norte la frontera. Allí tengo a Montesinos,[73] el canario volcánico, guanche aún por la armazón y rebeldía, que desde que lo pusieron en presidio, cuando estaba yo, ni favor ni calor acepta de mano española.[74] Allí vive "Toño" Calderón,[75] de gran fama de guapo, que cuando pasé la primer vez,[76] en su tiempo de Comandante de armas, me hizo apear, a las pocas palabras, del arrenquín en que ya me iba a Montecristi, y me dio su caballo melado, el caballo que a nadie había dado a montar, "el caballo que ese hombre quiere más que a su mujer": "Toño" de ojos grises, amenazantes y misteriosos, de sonrisa insegura y ansiosa, de paso velado y cabellos lacios y revueltos. Allí trabaja, como a nado y sin rumbo, el cubano Salcedo,[77] médico sin diploma,—"mediquín, como decimos en Cuba",—azorado en su soledad moral; azotado, en su tenacidad inútil; vencido, con su alma suave, en estos rincones, de charlatán y puño: la vida, como los niños, maltrata a quien la teme,—y respeta y obedece a quien se le encara: Salcedo, sin queja ni lisonja,—porque me oye decir que vengo con los pantalones deshechos,—me trae los mejores suyos, de dril fino azul, con un remiendo honroso: me deslíe con su mano, largamente, una dosis de antipirina: y al abrazarme, se pega a mi corazón. Allí, entre Pancho[78] y Adolfo,—[79] Adolfo, el hijo leal de Montesinos, que acompaña a su padre en el trabajo humilde, me envuelven capa y calzones en un maletín improvisado, me ponen para el camino el ron que se beberá la compañía, y pan puro, y un buen vino, áspero y sano, del Piamonte: y dos cocos. A caballo, en la silla de Montesinos, sobre el potro que él alquiló a un "compadre" del general Corona:[80] "Ya el general está aquí, que es ya amigo", "por la mira que nos hemos echado": panamá ancho, flus[81] de dril, quitasol con puño de hueso: buen trigueño, de bigote y patillas guajiras. A caballo, al primer pueblo haitiano, que se ve de Dajabón, a Ouanaminthe.
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Se pasa el río Massacre, y la tierra florece. Allá las casas caídas, y un patio u otro, y el suelo seco, o un golpe de árboles, que rodea al fuerte de Bel Air, de donde partió, cuando la independencia,[82] el disparo que fue a tapar la boca del cañón de Haití: y acá, en la orilla negra, todo es mango en seguida, y guanábana y anón, y palma, y plátano, y gente que va y viene: en un sombrío, con su montón de bestias, hablan, al pie mismo del vado, haitianos y dominicanos: llegan bajando, en buenas monturas, los de Ouanaminthe, y otro de más lejos, y un chalán del Cabo:[83] sube, envuelta en un lienzo que le ciñe el tronco redondo, una moza quinceña: el lienzo le coge el seno, por debajo de los brazos y no baja del muslo: de la cabeza, menuda y crespuda, le salen; por la nuca, dos moños,[ ][84] va cantando. "Bonjour, conmère", "Bonjour, compère":[85] es una vieja descalza, de túnico negro, muy cogido a la cintura, que va detrás del burro, con su sombrero quitasol,[ ]:[86] es una mocetona, de andar cazador, con la bata morada de cola, los pechos breves y altos, la manta negra por los hombros, y a la cabeza el pañolón blanco de puntas—. Ya las casas no son de palma y yagua, leprosas y polvosas; sino que es limpio el batey, lleno de árboles frutales, y con cerca buena, y las casas son de embarrado sin color, de su pardo natural, grato a los ojos, con el techo de paja, ya negruzca de seca, y las puertas y ventanas de tabla cepillada, con fallebas sólidas,—o pintadas de amarillo, con borde ancho de blanco a las ventanas y puertas. Los soldados pasan, en el ejercicio de la tarde, bajos y largirutos, enteros y rotos, azules o desteñidos, con sandalias o con botines, el quepis a la nariz, y la bayoneta calada: marchan y ríen: un cenagal los desbanda, y rehacen la hilera alborotosos. Los altos uniformes ven desde el balcón.—El cónsul dominicano[87] pone el visto-bueno al pasaporte, "para continuar, debiendo presentarse a la autoridad local",—y me da una copa de vino de Garnacha.—Corona llega caracoleando: quitaipón de fieltro, y de la cachucha consular: salimos con el oro de la tarde.[88]
2 de Marzo[89]
Ouana Minthe,[90] el animado pueblo fronterizo, está alegre, porque es sábado, y de tarde. Otra vez lo vi, cuando mi primera entrada en Santo Domingo:[91] me traía deprisa, en lo negro de la tormenta, el mozo haitiano que me fue hablando de su casita nueva, y el matrimonio que iba a hacer con su enamorada, y de que iba a poner cortinas blancas en las dos ventanas de la sala: y yo le ofrecí las cintas. Sin ver, de la mucha agua, y de la oscuridad del anochecer, entramos aquella vez en Ouanaminthe con los caballos escurridos, yo a la lluvia, y mi mozo bajo el quitasol de Dellundé.[92] A la guardia fuimos, buscando al Comandante de Armas, para que refrendase los pasaportes. Y eso fue cuanto entonces vi de Ouanaminthe: el cuarto de guardia, ahumado y fangoso, con teas por luz, metidas en las grietas de la pared, un fusil viejo cruzado a la puerta, hombres mugrientos y descalzos que entraban y salían, dando fumadas en el tabaco único del centinela, y la silla rota que por especial favor me dieron, cercada de oyentes. Hablaban el criollo[93] del campo, que no es el de la ciudad, más fácil y francés, sino crudo, y con los nombres indios o africanos. Les dije de guerra, y de nuestra guerra, e iba cayendo la desconfianza, y encendiéndose el cariño. Y al fin exclamó uno esta frase tristísima: "¡Ah! gardez-çá: blanc, soldat aussi".—[94] El cuarto de guardia vi, y al comandante luego, en una casa de amigas, con pobre lámpara en la mesa de pino, ellas sentadas, de pañuelo a la cabeza, en sillones mancos, y él, flaco y cortés. Así pasé entonces. Esta vez, la plaza está de ejercicios, y los edecanes corretean por frente a las filas, en sus caballos blancos o amarillos, con la levita de charretera, y el tricornio, que en el jefe lleva pluma. Pasan, caracoleando, los caballos que vienen a la venta. En casas grandes se ve sillería de Viena. La iglesia es casi pomposa, en tal villorrio, con su recia mampostería, y sus torres cuadradas. Hay sus casas de alto, con su balcón de colgadizo, menudo y alegre. Es el primer caserío haitiano, y ya hay vida y fe. Se sale del poblado saludando al cónsul dominicano en Fort Liberté,[95] un brioso mulato, de traje azul y sombrero de Panamá, que guía bien el caballo blanco, sentado en su montura de charol. Y pasan recuas, y contrabandistas. Cuando los aranceles son injustos, o rencorosa la ley fronteriza, el contrabando es el derecho de insurrección. En el contrabandista se ve al valiente, que se arriesga; al astuto, que engaña al poderoso; al rebelde, en quien los demás se ven y admiran. El contrabando viene a ser amado y defendido, como la verdadera justicia. Pasa un haitiano, que va a Dajabón a vender su café: un dominicano se le cruza, que viene a Haití a vender su tabaco de mascar, su afamado andullo:—"Saludo".—"Saludo."
2 de Marzo[96]
Corona, "el general Corona", va hablándome al lado. "Es cosa muy grande, según Corona, la amistad de los hombres". Y con su "dimpués" y su "inorancia" va pintando en párrafos frondosos y floridos el consuelo y fuerza que para el corazón "sofocado de tanta malinidad y alevosía como hai en este mundo" es el saber que "en un conuco de por áhi está un eimano poi quien uno puede dai la vida" "Puede Uté decir que, a la edad que tengo, yo he peleado más de ochenta peleas." Él quiere "decencia en el hombre", y que el que piense de un modo no se dé por dinero, ni se rinda por miedo, "a quien le quiere prohibir ei pensar." "Yo ni comandante de aimas quiero ser, ni inteiventor, ni ná de lo que quieren que yo sea, poique eso me lo ofrece ei gobierno[97] poique me ve probe, pa precuraime mi deshonor, o pá que me entre temó de su venganza, de que no le aceité ei empleo." "Pero yo voy viviendo con mi honradé y con mi caña." Y me cuenta los partidos del país; y cómo salió a cobrar con dos amigos la muerte de su padre a partido que se lo mató; y c[ó]mo con unos pocos, porque falló el resto, defendió la fortaleza de Santiago, "el reducto de San Luis", cuando se alzó con él, contra Lílí[98], Tilo Patiño[99] que aorita etá de empleado dei gobierno". "Poi ete hombre o poi ei otro no me levanto yo, sino de la ira muy grande y de la desazón que me da ei vei que los hombres de baiba tamaña obedecen o sirven a la tiranía". "Cuando yo veo injuticia, las dos manos me bailan, y me le voi andando ai rifle, y ya no quiero ma cuchillo ni tenedor". "Poique yo de aita política no sé mucho, pero a mí acá en mi sentimiento me parece sabé que política a como un debé de dinidá." "Poique yo, o todo o nada." "Trece hijos tengo, amigo, pero no de la misma mujer: poique eso sí tengo yo, que cuando miro asina, y veo que voi a tener que etai en un lugai ma de un me o do, enseguía me buco mi mejó comodidá": y luego, a la despedida, "ella ve que no tiene remedio, y la dejo con su casita y con aigunos cuaitos: poique a mi mujei legítima poi nada de ete mundo le deberé faitai." A ella vuelve siempre, ella le guardó la hacienda cuando su destierro, le pagó las deudas, le ayuda en todos sus trabajos, y "que ella tiene mi mesma dinidá, y si yo tengo que echáme a la mala vida a pasai trabajo, yo sé que mis hijito quedan detrá mui bien guardaos, y que esa mujé no me tiene a mal que yo me condúca como un hombre".—De pronto, ya caída la noche, pasa huida, arrastrando el aparejo, que queda roto entre dos troncos, una mula de la recua de Corona. Él se va con sus dos hombres a buscar la mula por el monte, en lo que pasará la noche entera. Yo me buscaré un guía haitiano en aquella casita del alto donde se ve luz. Yo tengo que llegar esta noche a Fort Liberté. Corona vuelve, penoso por mí.— "Vd. no va a jallá ei hombre que buca." Les habla él, y no van. Lo hallé.
2 de Marzo[100]
Mi pobre negro haitiano va delante de mí. Es un cincuentón zancudo, de bigote y pera, y el sombrero deshecho, y el retazo de camisa colgándole del codo, y por la espalda un fusil de chispa, y la larga bayoneta. Se echa a trancos por el camino, y yo, a criollo y francés, le pago sus dos gourdes, que son el peso de Haití, y le ofrezco que no le haré pasar de la entrada del pueblo, que es lo que teme él, porque la ordenanza de la patrulla es poner preso al que entre al poblado después del oscurecer: "Mosié blanc pringarde: li metté mosié prison."[101] De cada rama me va avisando. A cada charco o tropiezo vuelve la cara atrás. Me sujeta una rama, para que no dé contra ella. La noche está velada, con luz de luna a trechos, y mi potro es saltón y espantadizo. En un claro, al salir, le enseño al hombre mi revólver Colt, que reluce a la luna: y él, muy de pronto, y como chupándose la voz, dice: "¡Bon, papá!"[102]
2 de Febrero.[103]
Ya después de las diez entro en Fort Liberté, solo.[104] De lejos venía oyendo la retreta, los ladridos, el rumor confuso. De la casa cerrada de una feliciana, que me habla por la pared y no tiene alojamiento, voy buscando la casa de Nephtalí,[105] que lo puede tener. Ante el listón de luz que sale de la puerta [a] medio cerrar recula y se me sienta mi caballo.—"¿Es acá Nephtalí?"—Oigo ruido, y una moza se acerca a la puerta. Hablamos, y entra... "Bien sellé, bien bridé: pas commin[sic]..."[106] Eso dicen, adentro, de mí. Sí puedo entrar;[107] y la moza, con su medio español, va a abrirme la puerta del patio. En la oscuridad desensillo mi caballo, y lo amarro a una higuereta. La gallera está llena de hamacas, donde duerme gente que vino de sábado a gallear. Y adentro "de caridad" ¿habrá donde duerma, y qué coma, un pasajero respetuoso? Me viene a hablar, en camiseta y calzones negros, un mocete blancucho, de barbija, bigotín y bubones, que habla un francés castizo y pretencioso. En la mesa empolvada revuelvo libros viejos: textos descuadernados, catálogos, una biblia, periódicos masones.[108] Del cuarto de al lado salen risas,—y la moza luego, la hija de la casa, a arreglar hacia el medio las sillas de Viena,—y luego sale el colchón: que echo yo por tierra, y las sillas a un lado. ¿De allá adentro, quién me ha dado su colchón? Por la puerta asoma una cabeza negra, un muchachón que ríe en camisola de dormir.[109] De cena, dulce de maní, y casabe: y el vino piamontés que me puso Montesinos en la cañonera, y parto con la hija, segura y sonriente. El castizo, se fue en buena hora: "¡Le chemin est voiturable[!]":[110] el camino a Fort Liberté: "¡Oh, monsieur: l'aristocratie est toujours bien reçue!"[111] y que no hay que esperar nada de Haití, y que hay mucha superstición, y que "todavía'' no ha estado en Europa, y que si "las señoras de al lado quieren que las vaya a ayudar." Le acaricio la mano fina a la buena muchacha y duermo tendido, bajo el techo amable.—A las seis, está en pie Nephtalí a mi cabecera: bienvenido sea el huésped: el huésped no ha molestado: perdónelo el huésped porque no estaba anoche a su llegada. Todo él sonríe, con su dril limpio, y sus patillas de chuleta: van saliendo en la plática nombres conocidos: Montesinos, Montecristi, Jiménez. No me pregunta quién me envía. Para mí es el almuerzo oloroso que el mocetín, muy encorbatado, se sienta a gustar conmigo: y Nephtalí y la hija me sirven: el almuerzo es buen queso, y pan suave, del horno de la casa, y empanadillas de honor, de la harina más leve, con gran huevo: el café es oro, y la mejor leche. "Madame Nephtalí" se deja ver, alta y galana, con su libro de misa, de mantón y sombrero; y me la presenta con ceremonia Nephtalí. En el patio, baña el sol los rosales, y entran y salen a la panadería, con tableros de masa, y la gallera está como una joya, de limpia y barrida, y Nephtalí dice al castizo que "superstición en Haití, hay y no hay: y que el que la quiere ver la ve, y el que no, no da nunca con ella, y él; que es haitiano, ha visto en Haití poca superstición." Y ¿en qué se ocupa monsieur Lespinasse, el castizo, amigo de un músico de baile que lo viene a ver? Ah! Escribe uno que otro artículo en L'Investigateur: "on est journaliste": "L'aristocratie n'a pas d'avenir dans ce pays-ci."[112] Para el camino me pone Nephtalí del queso bueno, y empanadilla y panetela. Y cuando me llevo al buen hombre a un rincón, y le pregunto temeroso lo que le debo, me ase por los dos brazos y me mira con reproche:—"¿Comment, frère? On ne parle pas d'argernt, avec un frère."[113] Y me tuvo el estribo, y con sus amigos me siguió a pie, a ponerme en la calzada.
3 de Marzo.[114]
Como un cestón de sol era Petit Trou aquel domingo. A vagos grupos, planchados y lucientes, veía el gentío de la plaza los ejercicios de la tropa.[115]
La fiesta está en el sol,[116] que luce como más claro y tranquilo, dorándolo todo de un oro como de naranja, con los trajes planchados y vistosos, y el gentío sentado a las puertas, o bebiendo refrescos, o ajenjo anisado, en las mesas limpias, al sombrío de los árboles, o apiñado bajo un guanábano, donde oye el coro de carcajadas a un vejancón que tienta de amores a una vieja, y los mozos, de dril blanco, echan el brazo por la cintura a las mozas de bata morada. Una madre me trae, al pie del caballo, su mulatico risueño, con camisolín de lino y cintas, el gorro rosado, y los zapatos de estambre blanco y amarillo. Y los ojos me comen, y luego se echa a reír, mientras se lo acaricio y se lo beso. Vuelvo a riendas, sobre la tienda azul, a que el potro repose unos minutos, y a tender sobre una mesa mi queso y mi empanada, con la cerveza que no bebo. Con el bastón en alto parecía un ochentón, de listado fino y botines de botonadura. La esposa, bella y triste, me mira, como súplica y cuento, medio escondida al marco de una puerta; y juega con su hija, distraída. El amo, de espaldas, me cubre con los ojos redondos desde su sillón, de botín y saco negro, y reloj bueno de plata, y la conversación pesada y espantadiza. Con los libros de la iglesia, y los cabos del pañuelo a la nuca, entra la amiga, hablando buen francés. De un ojeo copio la sala, embarrada de verde, con la cenefa de blando amarillo, y una lista rosada por el borde. El aire mueve en las ventanas, las cortinas. Adiós. Sonríe el amo, solícito a mi estribo.
3 de Marzo.[117]
Vadeé un riachuelo, que al otro lado tiene un jabillal, de fronda alta y clara, por donde cae, arrasando hojas y quebrando ramos, la jabilla madura que revienta. Me detengo a remendar las amarras de mi capote, que son de cordel rabón, a poco de andar, a la salida del río, junto a un campesino dominguero, que va muy abotinado en su burro ágil, con la pipa a los labios barbudos, y el cabo del machete saliéndole por la rotura del saco de dril blanco. De un salto se apea, a servirme.—“¡Аh, compère! Ne vous dérangez pas.”—“Pas ça, pas ça, l’amí[sic]. En chemin, garçon aide garçon. Tous sommes haïtiens ici.”[118] Y muerde, y desdobla, y sujeta los cordeles; y seguimos hablando de su casa y de su mujer y de los tres hijos con que “Dieu m’a favorisé”;[119] y del bien que el hombre siente cuando da con almas amigas, que el extraño de pronto le parece cosa suya, y se le queda en el alma recio y hondo, como una raíz.—“¡Ah, oui!”,[120], con el oui haitiano, halado y profundo: “Quand vous parlez de chez un ami, vous parlez de chez Dieu.”[121]
3 de Marzo.[122]
Por los fangales, que eran muchos, creí haber perdido el camino. El sol tuesta, y el potro se hala por el lodo espeso. De la selva, a un lado y otro, cae la alta sombra. Por entre un claro veo una casa, y la llamo. Despacio asoma una abuela, y la moza luego con el niño en brazos, y luego un muchachón, con calzones apenas, un harapo por sombrero, y al aire la camisa azul. Es el camino. Dieciséis años tiene la madre traviesa. Por dejarles una pequeñez en pago de su bondad les pido un poco de agua, que el muchachón me trae. Y al ir a darle unas monedas, "Non: argent non: petit livre, oui."[123] Por el bolsillo de mi saco asomaba un libro, el segundo prontuario científico de Paul Bert.—[124] De barro y paja, en un montón de maíz, es la "habitation de Mamenette," chemin du Cap.[125] Alrededor, fango, y selva sola. Sobre la cerca pobre empinaba los ojos luminosos Auguste Etienne.—[126]
2 de Marzo.[127]
En un crucero con el río a la bajada, está de un lado, donde se abre la vía, un cristo de madera, bajo dosel de zinc, un cristo francés, fino y rosado, en su cruz verde, y la cerca de alambre. Enfrente, entre las ruinas desdentadas de una ancha casa de ladrillo hay un rancho embarrado, y un centinela a la puerta, de sombrero azul, que me presenta el arma. Y el oficial saluda.—Me entro por una enramada, a rociar el agua con ron de anís del ventorrillo, y nadie tiene cambio para un peso.—Pues ¿dejaré el peso, porque he hecho gasto aquí?—Pas çá, pas çá mosié.[128] No me quieren el peso. Reparto saludos.—"Bon blanc!" "Bon blanc!"[129] A las ocho me llamó hermano Nephtalí, en Fort Liberté: a las cinco, costeando la concha de la bahía, entro, por la arena salina, en Cabo Haitiano. Echo pie a tierra delante de la puerta generosa de Ulpiano Dellundé.
2 de Marzo.[130]
Duerme mal, el espíritu despierto. El sueño es culpa, mientras falta algo por hacer.[131] Es una deserción. Hojeo libros viejos: Origins des Découvert[e]s attribuées aux Modernes,[132] de Dutens,[133] en Londres, en 1776, cuando a los franceses picaba la fama de Franklin,[134] y Dutens dice que "una persona fidedigna le ha asegurado que se halló recientemente una medalla latina, con la inscripción "Jupiter Elicius", o Eléctrico, representando a Júpiter en lo alto, rayo en mano, y abajo un hombre que empina una cometa, por cuya manera se puede electrizar una nube, y sacar fuego de ella",—[135] a lo que pudiese yo juntar lo que me dijo en Belize[136] la mujer de Le Plongeon,[137] del que se quiso llevar de Yucatán las ruinas de los Mayas, donde se ve, en una de las piedras pintadas de un friso,[138] a un hombre sentado, de cuya boca india sale un rayo, y otro hombre frente a él, a quien da el rayo en la boca.—Otro libro es un Goëthe[139] en francés. En Goëthe, y mucho más lejos, en la Antología Griega,—[140] y en la poesía oceánica, como los pantunes,[141] se encuentran los ritornelos, refranes y estrambotes que tiene la gente novelera, y de cultura de alfiler, como cosa muy contemporánea: la profecía y censura de las minimeces[sic] de hoy, y huecas elegancias, se encuentran enteras, en los versos sobre Un chino en Roma.[142]
3 de Marzo.[143]
Hallo, en un montón de libros olvidados bajo una consola, uno que yo no conocía: "Les Mères Chrétiennes des Contemporains Illustres."[144]. Lo hojeo, y le descubro el espíritu: con la maña de la biografía, es un libro escrito por el autor de "L'Académie Fran[ç]aise au XIXme Siécle",[145] para fomentar, dándola como virtud suprema y creatriz, la devoción práctica en las casas: la confesión, el "buen cura", el "Santo abad", el rezo. Y el libro es rico, de página mayor, con los cantos dorados, y la cubierta roja y oro. El índice,[146] más que del libro, lo es de la sociedad, ya hueca, que se acaba:—"Las altas esferas de la sociedad".—"El mundo de las letras."—"El clero."—"Las carreras liberales."—Carrera: el cauce abierto y fácil, la gran tentación, la satisfacción de las necesidades sin el esfuerzo original que desata y desenvuelve al hombre, y lo cría, por el respeto a los que padecen y producen como él, en la igualdad única duradera, porque es una forma de la arrogancia y el egoísmo, que asegura a los pueblos la paz solo asequible cuando la suma de desigualdades llegue al límite mínimo en que las impone y retiene necesariamente la misma naturaleza humana.
Es inútil y, generalmente dañino, el hombre que goza del bienestar de que no ha sido creador: es sostén de la injusticia, o tímido amigo de la razón, el hombre que en el uso inmerecido de una suma de comodidad y placer que no está en relación con su esfuerzo y servicio individuales, pierde el hábito de crear, y el respeto a los que crean. Las carreras, como aún se las entiende, son odioso, y pernicioso, residuo de la trama de complicidades con que, desviada por los intereses propios de su primitiva y justa potencia unificadora, se mantuvo, y mantiene aún, la sociedad autoritaria:—sociedad autoritaria es, por supuesto, aquella basada en el concepto, sincero o fingido, de la desigualdad humana, en la que se exige el cumplimiento de los deberes sociales a aquellos a quienes se niegan los derechos, en beneficio principal del poder y placer de los que se los niegan: mero resto del estado bárbaro.—Lo del índice de "Las Madres Cristianas": "Las altas esferas de la Sociedad".—"El mundo de las letras".—"El clero".—"Las carreras liberales".—[147] Por donde dice 'Madame Moore' abro el libro. Madame Moore, la madre de Tomás Moore,[148] y a cuya "Betsy"[149] admiro, leal y leve; y siempre fiel, y madre verdadera, a su esposo danzarín y vano. Como muy santa madre da el libro a la de Moore, y lo de ella lo prueba por la vida del hijo. Pero no dice lo que es: que por donde el hijo cristiano comenzó, fue por la traducción picante y feliz de las odas de Anacreonte.—[150] De Margarita Bosco[151] habla mucho, que es madre de cardenal,[152] que recuerda mucho la del cura mimado de "La Regenta" de Alas,—[153] aquel cura sanguíneo a quien la madre astuta le ponía la cama y la mesa. Conocí yo a un hijo del príncipe Bosco: el padre había sido amante de la reina de Nápoles,[154] de la última reina: el hijo había sido en Texas capitán de la milicia montada, y en Brooklyn era domador de caballos.—Una madre es "Madame Río", de A. Del Río,[155] "el ilustre autor de "L'Art Chrétien". Otra "Madame Pie", la del obispo de Poitiers.[156] "Madame Osmond" es otra, la del conde que escribió "R[é]liques et Impressions".[157] Otra es la madre de Ozanam,[158] el católico elocuente y activo. Y otra la de Gerando,[159] aquel cuyas metafísicas leía atento Michelet,[160] cuando vestía frac y zapatos de hebilla, y daba clase de historia a las princesas.[161]
3 de Marzo[162]
Me voy a pelar, a la mísera barbería de Martínez, en la calle de la Playa: él reluce de limpio, chiquitín y picante, en la barbería empapelada a retazos, con otros de mugre y cromos viejos: y en el techo muy alto, de listones de lienzo, seis rosas de papel.—"¿Y usted, Martínez, será hombre casado?"—"Hombre como yo, ambulante, no puede casar."—"¿Y dónde aprendió su español?"—"En San Tomas: yo era de San Tomas, santomeño.— "¿Y ya no lo es usted?"—"No, ahora soy haitiano. Soy hijo de danés, no vale de nada: soy hijo de inglés, no vale de nada: soy hijo de español, peor: España es la más mala nación que hay en el mundo. Para hombre de color, nada vale de nada."—¿Conque no quiere ser español?"—"Ni cubano quiero yo ser, ni puertorriqueño, ni español. Si era blanco español inteligente, sí, porque le doy la gobernación de Puerto Rico con $500 mensuales: si era hijo de Puerto Rico, no. Lo peor del mundo, español."—A la pordiosera que llega a la puerta: "Todavía no he ganado el primer cobre".
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4 de Marzo.
Y abrí los ojos en la lancha, al canto del mar. El mar cantaba. Del Cabo salimos, con nubarrón y viento fuerte, a las diez de la noche;[163] y ahora, a la madrugada,[164] el mar está cantando. El patrón se endereza, y oye erguido, con una mano a la tabla y otra al corazón: el timonel, deja el timón a medio ir: "Bonito eso": "Eso es lo más bonito que yo haya oído en este mundo": "Dos veces—no más en toda mi vida he oído yo esto bonito”. Y luego se echa a reír: que los voudous, los hechiceros haitianos, sabrán lo que eso es: que hoy es día de baile voudou, en el fondo de la mar,[165] y ya lo sabrán ahora los hombres de la tierra: que allá abajo están haciendo los hechiceros sus encantos. La larga música, extensa y afinada, es como el son unido de una tumultuosa orquesta de campanas de platino. Vibra igual y seguro el eco resonante. Como en ropa de música se siente envuelto el cuerpo. Cantó el mar una hora, más de una hora:—La lancha piafa y se hunde, rumbo a Monte Cristi.
6 de Marzo.
¡Ah, el eterno barbero, con el sombrero de paja echado a la nuca, los rizos perfumados a la frente, y las pantuflas con estrellas y rosas! En la barbería no hay más que dos espejos, de marco de madera, con la repisa de pomos vacíos, un cepillo mugriento, y pomadas viejas. A la pared está un mostruario[sic] de panamás de cinta fina, libros descuadernados y papelería revuelta. En medio del salón, de grandes manchas de agua, está la silla donde el pinche empolva al que se alza de afeitarse.—"Mira, muchacho de los billetes: ven acá."—"Cómprale un billete: dale un peso."[166]
6 de Marzo[167]
Oigo un ruido, en la calle llena del sol del domingo, un ruido de ola, y me parece saber lo que es. Es. Es el fustán almidonado de una negra que pasa triunfante, quemando con los ojos, con su bata limpia de calicó[168] morado oscuro, y la manta por los hombros.—La haitiana tiene piernas de ciervo. El talle natural y flexible de la dominicana da ritmo y poder a la fealdad más infeliz. La forma de la mujer es conyugal y cadenciosa.[169]
29 de Marzo
De sobremesa se habló de animales: de los caos negros; y capaces de hablar, que se beben la leche,—de cómo se salva el ratón de las pulgas, y se relame el rabo que hundió en la manteca,—del sapo, que se come las avispas,—del murciélago, que se come al cocuyo, y no la luz. Un cao bribón veía que la conuquera ordeñaba las vacas por las mañanas, y ponía la leche en botellas: y él, con su pico duro, se sorbía la primer leche, y cuando había secado el cuello, echaba en la botella piedrecitas, para que la leche subiera. El ratón entra al agua con una mota de algodón entre los dientes, adonde las pulgas por no ahogarse vuelan; y cuando ya ve la mota bien negra de pulgas, la suelta el ratón. El sapo hunde la mano en la miel del panal, y luego, muy sentado, pone la mano dulce al aire, a que la avispa golosa venga a ella: y el sapo se la traga. El murciélago trinca al cocuyo en el aire, y le deja caer al suelo la cabeza luminosa.
29 de Marzo
Venimos de la playa,[170] de ver haces de campeche y mangle espeso: venimos por entre la tuna y el aroma. Y un descalzo viene cantando desde lejos, con voz rajada y larga, una trova que no se oye, y luego esta:
"Te quisiera retratar
En una concha de nacle,[171]
Para cuando no te vea
Alzar la concha, y mirarte.["][172]
30 de Marzo
César Salas,[173] que dejó ir su gente rica a Cuba, para no volver más que "como debe volver un buen cubano", es hombre de crear, sembrador e industrioso, con mano para el machete y el pincel, e igual capacidad para el sacrificio, el trabajo y el arte. De las cuevas de San Lorenzo,[174] allá en Samaná,[175] viene ahora; y cuenta las cuevas. La mayor es como la muestra de las muchas que por allí hay, con el techo y las paredes de pedrería destilada, que a veces cuelga por tierra como encaje fino, y otras exprime, gota a gota, "un agua que se va cuajando en piedra". Es grande el frescor, y el piso de huano[176] blanco y fino, que en la boca no desagrada, y se disuelve. La galería, de trecho en trecho, al codear, cría bóveda, y allí, a un mismo rumbo, hay dos caras de figuras pintadas en la pared,[177] a poco más de altura de hombre que son como redondeles imperfectos, donde está de centro un rostro grande humano sobre el vértice de un triángulo, crestado a todo el borde, con dos rostros menores a los lados, y a todo el rededor dibujos jeroglíficos de homúnculos con la azada en una mano, o sin ella; de caballo o mula, de gallina:—la conquista acaso, y las minas bárbaras, ofrecidas a la religión del país, en los altares de las cuevas de asilo.—Allí ha hallado César Salas caracoles innúmeros, de que debió vivir la indiada y hachas grandes de sílex, de garganta o de asta. Los caracoles hacen monte, a las aberturas. Por cuatro bocas se entra [en] la cueva. Por una, espumante y resonante, entra el mar. De una boca, por entre bejucos, se sube al claro verde.[178]
1ro de Abril.
A paso de ansia, clavándonos de espinas, cruzábamos, a la media noche oscura, la marisma y la arena. A codazos rompemos la malla del cambrón. El arenal, calvo a trechos, se cubre a manchones del árbol punzante. Da luz como de sudario, al cielo sin estrellas, la arena desnuda: y es negror lo verde. Del mar se oye la ola, que se exhala en la playa; y se huele la sal.—De pronto, de los últimos cambroneros, se sale a la orilla, espumante y velada—y como revuelta y cogida—con ráfagas húmedas. De pie, a las rodillas el calzón, por los muslos la camisola abierta al pecho, los brazos en cruz alta, la cabeza aguileña de pera y bigote, tocada del yarey, aparece impasible, con la mar a las plantas y el cielo por fondo, un negro haitiano.—El hombre asciende a su plena beldad en el silencio de la naturaleza.[179]
3 de Abril.
La ingratitud es un pozo sin fondo,—y como la poca agua, que aviva los incendios, es la generosidad con que se intenta corregirla. No hay para un hombre peor injuria que la virtud que él no posee. El ignorante pretencioso es como el cobarde, que para disimular su miedo da voces en la sombra. La indulgencia es la señal más segura de la superioridad. La autoridad ejercitada sin causa ni objeto denuncia en quien la prodiga falta de autoridad verdadera.[180]
3 de Abril.
Pasan volando por lo alto del cielo, como grandes cruces, los flamencos de alas negras y pechos rosados. Van en filas, a espacios iguales uno de otro, y las filas apartadas hacia atrás. De timón va una hilera corta. La escuadra avanza ondeando.
3 de Abril.
En medio de la mar,[181] recuerdo estos versos:
"Un rosal cría una rosa
Y una maceta un clavel.
Y un padre cría una hija
Sin saber para quién es."[182]
4 de Abril[183]
En la goleta "Brothers",[184] tendido en cubierta, veo, al abrirse la luz, el rincón de Inagua,[185] de árbol erizados[sic], saliendo, verdoso, de entre sus ruinas y salinas. Rosadas como flamencos, y de carmín negruzco, son las nubes que se alzan, por el cielo perlado, de las pocas casas.[186] Me echo a la playa, a sujetar bribones,[187] a domarlos, a traerles a la mano el sombrero triunfador. Lo logro.[188] En las idas y las venidas, ojeo el pueblo: mansiones desiertas y descabezadas, muros roídos del abandono y del fuego, casas blancas de ventanas verdes, arbolejos de púas, y florales venenosos. No tiene compradores: la mucha sal de la isla; yace el ferrocarril; quien tuvo barcos los vende; crece penosa la industria del henequén; el salón de leer tiene quince socios, a real mensual; el comerciante de más brillo es tierno amigo de un patrón contrabandista; el capitán del puerto,—ventrudo mozo—es noble de alma, y por tanto cortés, y viste de dril blanco: el sol salino ciega. Contra una pared rota duerme una pila de guayacancillo, el "leño de la vida", que "arde como una antorcha'', con su corazón duro: dos burros peludos halan de un carro, mal lleno de palos de rosa, rajados y torcidos: junto a un pilar hay un saco de papas del país: de una tienda, mísera, sale deshecha una vieja, blanca, de espejuelos, pamela y delantal, a ofrecernos pan, anzuelos, huevos, gallina, hilo: la negraza, de vientre a la nariz, y los pendientes de coral al hombro, dice, echada en el mostrador de su tienda vacía, que "su casa de recibir no es allí", donde tres hombres escaldados reposan un instante, secándose el sudor sangriento, en los cajones que hacen de sillas: y por poder sentarse, compran a la tendera, de dientes y ojos de marfil, todo el pan y los dulces de la casa: tres chelines: ella cubre de sus anchas sonrisas el suelo. Pasa Hopkins, cuarentón de tronco inglés y tez, de cobre, vendiendo "su gran corazón", ["]su pecho valiente, que sirve por dos pechos",[189] los botines rastreros, que se saca de los pies, un gabán roto: Él irá "a todas partes, si le pagan", porque "él es un padre de familias, que tiene dos mujeres": él es "un alma leal":—él se cose a los marineros, y les va envenenando la voluntad, para que no acepten el oficio que no se quiso poner en él: revende un pollo, que le trae de las patas un policía de casco de corcho, patillas de chuleta y casimir azul de bocas rojas.—Pasa el guadalupeño, de torso color de chocolate, y la cana rizosa de sus setenta y cuatro años: lleva al aire los pechos y los pies, y el sombrero, de penca: ni bebió ni fumó, ni amó más que en casa, ni necesita espejuelos para leer de noche: es albañil, y contratista, y pescador.—Pasa, con su caña macaca de puño neoyorquino, el patrón contrabandista, de sortija recia al anular, y en la cabeza de respeto el panamá caro. Pasa el patrón blandílocuo, de lengua patriarcal y hechos de zorro, el que a la muerte del hijo "no lloró el dolor, sino que lo sudó"; y rinde, balbuceando, el dinero que robaba.[190] Pero él es "un caballero, y conoce a los caballeros": y me regala, sombrero en mano, una caneca de ginebra.[191]
5 de Abril
El vapor carguero,[192] más allá de la mar cerúlea de la playa, vacía su madera de Mobila[193] en la balsa que le flota al costado, de popa a proa, en el oleaje turquí. Descuelgan la madera, y los trabajadores la halan y la cantan. Puja el vapor al sesgo por arrimar la balsa a la orilla: y los botes remolcadores se la llevan, con los negros arriba en hilera, halando y cantando.[194]
5 de Abril.
David,[195] de las islas Turcas, se nos apegó desde la arrancada de Montecristi. A medias palabras nos dijo que nos entendía, y sin espera de paga mayor, ni tratos de ella, ni mimos nuestros, él iba creciéndosenos con la fuga de los demás; y era la goleta él solo, con sus calzones en tiras, los pies roídos, el levitón que le colgaba por sobre las carnes, el yarey con las alas al cielo: Cocinaba él el "locrio", de tocino y arroz; o el "sancocho", de pollo y pocas viandas; o el pescado blanco, el buen "mutton-fish",[196] con salsa de mantequilla y naranja agria: él traía y llevaba, a "gudilla" pura,—a remo por timón,—el único bote: él nos tendía de almohada, en la miseria de la cubierta, su levitón, su chaquetón, el saco que le era almohada y colcha a él: él, ágil y enjuto, ya estaba al alba bruñendo los calderos. Jamás pidió, y se daba todo. El cuello fino, y airoso, le sujetaba la cabeza seca: le reían los ojos, sinceros y grandes: se le abrían los pómulos, decidores y fuertes: por los cabos de la boca, desdentada y leve, le crecían dos rizos de bigote: en la nariz, franca y chata, le jugaba la luz. Al decirnos adiós se le hundió el rostro, y el pecho, y se echó de bruces, llorando, contra la vela atada a la botavara.—David, de las islas Turcas.[197]
6 de Abril
Es de pilares, de buena caoba, la litera del capitán[198] del vapor,—el vapor carguero alemán, que nos lleva al Cabo Haitiano.[199] La litera cubre las gavetas, llenas de mapas. En la repisa del escritorio, entre gaceteros y navegadores, está Goëthe todo, y una novela de Gaudy.[200] Preside la litera el retrato de la mujer,[201] cándida y huesuda. A un rincón, la panoplia es de una escopeta de caza, dos puñales, un pistolín perrero, y dos pares de esposas,—"que uso para los marineros algunas veces". Y junto hay un cuadro, bordado de estambre, "del estambre de mi mujer", que dice, en letras góticas:
"In alien Stürmen,
In allen Noth,
Mög er dich berschirmen[202]
Der treue Gott."[203]
7 de Abril
Por las persianas de mi cuarto escondido me llega el domingo del Cabo.[204] El café fue "caliente, fuerte y claro". El sol es leve y fresco. Chacharea y pelea el mercado vecino. De mi silla de escribir, de espaldas al cancel, oigo el fustán que pasa, la chancleta que arrastra, el nombre del poeta Tertulien Guilbaud, el poeta grande y pulido de Patrie,—[205] y el grito de una frutera que vende "¡caïmite!"[206] Suenan, lejanos, tambores y trompetas. En las piedras de la calle, que la lluvia desencajó ayer, tropiezan los caballos menudos. Oigo: "le bon Dieu",—[207] y un bastón que se va apoyando en la acera. Un viejo elocuente predica religión, en el crucero de las calles, a las esquinas vacías. Le oigo: "Es preciso desterrar de este fuerte país negro a esos mercaderes de la divinidad salvaje que exigen a los pobres campesinos, como el ángel a Abraham, el sacrificio de sus hijos a cambio del favor de Dios: el gobierno de este país negro, de mujeres trabajadoras y de hombres vírgenes, no debe matar a la infeliz mujer que mató ayer a su hija, como Abraham iba a matar a Isaac, sin acabar, "con el rayo de la luz", al papá-boco,[208] al sacerdote falso que se les entra en el corazón con el prestigio de la medicina y el poder sagrado de la lengua de los padres. Hasta que la civilización no aprenda criollo, y hable en criollo, no civilizará."[209] Y el viejo sigue hablando, en soberbio francés, y puntúa el discurso con los bastonazos que da sobre las piedras. Ya lo escuchan: un tambor, dos muchachos que ríen, un mocete de corbata rosada, pantalón de perla, y bastón de puño de marfil. Por las persianas le veo al viejo el traje pardo, aflautado y untoso. A los pies le corre, callada, el agua turbia. La vadea de un salto, con finos botines, una mulata cincuentona y seca, de manteleta, y sombrero, y libro de horas y sombrilla: escarban, sus ojos verdes. Del libro a que vuelvo, en mi mesa de escribir, caen al suelo dos tarjetas, cogidas por un lazo blanco: la mínima, de ella, dice "M'elle, Elise Etíenne", Cap Haïtien—: la de él, la grande, dice: "Mr. Edmond Férëre:-Francés".—Es domingo de Ramos.[210]
8 de Abril
Por el poder de resistencia del indio se calcula cuál puede ser su poder de originalidad, y por tanto de iniciación, en cuanto lo encariñen, lo muevan a fe justa, y emancipen y deshielen su naturaleza.—Leo sobre indios.
8 de Abril
Del flaco Moctezuma[211] acababa de leer, y de la inutilidad de la timidez y de la intriga. Con mucho amor leí de Cacama,[212] y de Cuitlahuac,[213] que a cadáveres heroicos le tupían los cañones a Cortés.[214] Leí con ira de la infame o infortunada Tecuichpo,[215] que[,] con Cuauhtémoc[216] en la piragua real, defendió el águila, y a pecho de pluma se echó sobre el arcabuz, y luego,—la que había dormido bajo los besos indios del mártir,—se acostó a dormir, de mujer de español, en la cama de Alonso de Grado,[217] y de Pedro Callejo,[218] y de Juan Cano.[219] El verso caliente me salta de la pluma. Lo que refreno, desborda. Habla todo en mí, lo que no quiero hablar,—ni de patria, ni de mujer. A la patria ¡más que palabras! De mujer, o alabanza, o silencio. La vileza de nuestra mujer nos duele más, y humilla más, y punza más, que la de nuestro hombre.—[220] Entra Tom a mi cuarto escondido,—Tom, el negro leal de San Thomas, que con el siglo a espaldas sirve y ama a la casa de Dellundé. Con un doblez de papel en que pido libros, para escoger a la librería de la esquina, la librería haitiana, le doy un billete de dos pesos, a que lo guarde en rehenes, mientras escojo.—Y el librero, el caballero negro de Haití, me manda los libros,—y los dos pesos.[221]
Diario de campaña José Martí
19 de mayo de 2019
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(Tomado de José Martí, Diarios de campaña, Edición anotada (Investigación y apéndices [de] Mayra Beatriz Martínez), La Habana, Centro de Estudios Martianos (Ediciones Especiales), 2014, 190 págs. Se indican entre corchetes, en el texto y las notas, además de las llamadas a notas de pie de página que figuran en la edición de referencia, aquellos elementos o signos de puntuación cuya omisión haya sido señalada en las notas, así como aquellos cuya omisión, o adición, no lo haya sido y que no podamos atribuir a los originales de los diarios de José Martí. Seguidos de la abreviatura [sic]. el lector encontrará aquellos vocablos o aquellas frases cuyo sentido ignoramos, y no se aclare en la edición de referencia, o cuya grafía o dicción sean o nos parezcan erróneas o en desuso, provengan o no de los originales de los diarios. Van seguidos de la mencionada abreviatura también aquellos signos cuyo emplazamiento nos haya llamado la atención a pesar del "peculiar uso martiano de los signos de puntuación", o precisamente por parecer apartarse de la por demás discernible coherencia de esa peculiaridad. El texto que sigue fue digitalizado por Humberto T. Fernández y cotejado, revisado, corregido y formateado por Rolando Prats y Humberto T. Fernández para Patrias. Actos y Letras.
Nos referimos, en el título, al diario de campaña de José Martí, y no a sus diarios, por considerar que se trata de un solo texto, la continuidad de cuya cronología y circunstancia—diferencias de registro y tonalidades a un lado— le confiere la unidad de estilo del arco que traza la parábola, en el gesto vital y su escritura, de que son huella y testimonio: crecida y desembocamiento, de aquel a quien llamamos El mejor de nosotros, en su naturaleza plena y, en ella, remanso en su posibilidad, siempre inconclusa, en nosotros.
Mi verso es de un verde claro y de un carmín encendido (díptico) © José Ignacio Sánchez Rius
De Cabo Haitiano a Dos Ríos
—9 Abril.—Lola,[1] jolongo, llorando en el balcón. Nos embarcamos.
10. Salimos del Cabo[2]—Amanecemos en Inagua.[3] Izan el [11][4]—bote.[5] Salimos a las 11. Pasamos (4)[6] rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7½, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán[7] conmovido. Bajan el bote.[8] Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo [de] proa. Salas rema segundo.[9] Paquito Barrero[10] y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólvers[sic]. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, (La Playita,[11] al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenegal. Oímos ruidos, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.[12]
12.—A las 3 nos decidimos a llamar. Blas,[13] Gonzalo,[14] y la Niña.[15]—José Gabriel,[16] vivo, va a llamar a Silvestre.[17]—Silvestre dispuesto.—Por repechos, muy cargados, salimos a buscar a Mesón[18], al Tacre,—[19] (Záguere).[20] En el monte claro, esperamos, desde las 9, hasta las 2.—Convenzo a Silvestre a[sic] que nos lleve a Imía[sic].—[21]Seguimos por el cauce del Tacre.—Decide el General escribir a Fernando Leyva,[22] y va Silvestre. Nos metemos en la cueva,[23] campamento antiguo, bajo un farallón a la derecha del río.—Dormimos: hojas secas: Marcos[24] derriba: Silvestre me trae hojas.—
13.—Viene Abraham Leyva,[25] con Silvestre cargado de carne de puerco, de cañas, de buniatos, del pollo que manda la Niña. Fernando ha ido a buscar el práctico.—Abraham, rosario al cuello. Alarma; y preparamos, al venir Abraham, a trancos. Seguía Silvestre con la carga; a las 11. De mañana nos habíamos mudado a la vera del río, crecido en la noche, con estruendo de piedras que parecía de tiros.—Vendrá práctico. Almorzamos. Se va Silvestre. Viene José[26] a la una con su yegua. Seguiremos con él.—Silbidos y relinchos: saltamos: apuntamos: sin Abraham.—Y Blas.—Por una conversación de Blas supo Ruen[27] que habíamos llegado, y manda a ver, a unírsenos. Decidimos ir a encontrar a Ruen al Sao del Nejesial.—Saldremos por la mañana. Cojo hojas secas para mi cama.—Asamos buniatos.
14.—Día mambí.—Salimos a las 5. A la cintura cruzamos el río, y recruzamos por él: bagás altos a la orilla. Luego, a zapato nuevo, bien cargado, la altísima loma, de yaya de hoja fina, majagua de Cuba, y cupey, de piña estrellada. Vemos, acurrucada en un lechero, la primera jutía. Se descalza Marcos, y sube. Del primer machetazo la degüella: "Está aturdida","Está degollada." Comemos naranja agria, que José coge retorciéndolas con una vara: "¡qué dulce!" Loma arriba. Subir lomas hermana hombres.[28] Por las 3 lomas llegamos al Sao del Nejesial: lindo rincón, claro en el monte, de palmas viejas, mangos, y naranjas. Se va José.— Marcos viene con el pañuelo lleno de cocos. Me dan la manzana.[29] Guerra[30] y Paquito de guardia. Descanso en el campamento. César[31] me cose el tahalí. Lo primero fue coger yaguas, tenderlas por el suelo. Gómez con el machete, corta y trae hojas, para él y para mí. Guerra hace su rancho; cuatro horquetas: ramas en colgadizo: yaguas encima. Todos ellos, unos raspan coco, Marcos, ayudado del General, desuella la jutía. La bañan con naranja agria, y la salan. El puerco se lleva la naranja, y la piel de la jutía. Y ya está la jutía en la parrilla improvisada, sobre el fuego de leña. De pronto hombres: ¡"Ah hermanos!" Salto a la guardia. La guerrilla de Ruen, Félix Ruen, Galano,[32] Rubio[33], los10.[34]—Ojos resplandecientes. Abrazos. Todos traen rifle, machete, revólver[.] Vinieron a gran loma. Los enfermos resucitaron. Cargamos. Envuelven la jutía en yagua. Nos disputan la carga. Sigo con mi rifle y mis 100 cápsulas, loma abajo, tibisial abajo. Una guardia. Otra. Ya estamos en el rancho de Tavera,[35] donde acampa la guerrilla. En fila nos aguardan. Vestidos desiguales, de camiseta algunos, camisa y pantalón otros, otros chamarreta y calzón crudo: yareyes de pico: negros, pardos, dos españoles,—Galano, blanco. Ruen nos presenta. Habla erguido el General. Hablo. Desfile, alegría, cocina, grupos.—En la nueva avanzada: volvemos a hablar. Cae la noche, velas de cera, Lima[36] cuece la jutía y asa plátanos, disputa sobre guardias, me cuelga el General mi hamaca bajo la entrada del rancho de yaguas de Tavera. Dormimos, envueltos en las capas de goma. ¡Ah! antes de dormir, viene, con una vela en la mano; José, cargado de dos catauros, uno de carne fresca, otro de miel. Y nos pusimos a la miel ansiosos. Rica miel, en panal.—Y en todo el día, ¡qué luz, qué aire, qué lleno el pecho, qué ligero el cuerpo angustiado! Miro del rancho afuera, y veo, en lo alto de la cresta atrás, una paloma y una estrella. El lugar se llama Vega de la [...][37]
15.—Amanecemos entre órdenes. Una comisión se mandará a las Veguitas, a comprar en la tienda española. Otra al parque dejado en el camino. Otra a buscar práctico. Vuelve la comisión con sal, alpargatas, un cucurucho de dulce, tres botellas de licor; chocolate, rom, y miel. José viene con puercos. La comida.—puerco guisado con plátanos y malanga.—De mañana, frangollo, el dulce de plátano y queso, y agua de canela y anís, caliente. Viene, a Veguitas[,] Chinito Colombié;[38] montero, ojos malos: va halando de su perro amarillo. Al caer la tarde, en fila la gente, sale a la cañada el General, con Paquito, Guerra y Ruenes. "¿Nos permite a los 3 solos?" Me resigno mohíno. ¿Será algún peligro? Sube Ángel Guerra, llamándome, y al Capitán Cardoso.[39] Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su jefe electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos.—A la noche, carne de puerco con aceite de coco, y es buena.
16.—Cada cual con su ofrenda—buniato, salchichón, licor de rosa,[40] caldo de plátano.—Al mediodía, marcha loma arriba, río al muslo, bello y ligero bosque de pomarrosas; naranjas y caimitos. Por abras, tupidas y mangales sin fruta llegamos a un rincón de palmas, en lo hondo de un cesto de montes risueños,16)[41] Allí acamparemos—[42]. La mujer,[43] india cobriza de ojos ardientes, rodeada de 7 hijos, en traje negro roto, con el pañuelo de toca atado a lo alto por las trenzas, pila café. La gente cuelga hamacas, se echa a la caña, junta candela, traen caña al trapiche para el guarapo del café. Ella mete la caña, descalza:—Antes, en el primer paradero, en la casa de la madre e hijona espantada, el General me dió a beber miel, para que probara que luego de tomarla se calma la sed.—Se hace ron de pomarrosa.—Queda escrita la correspondencia de Nueva York,[44] y toda la de Baracoa.[45]
17.—La mañana en el campamento.—Mataron res ayer y al sentir el sol, ya están los grupos a los calderos. Domitila,[46] ágil y buena, con su pañuelo egipcio, salta al monte, y trae un acopio de tomates, culantro y orégano. Uno me da un chopo de malanga. Otro, en taza caliente, guarapo y hojas. Muelen un mazo de cañas. Al fondo de la casa, la vertiente cara al río, cargada de casas y plátanos, de algodón y tabaco silvestre: al fondo, por el río, el cuajo de palmas; por los claros, naranjos: alrededor los montes, redondos y verdes: y el infinito azul arriba, con sus nubes blancas, y una palma, mitad en la nube,—mitad en lo azul.—Me entristece la impaciencia.—Saldremos mañana.—Me meto la Vida de Cicerón[47] en el bolsillo en que llevo 50 cápsulas. Escribo cartas.—Prepara el General dulce de raspa de coco con miel. Se arregla la salida para mañana. Compramos miel al ranchero de los ojos azorados y la barbija.—Primero, 4 reales por el galón; luego, después del sermón, regala dos galones. Viene Jaragüita—Juan Telesforo Rodríguez,[48] que ya no quiere llamarse Rodríguez, porque ese nombre llevaba de práctico de los españoles,—y se va con nosotros. Ya tiene mujer. Al irse, se escurre.—El Pájaro, bizambo y desorejado, juega al machete; pie formidable; le luce el ojo como marfil donde da el sol en la mancha de ébano.—Mañana salimos de la casa de José Pineda:—Goya,[49] la mujer.—(Jojó Arriba)[50].
18.—A las 9½ salimos. Despedida enfila[sic].—Gómez lee las promociones.—El sargento Puerto Rico dice: "Yo muero donde muera el General Martí". Buen adiós a todos, a Ruenes y a Galano, al Capitán Cardoso, a Rubio, a Dannery,[51] a José Martínez, a Ricardo Rodríguez.[52] Por altas lomas pasamos 6 veces el río Jobo.—[53] Subimos la recia loma de Pavano, con el Pomalito en lo alto, y en la cumbre la vista de naranja de China. Por la cresta subimos, y a un lado y otro flotaba el aire leve veteado de manaca. A lo alto, de mata a mata colgaba, como cortinaje tupido, una enredadera fina; de hoja menuda y lanceolada. Por las lomas, el café cimarrón. La pomarrosa bosque. En torno, la hoya, y más allá los montes azulados, y el penacho de nubes. En el camino a los Calderos,—de Ángel Castro—[54] decidimos dormir, en la pendiente.[55] A machete abrimos claro. De tronco a tronco tendemos las hamacas.—Guerra y Paquito por tierra. La noche bella no deja dormir. Silba el grillo; el lagartijo quiquiquea,[56] y su coro le responde; a[ú]n se ve, entre la sombra, que el monte es de cupey y de paguá[57], la palma corta y espinuda; vuelan despacio en torno las animitas; entre los ruidos estridentes, oigo la música de la selva, compuesta y suave, como de finísimos violines; la música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre sutil y mínima: es la minada del son fluido: ¿qué alas rozan las hojas? ¿qué violín diminuto, y oleadas de violines, sacan son, y alma, a las hojas? ¿qué danza de almas de hojas? Se nos olvidó la comida: comimos salchichón y chocolate, y una lonja de chopo asado.—La ropa se secó a la fogata.—
19.—Las 2 de la madrugada. Viene Ramón Rodríguez, el práctico, con Ángel,—traen hachos, y café[.]—Salimos a las 5, por loma áspera. A los Calderos, en alto. El rancho es nuevo, y de adentro se oye la voz de la mambisa:[58] "Pasen sin pena, aquí no tienen que tener pena". El café enseguida, con miel por dulce: ella seria, en sus chancletas, cuenta, una mano a la cintura y por el aire la otra, su historia de la guerra grande:[59] murió el marido, que de noche pelaba sus puercos para los insurrectos, cuando se lo venían a prender: y ella rodaba por el monte con sus tres hijos a rastro, "hasta que este buen cristiano[60] me recogió, que aunque le sirva de rodillas nunca le podré pagar." Va y viene ligera; le chispea la cara: de cada vuelta trae algo, más café, culantro de Castilla, para que "cuando tengan dolor al estómago por esos caminos, masquen un grano y tomen agua encima": trae limón. Ella es Caridad Pérez y Piñó.—Su hija Modesta, de 16 años, se puso zapatos y túnico nuevo para recibirnos, y se sienta con nosotros, conversando sin zozobra, en los bancos de palma de la salita. De las flores de muerto, junto al cercado, le trae Ramón una, que se pone ella al pelo. Nos cose. El General cuenta "el machetazo de Caridad Estrada en el Camagüey."[61] El marido mató al chino denunciante de su rancho, y a otro: a Caridad la hirieron por la espalda; el marido se rodó muerto: la guerrilla huyó: Caridad recoge a su hija al brazo, y chorreando sangre, se les va detrás: "¡si hubiera tenido un rifle[!]"[62] Vuelve, llama a su gente, entierran al marido, manda por Boza:[63] "¡vean, lo que me han hecho!" Salta la tropa: "¡queremos ir a encontrar a ese capitán[!"][64] No podía estar sentado en el campamento. Caridad enseñaba su herida. Y siguió viviendo, predicando, entusiasmando en el campamento—Entra el vecino dudoso Pedro Gámez[65] y trae de ofrenda café y 1 gallina—Vamos haciendo almas.—Valentín, el español que se le ha puesto a Gómez de asistente, se afana en la cocina.—Los seis hombres de Ruenes hacen su sancocho al aire libre.—Viene Isidro, muchachón de ojos garzos, muy vestido, con sus zapatos orejones de vaqueta: ése fue el que se nos apareció donde Pineda, con un dedo recién cortado: no puede ir a la guerra: "tiene que mantener a 3 primos hermanos". A las 2½ después del chubasco, por lomas y el río Guayabo, al mangal,[66] a 1 legua de Imía. Allí Felipe Dom.[67] el Alcalde de Imías—Juan Rodríguez nos lleva, en marcha ruda de noche, costeando vecinos, a cerca del alto de la Yaya. La marcha con velas, a las 3 de la mañana 19.[68]
20. De allí Teodoro Delgado, al Palenque:[69] monte pedregoso, palos amargos y naranja agria: alrededor casi es grandioso el paisaje; vamos cercados de montes, serrudos, tetudos, picudos: monte plegado a todo el rededor: el mar al Sur. A lo alto, paramos bajo unas palmas. Viene llena de cañas la gente. Los vecinos: Estévez,[70] Fromita,[71] Antonio Pérez, de noble porte, sale a San Antonio. De una casa nos mandan café, y luego gallina con arroz. Se huye Jaragüita. ¿Lo azoraron? ¿Va a buscar a las tropas? Un montero trae de Imía la noticia de que han salido a perseguirnos por el Jobo. Aquí esperaremos, como lo teníamos pensado, el práctico para mañana.—Jaraguá,[72] cabeza cónica: un momento antes me decía que quería seguir ya con nosotros hasta el fin. Se fue a la centinela, y se escurrió. Descalzo, ladrón de monte, práctico español: la cara angustiada, el hablar ceceado y chillón, bigote ralo, labios secos, la piel en pliegues, los ojos vidriosos, la cabeza cónica. Caza sinsontes, pichones, con la liria del lechugo. Ahora tiene animales, y mujer. Se descolgó por el monte. No lo encuentran. Los vecinos le temen.—En un grupo hablan de los remedios de la nube en los ojos: agua de sal,—leche del ítamo,[73] "que le volvió la vista a un gallo", la hoja espinuda de la rosetilla bien majada—"una gota de sangre del primero que vio la nube". Luego hablan de los remedios para las úlceras—la piedra amarilla del río Jojo, molida a polvo fino, el excremento blanco y peludo del perro, la miel de limón—el excremento, cernido, y malva. Dormimos por el monte, en yaguas.—Jaraguá, palo fuerte.
21.—A las 6 salimos con Ant°, camino de S. Antonio. En el camino nos detenemos a ver derribar una palma, a machetazos al pie, para coger una colmena, que traen seca, y las celdas llenas de hijos blancos. Gómez hace traer miel, exprime en ella los pichones, y es leche muy rica. A poco, sale por la vereda el anciano negro y hermoso, Luis González,[74] con sus hermanos,[75] y su hijo Magdaleno,[76] y el sobrino Eufemio.[77] Ya él había enviado aviso a Perico Pérez,[78] y con él, cerca de San Antonio, esperaremos la fuerza. Luis me levanta del abrazo. Pero ¡qué triste noticia! ¿Será verdad que ha muerto Flor?[79] ¿el gallardo Flor?: que Maceo[80] fue herido en traición de los indios de Garrido:[81] que José Maceo[82] rebanó a Garrido de un machetazo.[83] Almorzábamos buniato y puerco asado cuando llegó Luis: ponen por tierra, en un mantel blanco, el casabe de su casa. Vamos lomeando a los charrascales otra vez, y de lo alto divisamos al ancho río de Sabanalamar, por sus piedras lo vadeamos, nos metemos por sus cañas, acampamos a la otra orilla.—[84] Bello, el abrazo de Luis, con sus ojos sonrientes, como su dentadura, su barba cana al rape, y su rostro, espacioso y sereno, de limpio color negro. Él es padre de todo el contorno, viste buena rusia, su casa libre es la más cercana al monte. De la paz del alma viene la total hermosura a su cuerpo ágil y majestuoso.—De su tasajo de vaca y sus plátanos comimos mientras él fue al pueblo,[85] y a la noche volvió por el monte sin luz, cargado de vianda nueva, con la hamaca al costado, y de la mano el cataure de miel lleno de hijos.—Vi hoy la yaguama,[86] la hoja fénica, que estanca la sangre, y con su mera sombra beneficia al herido: "machuque bien las hojas, y métalas en la herida, que la sangre se seca". Las aves buscan su sombra.—Me dijo Luis el modo de que las velas de cera no se apagasen en el camino, y es empapar bien un lienzo, y envolverlo apretado alrededor, y con eso, la vela va encendida y se consume menos cera.—El médico preso, en la traición a Maceo, ¿no será el pobre Frank?[87] ¡Ah,—Flor!
22.—Día de espera impaciente. Baño en el río, de cascadas y hoyas, y grandes piedras, y golpes de cañas a la orilla. Me lavan mi ropa azul, mi chamarreta. A mediodía vienen los hermanos de Luis, orgullosos de la comida casera que nos traen: huevos fritos, puerco frito y una gran torta de pan de maíz. Comemos bajo el chubasco, y luego de un macheteo, izan una tienda, techada con las capas de goma. Toda la tarde es de noticias inquietas: viene desertado de las escuadras de Guantánamo un sobrino de Luis, que fue a hacerse de arma, y dice que bajan fuerzas:[88] otro dice que de Batiquirí,—[89] donde está de teniente el cojo Luis Bertot, traidor en Bayamo,—[90] han llegado a San Antonio dos exploradores, a registrar el monte. Las escuadras, de criollos pagados, con un ladrón feroz a la casa, hacen la pelea de España, la única pelea temible en estos contornos. A Luis, que vino al anochecer, le llegó carta de su mujer: que los exploradores,—y su propio hermano es uno de ellos,—van citados por Garrido, el teniente ladrón, a juntársele a la Caridad,[91] y ojeará todo Cajuerí[92]; que en Vega Grande y los Quemados y en muchos otros pasos nos tienen puestas emboscadas.—Dormimos donde estábamos, divisando el camino.—Hablamos hoy de Céspedes[93] y cuenta Gómez la casa de portal en que lo halló en las Tunas,[94] cuando fue, en mala ropa, con quince rifleros a decirle cómo subía, peligrosa, la guerra desde Oriente.[95] Ayudantes pulcros, con polainas. Céspedes: kepis y tenacillas de cigarro. La guerra abandonada a los jefes, que pedían en vano dirección, contrastaba con la festividad del cortejo tunero. A poco, el gobierno tuvo que acogerse a Oriente.—"No había nada, Martí":—ni plan de campaña, ni rumbo tenaz y fijo.—Que la sabina, olorosa como el cedro, da sabor, y eficacia medicinal, al aguardiente.—Que el té de yagruma,—de las hojas grandes de la yagruma—es bueno para el asma.—Juan[96] llegó, el de las escuadras,—él vio muerto a Flor, muerto, con su bella cabeza fría, y su labio roto, y dos balazos en el pecho: el 10 lo mataron. Patricio Corona,[97] errante once días de hambre, se presentó a los Voluntarios.[98]—Maceo y 2 más se juntaron con Moncada.—[99] Se vuelven a las casas los hijos y los sobrinos de Luis.—Ramón,[100] el hijo de Eufemio, con su suave tez achocolatada, como bronce carmíneo, y su fina y perfecta cabeza, y su ágil cuerpo púber,—Magdaleno,[101] de magnífico molde, pie firme, caña enjuta, pantorrilla volada, muslo largo, tórax pleno, brazos graciosos, en el cuello delgado la cabeza pura, de bozo y barba crespa: el machete al cinto, y el yarey alón y picudo.—Luis duerme con nosotros.
23.—A la madrugada, listos; pero no llega Eufemio, que debía ver salir a los exploradores, ni llega respuesta de la fuerza. Luis va a ver, y vuelve con Eufemio. Se han ido los exploradores. Emprendemos marcha tras ellos. De nuestro campamento de 2 días, en el Monte de la Vieja[102] salimos, monte abajo, luego. De una loma al claro por donde se divisa, por el Sur, el palmar de San Antonio, rodeado de jatiales y charrascos, en la hoya fértil de los cañadones, y a un lado y otro montes, y entre ellos el mar. Ese monte, a la derecha, con un tajo como de sangre, por cerca de la copa, es Doña Mariana;[103] ése, al Sur, alto entre tantos, es el Pan de Azúcar. De 8 a 2 caminamos, por el jatial espinudo, con el pasto bueno, y la flor roja y baja del guisaso[104] de tres puyas: tunas, bestias sueltas. Hablamos de las escuadras de Guantánamo cuando la otra guerra.—[105] Gómez elogia el valor de Miguel Pérez: "dio un traspiés, lo perdonaron, y él fue leal siempre al gobierno": "en una yagua recogieron su cadáver[,] lo hicieron casi picadillo": "eso hizo español[106] a Santos Pérez". Y al otro Pérez,[107] dice Luis, Policarpo[108] le puso las partes de antiparras. "Te voy a cortar las partes" le gritó en pelea a Policarpo— "Y yo a ti las tuyas, y te las voy a poner de antiparras: y se las puso."— "Pero ¿por qué pelean contra los cubanos esos cubanos? Ya veo que no es por opinión, ni por cariño imposible a España." "Pelean esos puercos, pelean así por el peso que les pagan, un peso al día menos el rancho que les quitan. Son los vecinos malos de los caseríos, o los que tienen un delito que pagar a la justicia, o los vagabundos que no quieren trabajar, y unos cuantos indios de Batiquirí y de Cajuerí.["][109] Del café hablamos, y de los granos que lo sustituyen, el platanillo y la boruca.[110] De pronto bajamos a un bosque alto y alegre, los árboles caídos sirven de puente a la primer poza, por sobre hojas mullidas y frescas pedreras, vamos, a grata sombra, al lugar de descanso:[111] el agua corre, las hojas de la yagruma blanquean el suelo, traen de la cañada a rastras, para el chubasco, pencas enormes, me acerco al rumor, y veo entre piedras y helechos, por remansos de piedras finas y alegres cascadas, correr el agua limpia. Llegan de noche los 17 hombres de Luis,[112] y él, solo, con sus 63 años, una hora adelante: todos a la guerra: y con Luis va su hijo.
24. Por el cañadón, por el monte de Acosta, por el mucaral de piedra roída, con sus pozos de agua limpia en que bebe el sinsonte, y su cama de hojas secas, halamos, de sol a sol, el camino fatigoso. Se siente el peligro. Desde el Palenque nos van siguiendo de cerca las huellas. Por aquí pueden caer los indios de Garrido. Nos asilamos en el portal de Valentín, mayoral del ingenio Santa Cecilia.—[113] Al Juan[114] fuerte, de buena dentadura, que sale a darnos la mano tibia; cuando su tío Luis lo llama al cercado:—"Y tú, ¿por qué no vienes?" "¿Pero no ve cómo me come el bicho?"—El bicho,—la familia.—¡Ah, hombres alquilados,—salario corruptor! Distinto, el hombre propio, el hombre de sí mismo.—¿Y esta gente? ¿qué tiene que abandonar? ¿la casa de yaguas, que les da el campo, y hacen con sus manos? ¿los puercos, que pueden criar en el monte? Comer, lo da la tierra: calzado, la yagua y la majagua: medicina, las yerbas y cortezas; dulce, la miel de abeja.—Más adelante, abriendo hoyos para la cerca, el viejo barbón y barrigudo, sucia la camiseta y el pantalón a los tobillos;— y el color terroso, y los ojos viboreznos y encogidos:—"¿Y Uds., que hacen?"—"Pues aquí estamos haciendo estas cercas".—Luis maldice, y levanta el brazo grande por el aire. Se va a anchos pasos, temblándole la barba.
25.—Jornada de guerra.[115]—A monte puro vamos acercándonos, ya en las garras de Guantánamo,[116] hostil[117] en la primer guerra,[118] hacia Arroyo Hondo. Perdíamos el rumbo. Las espinas nos tajaban. Los bejucos nos ahorcaban y azotaban. Pasamos por un bosque de jigüeras, verdes, pegadas al tronco desnudo, o a ramo ralo. La gente va vaciando jigüeras, emparejándoles la boca. A las once, redondo tiroteo. Tiro graneado, que retumba; contra tiros velados y secos. Como a nuestros mismos pies es el combate: entran, pesadas, tres balas que dan en los troncos. “¡Qué bonito es un tiroteo de lejos!” dice el muchachón agraciado de San Antonio,—un niño. “Más bonito es de cerca”, dice el viejo. Siguiendo nuestro camino subimos a la margen del arroyo. El tiroteo se espesa; Magdaleno, sentado contra un tronco, recorta adornos en su jigüera nueva. Almorzamos huevos crudos, un sorbo de miel, y chocolate de “La Imperial”[119] de Santiago de Cuba.—A poco, las noticias: dos vienen del pueblo.[120] Y ya han visto entrar un muerto, y 25 heridos: Maceo[121] vino a buscarnos, y espera en los alrededores:[122] a Maceo, alegremente. Dije en carta a Carmita:—[123] "En el camino mismo del combate nos esperaban los cubanos triunfadores: se echan de los caballos abajo, los caballos que han tomado a la guardia civil: se abrazan y nos vitorean: nos suben a caballo y nos calzan la espuela"[124] ¿cómo no me inspira horror, la mancha de sangre que vi en el camino? ¿ni la sangre a medio secar, de una cabeza que ya está enterrada, con[125] la cartera que le puso de descanso un jinete nuestro? Y al sol de la tarde emprendimos la marcha de victoria, de vuelta al campamento. A las 12 de la noche habían salido, por ríos y cañaverales y espinares, a salvarnos: acababan de llegar, ya cerca, cuando les cae encima el español: sin almuerzo pelearon las 2 horas, y con galletas engañaron el hambre del triunfo: y emprendían el viaje de 8 leguas, con tarde primera alegre y clara, y luego, por bóvedas de púas, en la noche oscura. En fila de a uno iba la columna larga. Los ayudantes pasan corriendo y voceando. Nos revolvemos, caballos y de a pie en los altos ligeros. Entra al cañaveral, y cada soldado sale con una caña de él.["][126] (Cruzamos el ancho ferrocarril: oímos los pitazos del oscurecer en los ingenios: vemos, al fin del llano, los faros eléctricos). "Párese la columna, que hay un herido atrás.["][127] Uno hala su pierna atravesada, y Gómez lo monta a su grupa. Otro herido no quiere: "No, amigo: yo no estoy muerto": y con la bala en el hombro sigue andando. ¡Los pobres pies, tan cansados! Se sientan, rifle al lado, al borde del camino: y nos sonríen gloriosos. Se oye algún ay, y más risas, y el habla contenta. "Abran camino", y llega montado el recio Cartagena, Teniente Coronel que lo ganó en la guerra grande, con un hachón prendido de cardona, clavado como una lanza, al estribo de cuero. Y otros hachones, de tramos en tramos. O encienden los árboles secos, que escaldan y chisporrotean, y echan al cielo su fuste de llama y una pluma de humo. El río[128] nos canta. Aguardamos a los cansados. Ya están a nuestro alrededor, los yareyes en la sombra. Ya es la última agua, y del otro lado el sueño.[129] Hamacas, candelas, calderadas, el campamento ya duerme: al pie de un árbol grande iré luego a dormir, junto al machete y el revólver, y de almohada mi capa de hule: ahora hurgo el jolongo, y saco de él la medicina para los heridos. Cariñosas las estrellas, a las 3 de la madrugada. A las 5, abiertos los ojos, Colt[130] al costado, machete al cinto, espuela a la alpargata, y a caballo".—[131] Murió Alcil Duvergié,[132] el valiente: de cada fogonazo, su hombre: le entró la muerte por la frente: a otro, tirador, le vaciaron una descarga encima: otro cayó, cruzando temerario el puente.—¿Y a dónde, al acampar, estaban los heridos? Con trabajo los agrupo, al pie del más grave, que creen pasmado, y viene a andas en una hamaca, colgando de un palo. Del jugo del tabaco, apretado a un cabo en la boca, se le han desclavado los dientes. Bebe descontento un sorbo de marrasquino. ¿Y el agua, que no viene, el agua de las heridas, que al fin traen en un cubo turbio? La trae fresca el servicial Evaristo Zayas, de Ti Arriba.[133]—¿Y el practicante, ¿dónde está el practicante,? que no viene a sus heridos?—: Los otros tres se quejan, en sus capotes de goma. Al fin llega, arrebujado en una colcha, alegando calentura. Y entre todos, con Paquito Borrero de tierna ayuda, curamos la herida de la hamaca, una herida narigona, que entró y salió por la espalda: en una boca cabe un dedal, y una avellana en la otra: lavamos, iodoformo,[134] algodón fenicado. Al otro, en la cabeza del muslo: entró y salió. Al otro, que se vuelve de bruces, no le salió la bala de la espalda: allí está, al salir, en el manchón rojo e hinchado: de la sífilis tiene el hombre comida la nariz y la boca: al último, boca y orificio, también en la espalda: tiraban, rodilla en tierra, y el balazo bajo les atravesó las espaldas membrudas,[sic] A Antonio Suárez, de Colombia, primo de Lucila Cortés, la mujer de Merchán,[135] la misma herida. Y se perdió a pie, y nos halló luego.—
26.—A formar, con el sol. A caballo, soñolientos. Cojea la gente, a[ú]n no repuesta. Apenas comieron anoche. Descansamos, a eso de las 10, a un lado y otro del camino.[136] De la casita pobre envían de regalo una gallina al “General Matías”,—[137] y miel. De tarde y noche escribo, a New York,[138] a Antonio Maceo, que está cerca, e ignora n/ llegada; y la carta de Manuel Fuentes[139] al World,[140] que acabé con lápiz sobre la mano, al alba. A ratos ojeé ayer[141] el campamento tranquilo y dichoso: llama la corneta: traen cargas de plátanos al hombro: mugen las reses cogidas, y las degüellan: Victoriano Garzón, el negro juicioso de bigote y perilla, y ojos fogosos, me cuenta, humilde y ferviente, desde su hamaca, su asalto triunfante al Ramón de las Yaguas:[142] su palabra es revuelta e intensa, su alma bondadosa, y su autoridad natural: mima, con verdad, a sus ayudantes blancos, a Mariano Sánchez[143] y a Rafael Portuondo;[144] y si yerran en un punto de disciplina, les levanta el yerro. De carnes seco, dulce de sonrisa: la camisa azul, y negro el pantalón: cuida, uno a uno, de sus soldados.—José Maceo, formidable, pasea el alto cuerpo: aún tiene las manos arpadas, de la maraña del pinar y del monte, cuando se abrió en alas la expedición perseguida de Costa Rica,[145] y a Flor lo mataron, y Antonio llevó a dos consigo, y José quedó al fin solo: hundido bajo la carga, moribundo de frío en los pinos húmedos, los pies gordos y rotos: y llegó, y ya vence.
27.—El campamento al fin, en la estancia de Filipinas.[146] Atiendo en seguida al trabajo de la jurisdicción:[147] Gómez, escribe junto a mí, en su hamaca.—A la tarde, Pedro Pérez,[148] el primer sublevado de Guantánamo: de 18 meses de escondite, salió al fin, con 37, seguido de muerte, y hoy tiene 200. En el monte, con los 17 de la casa, está su mujer, que nos manda la primer bandera. ¡Y él, sirvió a España en las escuadras, en la guerra grande! Lealtad de familia a Miguel Pérez.—Apoyado en su bastón, bajo de cuerpo, con su leontina de plata, caídas las patillas pocas por los lados del rostro enjuto y benévolo, fue, con su gente brava, a buscar a Maceo en vano por todo Baracoa, en los dientes de los indios: su jipijapa está tinto de púrpura, y bordada de mujer es la trenza de color de su sombrero, con los cabos por la espalda.—Él no quiere gente a caballo, ni monta él: ni tiene a bien los capotes de goma, sino la lluvia pura; sufrida en silencio.
28.—Amanezco al trabajo. A las 9 forman, y Gómez, sincero y conciso, arenga: Yo hablo, al sol. Y al trabajo. A que quede ligada esta fuerza en el espíritu unido: a fijar, y dejar ordenada, la guerra enérgica y magnánima: a abrir vías con el Norte,[149] y servicio de parque: a reprimir cualquier intentona de perturbar la guerra con promesas. Escribo la circular a los jefes, a que castiguen con la pena de traición la intentona,—la circular a los hacendados,—[150] la nota de Gómez a las fincas,—cartas a amigos probables,—cartas para abrir el servicio de correo y parque,—[151] cartas para la cita a Brooks,—[152] nota al gobierno inglés,[153] por el cónsul de Guantánamo, incluyendo la declaración de José Maceo sobre la muerte casual, de un tiro escapado a Corona, de un marino de la goleta Honor,[154] en que vino la expedición de Fortune Island,—[155] instrucciones a José Maceo, a quien Gómez nombra Mayor General,—nota a Ruenes,[156] invitándole a enviar el representante de Baracoa a la Asamblea de Delegados del pueblo cubano revolucionario para elegir el gobierno que deba darse la revolución,—carta a Masó.—[157] Vino Luis Bonne,[158] a quien Gómez buscaba, por sagaz y benévolo, para crearme una escolta. Y de Ayudante trae a Ramón Garriga y Cuevas,[159] a quien de niño solía yo agasajar, cuando lo veía travieso o desamado en Nueva York, y es manso, afectuoso, lúcido y valiente.
29.—Trabajo: Ramón queda a mi lado. En el ataque de Arroyo Hondo un flanco nuestro, donde estaba el hermano de un teniente criollo, mató al teniente, en la otra fuerza.—Se me fue, con su hijada, Luis González. "Ese rostro quedará estampado aquí". Y me lo decía con rostro celeste.
30.—Trabajo.—Antonio Suárez, el colombiano, habla quejoso y díscolo, que desatendido, que coronel.— Maceo, alegando operación urgente, no nos esperará. Salimos mañana.[160]
1 de Mayo.—Salimos del campamento, de Vuelta Corba. Allí fue donde Policarpo Pineda, el Rustán, el Polilla, hizo abrir en pedazos a Francisco Pérez, el de las escuadras. Polilla, un día, fusiló a Jesús:[161] llevaba al pecho un gran crucifijo, una bala le metió todo un brazo de la cruz en la carne: y a la cruz, luego, le descargó los cuatro tiros. De eso íbamos hablando por la mañana cuando salió al camino, ya en la región florida de los cafetales, con plátano y cacao, a una mágica hoya, que llaman la Fontina, y en lo hondo del vasto verdor enseña apenas el techo de guano, y al lado, con su flor morada, el árbol del caracolillo. A poco más, el Kentucky,[162] el cafetal de Pezuela, con los secadores grandes de mampostería frente a la casa, y la casa, alegre y espaciosa, de blanco y balcones; y el gran bajo con las máquinas, y a la puerta Nazario Soncourt,[163] mulato fino, con el ron y el jarro de agua en un taburete, y vasos. Salen a vernos los Thoreau,[164] de su vistoso cafetal, con las casitas de mampostería y teja: el menor,[165] colorado, de afán y los ojos ansiosos y turbios, tartamudea: “¿—pero podemos trabajar aquí, verdad? podemos seguir trabajando”.—Y eso no más dice, como un loco.—Llegamos al monte. Estanislao Cruzat, buen montuno, caballerizo de Gómez, taja dos árboles por cerca del pie, clava al frente de cada uno dos horquetas y otras de apoyo al tronco, y cruces, y varas a lo largo, y ya está el banco. Del descanso corto, a la vereda espesa,[166] en la fértil tierra de Ti-Arriba.[167] El sol brilla sobre la lluvia fresca: las naranjas cuelgan de sus árboles ligeros: yerba alta cubre el suelo húmedo: delgados troncos blancos cortan, salteados, de la raíz al cielo azul, la selva verde: se trenza a los arbustos delicados el bejuco, a espiral de aros iguales, como de mano de hombre, caen a tierra de lo alto; meciéndose el aire, los cupeyes: de un curujey, prendido a un jobo, bebo el agua clara: chirrían, en pleno sol los grillos.—[168] A dormir, a la casa del "español malo":[169] huyó a Cuba:[170] la casa, techo de zinc y suelo puerco: la gente se echa sobre los racimos de plátanos montados en vergas por el techo, sobre dos cerdos, sobre palomas y patos, sobre un rincón de yucas. Es la Demajagua.[171]
2.—Adelante, hacia Jaragüeta.[172] En los ingenios. Por la caña vasta, y abandonada de Sabanilla:[173] va Rafael Portuondo a la casa, a traer las 5 reses: vienen en mancuerna: ¡pobre gente, a la lluvia! Llegamos a Leonor,[174] y ya, desechando la tardía comida, con queso y pan nos habíamos ido a la hamaca, cuando llega, con caballería de Zefí,[175] el corresponsal del Herald,[176] George Eugene Bryson.[177] Con él trabajo hasta las 3 de la mañana. 3.[178]—A las 5,[179] con el Coronel Perié,[180] que vino anoche a su cafetal de Jaragüeta,[181] en una altura, y un salón como escenario, y al pie en vasto cuadro, el molino, ocioso, del cacao y café. De lo alto, a un lado y otro, cae, bajando, el vasto paisaje, y dos aguas cercanas, de lechos de piedras en lo hondo, y palmas sueltas y fondo de monte, muy lejano. Trabajo el día entero, en el manifiesto al Herald, y más para Bryson.[182] A la 1,[183] al buscar mi hamaca, veo a muchos por el suelo, y creo que se han olvidado de colgarla. Del sombrero hago almohada: me tiendo en un banco: el frío me echa a la cocina encendida: me dan la hamaca vacía: un soldado me echa encima un mantón viejo: a las 4, diana.—[184]
4.—Se va Bryson. Poco después, el consejo de guerra de Masabó.[185] Violó y robó. Rafael[186] preside, y Mariano[187] acusa. Masabó sombrío, niega: rostro brutal. Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo, del gentío, un hombre pela una caña.[188] Gómez arenga: "Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano”, Masabó, que no se ha temblado[sic], alza con odio los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: “¡Que viva!” Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó, sin que se le caigan los ojos, ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano;[189] al sol. Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más, y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. "¿Cómo me pongo, Coronel?[190] De frente o de espalda?" "De frente". En la pelea era bravo.[191]
5.—Maceo[192] nos había citado para Bocuey,[193] a donde no podremos llegar a las 12, a la hora a que nos cita. Fue anoche el propio, a que espere en su campamento. Vamos,—con la fuerza toda. De pronto, unos jinetes. Maceo, en un caballo dorado, en traje de holanda gris: ya tiene plata la silla, airosa y con estrellas.— Salió a buscarnos, porque tiene a su gente de marcha: al ingenio cercano, a Mejorana,[194] va Maspón[195] a que adelanten almuerzo para cien. El ingenio nos ve como de fiesta: a criados y trabajadores se les ve el gozo y la admiración: el amo, anciano colorado y de patillas, de jipijapa y pie pequeño, trae Vermouth,[196] tabacos, ron, malvasía. "Maten tres, cinco, diez, catorce gallinas". De seno abierto y chancleta viene una mujer a ofrecernos aguardiente verde, de yerbas: otra trae ron puro. Va y viene el gentío. De ayudante de Maceo lleva y trae, ágil y verboso, Castro Palomino,[197] Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes,—y una Secretaría General:— la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como secretaría del ejército. Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: “¿pero U. se queda conmigo o se va con Gómez?” Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante.[198] Lo veo herido —"lo quiero—me dice— menos de lo que lo quería"— por su reducción a Flor en el encargo de la expedición,[199] y gasto de sus dineros. Insisto en deponerme ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno. No quiere que cada jefe de Operaciones mande el suyo, nacido de su fuerza: él mandará los cuatro de Oriente: "dentro de 15 días estarán con Ud.— y serán gentes que no me las pueda enredar allá el Doctor Martí".— En la mesa, opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvese al asunto: me hiere, y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar[,] de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo: el Ejército, libre,—y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir. Que va a caer la noche sobre Cuba,[200] y ha de andar seis horas. Allí, cerca, están sus fuerzas: pero no nos lleva a verlas: las fuerzas reunidas de Oriente—Rabí,[201] de Jiguani,[202] Busto, de Cuba, las de José,[203] que trajimos. A caballo, adiós rápido. “Por ahí se van Uds.”—y seguimos, con la escolta mohína; ya entrada la tarde, sin los asistentes, que quedaron con José, sin rumbo cierto, a un galpón del camino, donde no desensillamos. Van por los asistentes: seguimos, a otro rancho fangoso,[204] fuera de los campamentos, abierto a ataque. Por carne manda Gómez al campo de José: la traen los asistentes. Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos.—[205]
7.—De Jagua salimos, y de sus mambises viejos y leales, por el Mijial. En el Mijial, los caballos comen la piña forastera,[206] y de ella, y de cedros hacen tapas para galones. A César le dan agua de hojas de guanábana, que es pectoral bueno y cocimiento grato. En el camino nos salió Prudencio Bravo, el guardián de los heridos a decirnos adiós. Vimos a la hija de Nicolás Cedeño, que habla contenta, y se va con sus 5 hijos a su monte de Holguín.[207] Por el camino de Barajagua—"aquí se peleó mucho", "todo esto llegó a ser nuestro"— vamos hablando de la guerra vieja.[208] Allí, del monte tupido de los lados, o de los altos y curvos enlomados del camino, se picaban a las columnas, que al fin, cesaron: por el camino se va a Palma[209] y a Holguín.[210] Zefí dice que por ahí trajo él a Martínez Campos,[211] cuando vino a su primer conferencia[212] con Maceo: "El hombre salió colorado como un tomate, y tan furioso que tiró el sombrero al suelo, y me fue a esperar a media legua". Andamos cerca de Baraguá. Del camino salimos a la sabana de Pinalito, que cae, corta, al arroyo de las Piedras,[213] y tras él, a la loma de la Risueña, de suelo rojo y pedregal, combada como un huevo, y al fondo graciosas cabezas de monte, de extraños contornos: un bosquecillo, una altura que es como una silla de montar,[214] una escalera de lomas. Damos de lleno en La Sabana de Vio,[215] concha verde, con el monte en torno, y palmeras en él, y en lo abierto un cayo u otro, como florones, o un espino solo, que da buena leña: las sendas negras van por la yerba verde, matizada de flor morada y blanca. A la derecha, por lo alto de la sierra espesa, la cresta de pinos.[216] Lluvia recia. Adelante va la vanguardia, uno con la yagua a la cabeza, otro con una caña por el arzón, o la yagua en descanso, o la escopeta. El alambre del telégrafo se revuelca en la tierra. Pedro pasa, con el portabandera desnudo,—una vara de...:[217] A Zefí, con la cuchara de plomo en la cruz de la bandolera, le cose la escarapela el ala de atrás. A Chacón,[218] descalzo, le relumbra, de la cintura a la rodilla el pavón del rifle. A Zambrano,[219] que se hala, le cuelga por la cadera el cacharro de hervir. Otro por sobre el saco, lleva una levita negra. Miro atrás, por donde vienen, de cola de la marcha, los mulos y los bueyes, y las tercerolas de retaguardia, y sobre el cielo gris veo, a paso pesado, tres [ ] [220] y uno, como poncho, lleva por la cabeza una yagua. Por la sabana que sigue, por Hato del Medio,[221] famosa en la guerra[222] seguimos con la yerba ahogada del aluvión, al campamento,[223] allá detrás de aquellas pocas reses. "Aquí, me dijo Gómez, nació el cólera, cuando yo vine con doscientas armas y 4000 libertos, para que no se los llevasen los españoles, y estaba esto cerrado de reses, y mataron tantas, que del hedor se empezó a morir la gente, y fui regando la marcha con cadáveres: 500 cadáveres dejé en el camino a Tacajó". Y entonces me cuenta lo de Tacajó, el acuerdo entre Céspedes y Donato Mármol.[224] Céspedes, después de la toma de Bayamo,[225] desapareció. Eduardo Mármol,[226] culto y funesto, aconsejó a Donato la Dictadura.[227] Félix Figueredo[228] pidió a Gómez que apoyase a Donato, y entrase en lo de la Dictadura, a lo que Gómez le dijo que ya lo había pensado hacer, y lo haría, no por el consejo de él, sino para estar dentro, y de adentro impedirlo mejor: "Sí, decía Félix, porque a la revolución le ha nacido una víbora". "Y lo mismo era él", me dijo Gómez. De Tacajó envió Céspedes a citar a Donato a conferencia cuando ya Gómez estaba con él, y quiso Gómez ir primero, y enviar luego recado. Al llegar donde Céspedes, como Gómez se venía con la guardia que halló como a un cuarto de legua, creyó notar confusión y zozobra en el campamento, hasta que Marcano[229] salió a Gómez que le dijo: "Ven acá, dame un abrazo".— Y cuando los Mármoles llegaron, a la mesa de cincuenta cubiertos, y se habló allí de la diferencia, desde las primeras consultas se vio que, como Gómez[,] los demás opinaban por el acatamiento a la autoridad de Céspedes. "Eduardo se puso negro". "Nunca olvidaré el discurso de Eduardo Arteaga:["] "El sol, dijo, con todo su esplendor, suele ver oscurecida su luz por repentino eclipse; pero luego brilla con nuevo fulgor, más luciente por su pasajero oscurecimiento: así ha sucedido al sol Céspedes". Habló José Joaquín Palma.[230] "¿Eduardo?[231] Dormía la siesta un día, y los negros hacían bulla en el batey. Mandó callar y aún halaban. "Ah, ¿no quieren entender?". ["]Tomó el revólver,—él era muy buen tirador—: y hombre al suelo, de una bala en el pecho. Siguió durmiendo"— Ya llegamos, a son de corneta, a los ranchos, y la tropa formada bajo la lluvia, de Quintín Bandera.[232] Nos abraza, muy negro, de bigote y barbija, en botas, capa y jipijapa, Narciso Moncada, el hermano de Guillermo; "¡ah, solo que falta un número!" Quintín, sesentón, con la cabeza metida en los hombros, troncudo de cuerpo, la mirada baja y la palabra poca, nos recibe a la puerta del rancho: arde de la calentura: se envuelve en su hamaca: el ojo, pequeño y amarillo, parece como que le viene de hondo, y hay que asomarse a él: a la cabeza de su hamaca hay un tamboril. Deodato Carvajal[233] es su teniente, de cuerpo fino, y mente de ascenso, capaz y ordenada: la palabra, por afinarse, se revuelve, pero hay en él método, y mando, y brío para su derecho y el ajeno: me dice que por él recibía mis cartas Moncada.[234] Narciso Moncada, verboso y fornido, es de bondad y pompa: "en verbo de licor, no gasto nada": su hermano está enterrado—"más abajo de la altura de un hombre, con planos de ingeniero—, donde solo lo sabemos unos pocos, y si yo me muero, otro sabe, y si ese se muere, otro, y la sepultura siempre se salvará." "¿Y a nuestra madre, que nos la han tratado como si fuera la madre de la patria?" Dominga Moncada ha estado en el Morro[235] tres veces: y todo porque aquel General que se murió la llamó para decirle que tenía que ir a proponerle a sus hijos, y ella le dijo: Mire, General, si yo veo venir a mis hijos, por una vereda, y lo veo venir a U. del otro lado, les grito: "huyan, mis hijos, que éste es el general español".—A caballo entramos al rancho, por el mucho fango de afuera, para podernos desmontar, y del lodo y el aire viene hedor, de la mucha res que han muerto cerca: el rancho, gacho, está tupido de hamacas. A un rincón, en un cocinazo, hierven calderos. Nos traen café, ajengibre, cocimiento de hoja de guanábana. Moncada, yendo y viniendo, alude al abandono en que dejó Quintín a Guillermo—Quintín me habla así: "y luego tuvo el negocio que se presentó con Moncada, o lo tuvo él conmigo, cuando me quiso mandar con Masó, y pedí mi baja.["][236] Carvajal había hablado de "las decepciones" sufridas por Bandera. Ricardo Sarterius,[237] desde su hamaca, me habla de Purnio,[238] cuando les llegó el telegrama falso de Cienfuegos[239] para alzarse: me habla de la alevosía con su hermano Manuel,[240] a quien Miró[241] hurtó sus fuerzas, y "forzó a presentarse["]:[242] "le iba esto",—la garganta.—Vino Calunga,[243] de Masó, con cartas para Maceo: no acudirá a la cita de Maceo[244] muy pronto, porque está amparando una expedición del Sur que acaba de llegar. Se pelea mucho en Bayamo.[245] Está en armas Camagüey.[246] Se alzó el Marqués,[247] y el hijo de Agramonte.—[248] Hiede.
Cartel para "Páginas del diario de José Martí" (Jorge Massip, 1971) © Servando Cabrera Moreno
"Desde las primeras comunicaciones a
los corresponsales y desde las primeras noticias que consigna en su Diario, Martí
es otro del que conocíamos: jovial, placentero, juvenil, locuaz, llano, familiarizado con la vida campesina, aceptando con beneplácito sus pobres alimentos y ropas, servicios y agasajos. Pero ¿es que sabíamos cómo era Martí antes de estas revelaciones (...)? [L]a imagen del Diario es más fiel que
ninguna otra (...) El resto es biografía, historia, cultura y moral, política y arte:
esto en cambio es Martí."
Ezequiel Martínez Estrada, Martí revolucionario, Casa de las Américas, La Habana, 1967, p. 380.
8—A trabajar a una altura vecina, donde levantan el nuevo campamento:[249] ranchos de troncos, atados con bejuco, techados con palma. Nos limpian un árbol, y escribimos al pié—Cartas a Miró—de Gómez, como a Coronel, seguro de que ayudará "al Brigadier Ángel Guerra, nombrado Jefe de Operaciones",[250]—mía, con el fin de que sin desnudarle el pensamiento, vea la conveniencia y justicia de aceptar y ayudar a Guerra.—Miró hace de árbitro de la comarca, como Coronel. Guerra sirvió los 10 años,[251] y no lo obedecería.—[252] Cartas a prominentes de Holguín,[253] y circulares:—A Guadalupe Pérez, acaudalado,—a Rafael Manduley,[254] procurador,—a Francisco Frexes,[255] abogado.—En la mesa, sin rumbo, funge el consejo de guerra de Isidro Tejera,[256] y Onofre y José de la O. Rodríguez: los pacíficos dieron parte del terror en que pusieron al vecindario: el Capitán Juan Peña y Jiménez.—Juan el Cojo, que sirvió “en las tres guerras”[257], de una pierna solo tiene el muñón, y monta a caballo de un salto,—oyó el susto a los vecinos, y vio las casas abandonadas, y depone que los tres le negaron las armas, y profirieron amenazas de muerte.—El consejo, enderezado de la confusión, los sentencia a muerte. Vamos al rancho nuevo, de alas bajas, sin paredes.—José Gutiérrez, el corneta afable que se lleva Paquito, toca a formación. Al silencio de las filas traen los reos: y lee Ramón Garriga la sentencia, y el perdón. Habla Gómez de la necesidad de la honra en las banderas: "ese criminal ha manchado nuestra bandera." Isidro, que venía llorando, pide licencia de hablar: habla gimiendo, y sin idea, que muere sin culpa, que no lo dejarán morir, que es imposible que tantos hermanos no le pidan el perdón. Tocan marcha. Nadie habla. Él gime, se retuerce en la cuerda, no quiere andar. Tocan marcha otra vez, y las filas siguen, de dos en fondo. Con el reo, que implora, Chacón y cuatro rifles, empujándolos. Detrás, solo, sin sus polainas, saco azul y sombrero pequeño, Gómez.—Otros atrás, pocos, y Moncada,—que no va al reo, ya en el lugar de muerte, llamando desolado, sacándose el reloj, que Chacón le arrebata, y tira en la yerbas[258] [ ] [259] manda Gómez, con el rostro demudado, y empuña su revólver, a pocos pasos del reo. Lo arrodillan, al hombre espantado, que aún, en aquella rapidez, tiene tiempo, sombrero en mano, para volver la cara dos o tres veces. A dos varas de él, los rifles bajos. "¡Apunten!", dice Gómez: ["]¡Fuego!["] Y cae sobre la yerba, muerto.—De los dos perdonados,—cuyo perdón aconsejé y obtuve,—uno, ligeramente cambiado el color pardo, no muestra espanto, sino sudor frío: otro, con sus cuerdas por los codos, está como si aún se hiciese atrás, como si huyese el cuerpo, ido de un lado lo mismo el rostro, que se le chupó y desencajó.— Él, cuando les leyeron la sentencia, en el viento y en las nubes de la tarde, sentados los tres por tierra, con el pie en el cepo de varas, se apretaba con la mano las sienes. El otro, Onofre, oía como sin entender, y volvía la cabeza a los ruidos. "El Brujito", el muerto, mientras esperaba el fallo, escarbaba, doblado, la tierra,—o alzaba de repente el rostro negro, de ojos pequeños y nariz hundida de puente ancho.—El cepo fue hecho al vuelo: una vara recia en tierra, otra más fina al lado, atada por arriba, y clavada abajo de modo que deje paso estrecho al pie preso.—“El Brujito”, decían luego, era bandido de antes: "puede Ud. jurar, decía Moncada, que deja su entierro de catorce mil pesos".—Sentado en un baúl, en el rancho, al rededor de la vela de cera; Moncada cuenta la última marcha de Guillermo moribundo; cuando iba a la cita con Masó. A la prisión entró Guillermo sano, y salió de ella delgado, caído, echando sangre en cuajos a cada tos. Un día, en la marcha, se sentó en el camino, con la mano a la frente: "me duele el cerebro": y echó a chorros la sangre, en cuajos rojos—"estos son de la pulmonía"—decía luego Guillermo revolviéndolos—"y estos, los negros, son de la espalda". Zefi[sic] cuenta, y Gómez[,] de la fortaleza de Moncada. "Un día[,] dice, lo hirieron en la rodilla y se le montó un hueso sobre el otro, así", y se puso al pecho un brazo sobre otro: "no se podía poner los huesos en lugar, y entonces, por debajo de los brazos lo colgamos, en aquel rancho más alto que éste, y yo me abracé a su pierna, y con todas mis fuerzas me dejé descolgar, y el hueso volvió a puesto, y el hombre no dijo palabra”. Zefí es altazo, de músculo seco: “y me quedo de bandido en el monte si quieren otra vez acabar con infamias." "Una cosa tan bien plantificada como ésta, dice Moncada, y andar con ella trafagando".—Se queja él con amargura del abandono y engaño en que tenía a Guillermo Urbano Sánchez,—[260] Guillermo ansioso siempre de la compañía blanca: "le digo que en Cuba hay una división horrorosa." Y se le ve el recuerdo rencoroso en la censura violenta a Mariano Sánchez cuando en el Ramón de las Yaguas abogó porque se cumpliese al Teniente rendido la palabra de respetarle las armas, y Mariano que se veía con escopeta, y a otros más, quería echarse sobre los 60 rifles.—"¿Y usted quién es, dice Narciso que le dijo Mariano[,] para dar voto en esto?"—y Gómez expresa la idea de que Mariano "no tiene cara de cubano, por más que U. me diga,—y dispénseme".—Y de que el padre anda fuera, y mandó al hijo adentro, para estar a la vez en los dos campos.—[261] Mucho vamos hablando de la necesidad de picar al enemigo aturdido, y sacarlo sin descanso a la pelea,—de cuajar con la pelea el ejército revolucionario desocupado,—de mudar campos como éste, de 400 hombres, que cada día aumentan, y comen en paz y guardan 300 caballos, en fuerza más ordenada y activa, que "yo, con mis escopetas y mis dos armas de precisión, sé cómo armarme”, dice Bandera: Bandera, que pasó allá abajo el día, en su hamaca solitaria, en el rancho fétido. 9.—[262] Adiós, a Bandera,—a Moncada,—al fino Carvajal que quisiera irse con nosotros, a los ranchos donde asoma la gente, saludando con los yareyes: "¡Dios los lleve con bien, mis hermanos[!]—"[263] Pasamos, sin que uno solo vuelva a ella los ojos, junto a la sepultura. Y a poco andar por el hato lodoso, se sale a la sabana,[264] y a unos mangos al fondo: es Baraguá: son los mangos, aquellos dos troncos con una sola copa, donde Martínez Campos conferenció con Maceo. Va de práctico un mayaricero que estuvo allí entonces: "Martínez Campos lo fue a abrazar, y Maceo le puso el brazo por delante, así: ahí fue que tiró el sombrero al suelo. Y cuando le dijo que ya García[265] había entrado, viera el hombre cuando Antonio le dijo: "¿quiere Vd. que le presente a García?": "García estaba allí, en ese monte: todo ese monte era de cubanos no más. Y de ese lado había otra fuerza, si venían con traición". De los llanos de la protesta,[266] salimos al borde alto, del rancho abandonado, de donde se ve el brazo del río, aún seco ahora con todo el cauce de yerbal, y los troncos caídos cubiertos de bejuco, con flores azules y amarillas, y luego de un recodo, la súbita bajada: “¡Ah, Cauto[!]["]—dice Gómez—["]¡cuánto tiempo hacía que no te veía!" Las barrancas feraces y elevadas penden, desgarradas a trechos, hacia el cauce, estrecho aún, por donde corren, turbias y revueltas, las primeras lluvias. De suave reverencia se hincha el pecho, y cariño poderoso, ante el vasto paisaje del río amado. Lo cruzamos, por cerca de una seiba, y, luego del saludo a una familia mambí, muy gozosa de vernos, entramos al bosque claro, de sol dulce, de arbolado ligero, de hoja acuosa. Como por sobre alfombra van los caballos, de lo mucho del césped. Arriba el curujeyal da al cielo azul, o la palma nueva, o el dagame, que da la flor más fina, amada de la abeja, o la guásima, o la jatía. Todo es festón y hojeo, y por entre los claros, a la derecha, se ve el verde del limpio, a la otra margen, abrigado y espeso.[267] Veo allí el ateje, de copa alta y menuda, de parásitas y curujeyes; el cajueirán,[268] "el palo más fuerte de Cuba", el grueso júcaro, el almácigo, de piel de seda, la jagua de hoja ancha, la preñada güira, el jigüe duro, de negro corazón para bastones, y cáscara de curtir, el jubabán, de fronda leve, cuyas hojas, capa a capa, "vuelven raso al tabaco", la caoba, de corteza brusca, la quiebrahacha de tronco estriado, y abierto en ramos recios, cerca de las raíces, (el caimitillo y el cupey y la picapica) y la yamagua, que estanca la sangre:—A Cosme Pereira nos hallamos en el camino, y con él a un hijo de Eusebio Venero, que se vuelve a anunciarnos a Altagracia.[269] Aún está en Altagracia Manuel Venero,[270] tronco de patriotas, cuya hermosa hija Panchita[271] murió, de no querer ceder al machete del asturiano Federicón.[272] Con los Venero era muy íntimo Gómez, que de Manuel osado hizo un temido jefe de guerrilla, y por Panchita sentía viva amistad, que la opinión llamaba amores. El asturiano se llevó la casa un día, y en la marcha iba dejando a Panchita atrás, y solicitándola, y resistiendo ella.—"¿Tú no quieres porque eres querida de Gómez?". Se irguió ella, y él la acabó, con su propia mano.—[273] Su casa hoy nos recibe con alegría, en la lluvia oscura, y con buen café.—Con sus holguineros se alberga allí Miró, que vino a alcanzarnos al camino: de aviso envió a Pancho Díaz, mozo que por una muerte que hizo se fue a asilar a Monte Cristi, y es práctico de ríos, que los cruza en la cresta, y enlazador, y hoceador de puercos, que mata a machetazos. Miró llega, cortés en su buen caballo: le veo el cariño cuando me saluda: él tiene fuerte habla catalana; tipo fino; barba en punta y calva, ojos vivaces. Dio a Guerra su gente, y con su escolta de mocetones subió a encontrarnos.—"Venga, Rafael".[274]—Y se acerca, en su saco de nipe[275] amarillo, chaleco blanco, y jipijapa de ala corta a la oreja Rafael Manduley, el procurador de Holguín, que acaba de salir al campo. La gente, bien montada, es de muy buena cepa. Jaime Muñoz, peinado al medio, que administra bien, José González,[276] Bartolo Rocaval, Pablo García, el práctico sagaz, Rafael Ramírez, Sargento primero de la guerra, enjuto, de bigotillo negro, Juan Oro, Augusto Feria, alto y bueno, del pueblo, cajista y de letra, Teodorico Torres, Nolasco Peña, Rafael Peña, Luis Jerez, Francisco Díaz, Inocencio Sosa, Rafael Rodríguez,—y Plutarco Artigas, amo de campo, rubio y tuerto, puro y servicial: dejó su casa grande, su bienestar, y "nueve hijos de los diez que tengo, porque el mayor me lo traje conmigo". Su hamaca es grande, con la almohadilla hecha de manos tiernas; su caballo es recio, y de lo mejor de la comarca; él se va lejos, a otra jurisdicción, para que de cerca "no lo tenga amarrado su familia": y "mis hijitos se me hacían una piña alrededor y se dormían conmigo". Aún vienen Miró y Manduley henchidos de su política local: a Manduley "no le habían dicho nada de la guerra",—a él que tiene fama de erguido, y de autoridad moral; trae espejeras: iba a ver a Masó: "y yo, que alimentaba a mis hijos científicamente; quién sabe lo que comerán ahora". Miro, a gesto animado y verbo bullente; alude a su campaña de 7 años en La Doctrina[277] de Holguín, y luego en El Liberal[278] de Manzanillo, que le pagaban Calvar[279] y Beattie,[280] y donde les sacó las raíces a los "cuadrilongos", a los "astures", a "la malla integrista"[281]. "Dejó hija y mujer y ha paseado, sin mucha pelea, su caballería de buena gente por la comarca: Me habla de los esfuerzos de Gálvez,[282] en La Habana, para rebajar la revolución: del grande odio con que Gálvez habla de mí, y de Juan Gualberto:[283] "a Ud., a Ud. es a quien ellos le temen": "a voz en cuello decían que no vendría Ud., y eso es lo que los va ahora a confundir".—Me sorprende, aquí como en todas partes, el cariño que se me muestra, y la unidad de alma a que no se permitirá condensación, y a la que se desconocerá, y de la que se prescindirá, con daño, o por lo menos el daño de demora, de la revolución, en su primer año de ímpetu.[284] El espíritu que sembré, es el que ha cundido, y el de la Isla, y con él, y guía conforme a él, triunfaríamos brevemente, y con mejor victoria, y para paz mejor. Preveo que, por cierto tiempo al menos, se divorciará a la fuerza a la revolución de este espíritu,—se le privará del encanto y gusto, y poder de vencer, de este consorcio natural,—se le robará el beneficio de esta conjunción entre la actividad de estas fuerzas revolucionarias y el espíritu que las anima.—Un detalle: Presidente me han llamado, desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del general cariño, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez.—Y al acercarse hoy uno: Presidente, y sonreír yo: "No me le digan a Martí Presidente: díganle General: él viene aquí como General: no me le digan Presidente". "¿Y quién contiene el impulso de la gente, General[?"][285]; le dice Miró:[286]["]eso les nace del corazón a todos". "Bueno: pero él no es Presidente todavía: es el Delegado".—Callaba yo, y noté el embarazo y desagrado en todos, y en algunos como el agravio.—Miró vuelve a Holguín, de Coronel: no se opondrá a Guerra: lo acatará: hablamos de la necesidad de una persecución activa, de sacar al enemigo de las ciudades, de picarlo por el campo, de cortarle todas las proveedurías, de seguirle los convoyes. Manduley vuelve también, no muy a gusto, a influir en la comarca que lo conoce, a ponérsele a Guerra de buen consejero, a amalgamar las fuerzas de Holguín, e impedir sus choques, a mantener el acuerdo de Guerra, Miró y Feria.—[287] Dormimos, apiñados, entre cortinas de lluvia.—Los perros, ahítos de la matazón, vomitan la res. Así dormimos en Altagracia.—En el camino, el único caserío fue Arroyo-Blanco: la tienda vacía: el grupo de ranchos: el ranchero barrigudo, blanco, egoísta, con el pico de la nariz caído entre las alas del poco bigote negro: la mujer negra: la vieja ciega se asomó a la puerta, apoyada a un lado, y en el báculo amarillo el brazo tendido: limpia, con un pañuelo a la cabeza: "¿Y los pati-peludos matan gente ahora?" Los cubanos no me hicieron nadita a mí nunca,—no señor.
10.—De Altagracia vamos a la Travesía.—[288] Allí volví a ver, de pronto, a la llegada, el Cauto, que ya venía crecido, con su curso ancho en lo hondo, y a los lados, en vasto declive, los barrancos. Y pensé de pronto, ante aquella hermosura, en las pasiones bajas y feroces, del hombre. Al ir llegando, corrió Pablo[289] una novilla negra, de astas nacientes, y la echan contra un árbol, donde, a vueltas, le van cortando la soga. Los caballos, erguidos, resoplan: les brillan los ojos. Gómez toma del cinto de un escolta el machete, y abre un tajo, rojo, en el muslo de la novilla.—"¡Desjarreten esa novilla!" Uno, de un golpe, la desjarreta, y se arrodilla el animal mugiendo: Pancho,[290] al oír la orden de matar, le mete, mal, el machete por el pecho, una vez y otra: uno, más certero, le entra hasta el corazón; y vacila y cae la res, y de la boca sale en chorro la sangre. Se la llevan arrastrando.—Viene Francisco Pérez, de buen continente, enérgico y carirredondo, capitán natural de sus pocos caballos buenos, hombre sano y seguro. Viene el capitán Pacheco,[291] de cuerpo pequeño, de palabra tenaz y envuelta, con el decoro y la aptitud abajo: tomó un arria, sus mismos cubanos le maltrataron la casa y le rompieron el burén, "yo no he venido a aspirar sino a servir a la patria", pero habla sin cesar y como a medias, de los que hacen y de los que no hacen, y de que los que hacen menos suelen alcanzar más que el que hace "pero él sólo ha venido a salvar a la patria". "Mis polainas son éstas",—las pantorrillas desnudas: el pantalón, a la rodilla, los borceguíes de baqueta: el yarey, amarillo y púrpura. Viene Bellito,[292] el coronel Bellito de Jiguaní, que por enfermo había quedado acá. Lo adivino leal, de ojo claro de asalto, valiente en hacer y en decir. Gusta de hablar su lengua confusa, en que, en las palabras inventadas, se le ha de sorprender el pensamiento. "La revolución murió por aquella infamia de reponer a su caudillo". "Eso llenó de tristeza el corazón de la gente".—"Desde entonces empezó la revolución a volver atrás". "Ellos fueron los que nos dieron el ejemplo",—ellos, "los de la Cámara",—cuando Gómez censura agrio las rebeliones de García,[293] y su cohorte de consejeros: Belisario Peralta,[294] el venezolano Barreto,[295] Bravo y Sentíes,[296] Fonseca,[297] Limbano Sánchez,[298] y luego Collado.[299]—Bello[300] habla dándose paseos, como quien espía al enemigo, o lo divisa, o cae sobre él, o salta de él. "Eso es lo que la gente quiere: el buen carácter[301] en el mando". "No, señor, a nosotros no se nos debe hablar así, porque no se lo aguanto a hombre nacido". "Yo he sufrido por mi patria, cuanto haiga[302] sufrido el mejor General”. Se encara a Gómez, que lo increpa porque los oficiales dejan pasar a Jiguaní las reses que llevan pase en nombre de Rabí.—"Los que sean, y además esa, la orden del jefe, y nosotros tenemos que obedecer a nuestro jefe". "Ya sé que eso está mal, y no debe entrar res; pero el menor tiene que obedecer al mayor". Y cuando Gómez dice: "Pues lo tienen a U. bueno con lo de Presidente. Martí no será Presidente mientras yo esté vivo": y en seguida, "porque yo no sé que le pasa a los presidentes, que en cuanto llegan ya se echan a perder, excepto Juárez,[303] y eso un poco, y Washington",—[304] Bello, airado, se levanta, y da dos o tres trancos, y el machete le baila a la cintura: "Eso será a la voluntad del pueblo": y murmura: "Porque nosotros,—me dijo otra vez, acodado a mi mesa con Pacheco,—hemos venido a la revolución para ser hombres, y no para que nadie nos ofenda en la dignidad de hombre."—En lluvias, jarros de café, y plática de Holguín, y Jiguaní llega la noche. Por noticias de Masó esperamos. ¿Habrá ido a la concentración con Maceo? Miró, a oscuras, roe en la púa una paloma rabiche.—Mañana mudaremos de casa.[305]
11.—A más allá, en la misma Travesía, a casa menos fangosa. Se va Miró con su gente. Llegamos pronto.—A Rosalío Pacheco,[306] que sirvió en toda la guerra,[307] y fue deportado a España en la chiquita;[308] y allá casó con una andaluza, lo increpa reciamente Gómez.—Pacheco sufre, sentado en la camilla de varas al pie de mi hamaca.—Notas, conversación continua sobre la necesidad de activar la guerra, y el asedio de las ciudades.—
12.—De la Travesía a la Jatía,[309] por los potreros, aún ricos en reses, de la Travesía, Guayacanes[310] y la Vuelta.[311] La yerba ya se espesa, con la lluvia continua. Gran pasto, y campo, para caballería. Hay que echar abajo las cercas de alambre, y abrir el ganado al monte, o el español se lo lleva, cuando ponga en La Vuelta el campamento, al cruce de todos estos caminos. Con barrancas como las del Cauto asoma el Contramaestre, más delgado y claro; y luego lo cruzamos y bebemos. Hablamos de hijos: Con los tres suyos está Teodosio Rodríguez, de Holguín: Artigas trae el suyo: con los dos suyos de 21 y 18 años, viene Bellito. Una vaca pasa rápida, mugiendo dolorosa, y salta el cercado: despacio viene a ella, como viendo poco, el ternero perdido; y de pronto, como si la reconociera, se enarca y arrima a ella, con la cola al aire, y se pone a la ubre: aun muge la madre.—La Jatía es casa buena, de cedro, y de corredor de zinc, ya abandonada de Agustín Maysana,[312] español rico; de cartas y papeles están los suelos llenos. Escribo al aire, al Camagüey, todas las cartas que va a llevar Calunga, diciendo lo visto, anunciando el viaje, al Marqués, a Mola[313], a Montejo.—[314] Escribo la circular prohibiendo el paso de reses,[315] y la carta a Rabí. Masó anda por la sabana[316] con Maceo, y le escribimos: una semana hemos de quedarnos por aquí, esperándolo.—Vienen tres veteranos de Las Villas,[317] uno con tres balazos en el ataque imprudente a Arimao, bajo Mariano Torres,[318]—y el hermano, por salvarlo, con uno: van de compra y noticias a Jiguaní: Jiguaní tiene un fuerte, bueno, fuera de la población, y en la plaza dos tambores de mampostería, y los otros dos sin acabar, porque los carpinteros que atendían a la madera desaparecieron:—y así dicen: "vean cómo están estos paisanos, que ni pagados quieren estarse con nosotros."—Al acostarnos, desde las hamacas, luego de plátano y queso, acabado lo de escribir, hablamos de la casa de Rosalío,[319] donde estuvimos por la mañana, al café a que nos esperaba él, de brazos en la cerca. El hombre es fornido, y viril de trabajo rudo, y bello mozo, con el rostro blanco ya rugoso, y barba negra corrida.—"Aquí tienen a mi señora",[320] dice el marido fiel, y con orgullo: y allí está en su túnico morado, el pie sin medias en la pantufla de flores, la linda andaluza, subida a un poyo, pilando el café. En casco tiene alzado el cabello por detrás, y de allí le cuelga en cauda: se le ve sonrisa y pena. Ella no quiere ir a Guantánamo, con las hermanas de Rosalío: ella quiere estar "donde esté Rosalío".—La hija mayor, blanca, de puro óvalo, con el rico cabello corto abierto en dos y enmarañado, aquieta a un criaturín huesoso, con la nuca de hilo y la cabeza colgante, en un gorrito de encaje: es el último parto. Rosalío levantó la finca; tiene vacas, prensa quesos: a lonjas de a libra nos comemos su queso, remojado en café: con la tetera, en su taburete, da leche Rosalío a un angelón de hijo, desnudo, que muerde a los hermanos que se quieren acercar al padre: Emilia, de puntillas, saca una taza de la alacena que ha hecho de cajones, contra la pared del rancho. O nos oye sentada; con su sonrisa dolorosa, y alrededor se le cuelgan sus hijos.
13.—Esperaremos a Masó en lugar menos abierto, cerca de Rosalío, en casa de su hermano.[321] Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco,[322] y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. Recorremos de vuelta los potreros de ayer, seguimos Cauto arriba, y Bellito pica espuelas para enseñarme el bello estribo, de copudo verdor, donde, con un ancho recodo al frente[,] se encuentran los dos ríos: el Contramaestre entra allí al Cauto.[323] Allí en aquel estribo, que da por su fondo a los potreros de la Travesía, ha tenido Bellito campamento: buen campamento: allí arboleda oscura, y una gran ceiba. Cruzamos el Contramaestre, y, a poco; nos apeamos en los ranchos abandonados de Pacheco. Aquí fue, cuando esto era monte, el campamento de Los Ríos,[324] donde O'Kelly[325] se dio primero con los insurrectos, antes de ir a Céspedes.—Y hablamos de las tres Altagracias.—Altagracia la Cubana,[326] donde estuvimos.—Altagracia de Manduley.—[327] Altagracia la Bayamesa.—[328] De sombreros: “¡tanta tejedora que hay en Holguín[!]”.[329]—De Holguín, que es tierra seca, que se bebe la lluvia, con sus casas a cordel, y sus patios grandes, “hay mil vacas paridas en Holguín”.— Me buscan hojas de zarza, o de tomate, para untarlas de sebo, sobre los nacidos. Artigas le saca flecos a la jáquima que me trae Bellito.—Ya está el rancho barrido: hamacas, escribir; leer; lluvia; sueño inquieto.
14.—Sale una guerrilla para La Venta[330], el caserío con la tienda de Rebentoso, y el fuerte de 25 hombres. Mandan, horas después, al Alcalde; el gallego José González, casado en el país, que dice que es Alcalde a la fuerza, y espera en el rancho de Miguel Pérez, el pardo que está aquí de cuidador, barbero. Escribo,[331] poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura. ¿Hasta qué punto será útil a mi país mi desistimiento?[332] Y debo desistir, en cuanto llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral para resistir el peligro que de años atrás preveo, y en la soledad en que voy, impere acaso, por la desorganización e incomunicación que en mi aislamiento no puedo vencer, aunque, a campo libre; la revolución entraría, naturalmente, por su unidad de alma, en las formas que asegurarían y acelerarían su triunfo.—Rosalío va y viene, trayendo recados, leche, cubiertos, platos: ya es prefecto de Dos Ríos. Su andaluza prepara para un enfermo una purga de higuereta, de un catre le hace hamaca, le acomoda un traje: el enfermo es José Gómez, granadino, risueño, de franca dentadura: "Y Ud.[,] Gómez, [¿]cómo se nos vino para acá? Cuénteme, desde que vino a Cuba". "Pues yo vine hace dos años y me rebajaron, y me quedé trabajando en el Camagüey. Nos rebajaron así a todos, para cobrarse nuestro sueldo, y nosotros de lo que trabajábamos vivíamos. Yo no veía más que criollos, que me trataban muy bien: yo siempre vestí bien, y gané dinero, y tuve amigos: de mi paga en dos años, sólo alcancé doce pesos.—Y ahora me llamaron al cuartel, y no sufrí tanto como otros, porque me hicieron cabo; pero aquello era maltratar a los hombres, que yo no lo podía sufrir, y cuando un Oficial me pegó dos cocotazos, me callé, y me dije que no me pegarían más, y me tomé el fusil y las cápsulas, y aquí estoy". Y a caballo, en su jipijapa y saco pardo, con el rifle por el arzón de su potranca, y siempre sonriendo.—Se agolpan al rancho, venideros de La Sabana, de Hato del Medio, los balseros que fueron a preguntar si podían arrear la madera: vuelven a Cauto del Embarcadero,[333] pero no a arrearla: prohibidos, los trabajos que den provecho, directo o indirecto, al enemigo. Ellos no murmuran: querían saber: están preparados a salir, con el Comandante Coutiño—[334] Veo venir, a caballo, a paso sereno bajo la lluvia, a un magnífico hombre, negro de color, con gran sombrero de ala vuelta, que se queda oyendo, atrás del grupo, y con la cabeza por sobre él. Es Casiano Leyva, vecino de Rosalío, práctico por Guamo, entre los triunfadores el primero, con su hacha potente: y al descubrirse le veo el noble rostro, frente alta y fugitiva, combada al medio, ojos mansos y firmes, de gran cuenca; entre pómulos anchos; nariz pura; y hacia la barba aguda la pera canosa: es heroica la caja del cuerpo, subida en las piernas delgadas: una bala, en la pierna: él lleva permiso de dar carne al vecindario; para que no maten demasiada res. Habla suavemente; y cuanto hace tiene inteligencia y majestad. Él luego irá por Guamo.—Escribo las instrucciones generales a los Jefes y Oficiales.
15.—La lluvia de la noche, el fango, el baño en el Contramaestre: la caricia del agua que corre: la seda del agua. A la tarde; viene la guerrilla: que Masó anda por la Sabana, y nos lo buscan: traen un convoy, cogido en La Ratonera.[335] Lo vacían a la puerta: lo reparte Bellito:[336] vienen telas, que Bellito mide al brazo: tanto a la escolta,—tanto a Pacheco, el Capitán del convoy, y la gente de Bellito,—tanto al Estado Mayor: velas, una pieza para la mujer de Rosalío, cebollas y ajos y papas y aceitunas para Valentín.[337] Cuando llegó el convoy, allí el primero Valentín, al pie, como abriendo ansioso. Luego, la gente alrededor. A ellos, un galón de "vino de composición para tabaco",—mal vino dulce—: que el convoy de Bayamo sigue sin molestar a Baire, repartiendo raciones. Lleva once prácticos y Francisco Diéguez entre ellos: "Pero él vendrá: él me ha escrito: lo que pasa es que en la fuerza teníamos a los bandidos que persiguió él, y no quiere venir, los bandidos de El Brujito, el muerto de Hato del Medio".—Y no hay fuerzas alrededor con que salirle al convoy, que va con 500 hombres. Rabí,—dicen— atacó el tren de Cuba en San Luis, y quedó allá.— De Limbano hablamos, de sobremesa: y se recuerda su muerte, como la contó el práctico de Mayarí, que había acudido a salvarlo, y llegó tarde. Limbano iba con Mongo,[338] ya deshecho, y llegó a casa de Gabriel Reyes, de mala mujer, a quien le había hecho mucho favor: le dio las monedas que llevaba; la mitad para su hijo de Limbano, y para Gabriel la otra mitad, a que fuera a Cuba, a las diligencias de su salida, y el hombre volvió con la promesa de 2000 pesos, que ganó envenenando a Limbano.[339] Gabriel fue al puesto de la guardia civil, que vino, y disparó sobre el cadáver, para que apareciese muerto de ella. Gabriel vive en Cuba, execrado de todos los suyos: su ahijado le dijo: "Padrino, me voy del lado de U., porque U. es muy infame”.—Artigas, al acostarnos pone grasa de puerco sin sal sobre una hoja de tomate, y me cubre la boca del nacido.—
16.—Sale Gómez a visitar los alrededores.—Antes, registro de los sacos, del Teniente Chacón, Oficial Díaz, Sargento P. Rico,[340] que murmuran, para hallar un robo de ½ botella de grasa.—Conversación de Pacheco, el Capitán: que el cubano quiere cariño, y no despotismo: que por el despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno, y se volverían a ir: que lo que está en el campo es un pueblo, que ha salido a buscar quien lo trate mejor que el español, y halla justo que le reconozcan su sacrificio. Calmo.—y desvío sus demostraciones de afecto a mí, y las de todos. Marcos, el dominicano: "¡Hasta sus huellas!". De casa de Rosalío vuelve Gómez.—Se va libre el alcalde de la Venta: que los soldados de la Venta, andaluces, se nos quieren pasar.—Lluvia, escribir, leer.
17.—Gómez sale, con los 40 caballos,[341] a molestar el convoy de Bayamo. Me quedo, escribiendo, con Garriga y Feria, que copian las Instrucciones Generales a los Jefes y Oficiales:—conmigo doce hombres, bajo el Teniente Chacón, con tres guardias, a los tres caminos; y junto a mí, Graciano Pérez. Rosalío, en su arrenquín, con el fango a la rodilla, me trae, en su jaba de casa, el almuerzo cariñoso: "por Ud. doy mi vida". Vienen, recién salidos de Santiago, dos hermanos Chacón,[342] dueño el uno del arria cogida antier, y su hermano rubio, bachiller y cómico,—y José Cabrera, zapatero de Jiguaní, trabado y franco,—y Duane, negro joven, y como labrado, en camisa, pantalón y gran cinto, y [343] Ávalos, tímido, y Rafael Vázquez, y Desiderio Soler, de 16 años, a quien Chacón trae como hijo. Otro hijo hay aquí, Ezequiel Morales, con 18 años, de padre muerto en la guerra. Y estos que vienen, me cuentan de Rosa Moreno, la campesina viuda que le mandó a Rabí su hijo único Melesio, de 16 años: "allá murió tu padre: ya yo no puedo ir: tú ve." Asan plátanos, y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recién venidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre,— y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo.[344]
Ciudad Escolar 26 de julio (antiguo Cuartel Moncada)
Notas
De Montecristi a Cabo Haitiano
[1] Se refiere a María y Carmen Mantilla y Miyares, hijas de Carmen Miyares y Peoli y Manuel Mantilla y Sorzano.
[2] Se respetará el peculiar uso martiano de los signos de puntuación.
[3] Procedentes de Nueva York, de donde habían partido el 31 de enero de 1895 a bordo del vapor Athos, José Martí, José María (Mayía) Rodríguez Rodríguez, Enrique Collazo y Manuel Mantilla arriban a Cabo Haitiano el 6 de febrero de 1895. Allí se suma al grupo Ángel Guerra, y continúan esa tarde, por mar, hacia Monte Cristi. Desembarcan al amanecer del día 7 y encuentran al general Máximo Gómez, quien había recibido un telegrama de aviso. Mayía parte de inmediato rumbo a la ciudad de Santo Domingo, en busca de apoyo para la expedición a Cuba que se proponen organizar. Cuatro días más tarde, Martí, Gómez y Collazo viajan a Santiago de los Caballeros, a caballo, también para recabar ayuda. Al atardecer llegan a Villa Lobos, y pernoctan en Peña. La siguiente jornada —12 de febrero— están en La Reforma, la finca de Gómez en Laguna Salada, y allí continúan camino, hasta hacer noche en casa de Jesús Domínguez, entre Laguna Salada y Esperanza. El día 13, finalmente, arriban a Santiago de los Caballeros, donde permanecen aguardando noticias procedentes del cubano residente en Dominicana Eleuterio Hatton Sardina —de influyente posición y defensor de la causa libertaria, por lo cual era un activo agente del Partido Revolucionario Cubano—, con quien se proponen entrevistarse. Diría Gómez: "Resolvimos pasar a La Vega a tener una conferencia con Eleuterio Hatton, recomendado especial y amigo nuestro, encargado del movimiento en Samaná y dispuesto siempre a ayudarnos. El 12 nos movimos por tierra a Santiago" (Máximo Gómez: Revoluciones ... Cuba y hogar, Santo Domingo, Editora Alfa y Omega, 1927, p. 67). Este tiempo de espera lo aprovecha Martí para dar inicio a su diario. Es evidente que su Cuaderno de apuntes constituye un discurso paralelo que ilustra las circunstancias, el contexto de sus desplazamientos por territorios de la República Dominicana y Haití, pero no informa reales detalles de los motivos e intenciones que los animan. Escribiría a Carmen Miyares el 10 de abril de 1895: "un diario suele ser un espía" (J[osé] M[artí]: "A Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos", OC, t. 20, p. 224; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 155). Se sabe estrechamente vigilado: tras sus pasos andan las autoridades españolas, en especial mediante servicios de investigadores contratados.
[4] San Fernando de Monte Cristi, siempre que aparezca así.
[5] Se refiere al Generalísimo, Máximo Gómez y Báez. Entiéndase de esa manera siempre que aparezca así.
[6] Enrique Collazo Tejada.
[7] Santiago de los Caballeros, siempre que aparezca así.
[8] En realidad, fue en 1506 cuando se le dio el nombre definitivo. Había sido fundada por Bartolomé Colón, en la década de 1490.
[9] José Nicolás Ramírez Peláez.
[10] Se refiere a Santos Domínguez, esposa de Juan Isidro Jiménez.
[11] Anota, en creole, "musié" (del francés monsieur), con evidente intención satírica.
[12] Alude a Emilio Castelar (1832-1899), escritor, orador y político español, cuarto y último presidente de la república antes de la Restauración.
[13] Alude al poeta romántico español José Zorrilla y del Moral (1817-1893), mundialmente conocido por su Don Juan Tenorio.
[14] No cierra comillas.
[15] Yaque del Norte, siempre que aparezca así.
[16] Jacinto Domínguez, padre de Santos.
[17] Entiéndase "ron" siempre que aparezca así.
[18] Villa Lobos.
[19] En este y otros casos similares, donde se evidencia una intención de reproducir el habla popular, se respeta la ortografía original del autor.
[20] Entiéndase "ron".
[21] Se refiere a La Reforma, hacienda de Máximo Gómez, cuyo terreno le fuera facilitado por Juan Isidro Jiménez: el Generalísimo la fundó el 20 de enero de 1887 y la nombró así en memoria del sitio cubano donde acampara tantas veces durante la Guerra de los Diez Años y en el cual naciera su hijo Panchito. Gómez la dedicó a cultivos que garantizaban el modesto sustento de su familia: sus hijos, sus hermanas y su esposa. Allí, el 11 de septiembre de 1892, Martí y Gómez se encontraron para discutir en detalle los preparativos de la próxima contienda. Recogió Gómez en su diario: "corrí a abrir la puerta y recibí en mis brazos a mi amigo queridísimo. No sé cuantas cosas hablamos, pero sé que nos entendimos al momento, y aquella noche quedó firmado el pacto que selló para siempre—con sello de gloria [...] nos sorprendió el día sin haber podido dormir" (cit. por Hiram Dupotey Fideaux: Martí en el Diario de soldado de Fermín Valdés-Domínguez, Universidad de La Habana, Centro de Información Científica y Técnica, 1972, p. 23).
[22] Se refiere a la cruz de cañafístula que marcaba la tumba de Telesforo Pérez —muerto el 25 de marzo de 1892—, sobrino de Máximo Gómez.
[23] María Mercedes Mercado, cocinera de La Reforma.
[24] Al parecer, era el esposo de María Mercedes Mercado.
[25] Entiéndase "auyama".
[26] Tabaquero. Era amigo de Gómez y casado con una prima de Bernarda Toro: Claudina Gondres Toro.
[27] Se refiere a los Estados Unidos.
[28] Esa noche, del 12 al 13 de febrero, duermen aquí, en casa de Jesús Domínguez, entre Laguna Salada y La Esperanza.
[29] Se refiere a la época inmediata posterior a que Cristóbal Colón arribara y bautizara a La Española —5 de diciembre de 1492— a nombre de la Corona hispana. Como en otros territorios sometidos a la conquista y la colonización peninsular, los aborígenes de la zona fueron obligados a trabajar en la extracción de metales preciosos.
[30] San Lorenzo de Guayubín. Aún se conserva en su sitio la roca —conocida popularmente como "la piedra parida" porque está rodeada de piedrecitas más pequeñas— donde se sentó a reposar Martí a su paso par el poblado.
[31] Buenaventura Báez (1812-1884), cinco veces presidente de la República Dominicana (1849-1853; 1856-1858; 1865-1866; 1868-1874;[ ]1876-1878).
[32] Al parecer, se refiere a la "guajirita que sabe leer letra de pluma'', una "huérfana de nueve años", a quien Martí habla de María Mantilla y en cuyo nombre le entrega un libro. Así lo cuenta a María, en carta remitida desde Santiago de las Caballeros, el 19 de febrero.
[33] Al parecer, se refiere al propio Báez.
[34] El Fuerte de La Esperanza es fundado por Alfonso Tejada durante la primera excursión a tierra, en marzo de 1494.
[35] O "ceibas", como generalmente se utiliza.
[36] Esa noche del 13 de febrero duermen ya en Santiago de las Caballeros, por cuyos alrededores se mueven hasta el 16.
[37] Estaba ubicada en la antigua calle Rosas. Hoy ocupa el número 45 de la calle 16 de Agosto.
[38] Está edificación que refiere Martí estaba situada en la calle Rosas, frente a la de Ramírez. Allí vivían unas hermanas de apellido Castellanos y, en efecto, recordaba al estilo helenístico de las casas de Pompeya, caracterizadas por sus frescos murales, mosaicos y numerosos estucos.
[39] Se refiere a la Iglesia Mayor de Santiago de los Caballeros, hoy catedral de Santiago. Se dice que es el más hermoso monumento que posee la región cibaeña. Su construcción, sobre las ruinas de un templo anterior, había dado comienzo en 1868 y sufrió varias interrupciones. Finalizaron los trabajos bajo la dirección de Onofre de Lora, quien le imprimió un estilo ecléctico. El templo fue bendecido el 21 de enero de 1895.
[40] Onofre de Lora (¿-1899) es considerado el primer arquitecto dominicano. Dirigió construcciones importantes en el Valle de El Cibao, el puente viejo de Nibaje, la Iglesia Mayor de Santiago de los Caballeros, la Ermita del Santo Cerro y reconstruyó las ruinas de Jacagua.
[41] Carpintero ebanista de mérito, establecido en las cercanías de Santiago de los Caballeros, pero cubano de nacimiento.
[42] Félix Francisco Borrero Lavadí. Se han reunido con él en Santiago de los Caballeros, y allí se decide que integre la expedición.
[43] Se refiere a una obra del escultor, pintor, arquitecto y dibujante español Alonso Cano (1601-1667).
[44] Se refiere a la Ermita del Santo Cerro, edificada en la elevación de ese nombre, que conmemora la derrota de Colón frente a los indios comandados por Guarionex. Según una leyenda, en la cruz plantada por el Almirante en el sitio, que fue invulnerable al fuego y el hacha de los indígenas, apareció la Virgen de las Mercedes. Colón, antes de morir, pidió a su hijo Diego que construyera en este cerro una iglesia. Su deseo quedó incumplido hasta 1527, cuando se establece el primer convento de la Orden de la Merced. El santuario que existe hoy fue edificado en 1880 por Onofre de Lora, y está bajo el cuidado de las Hermanas Mercedarias de la Caridad.
[45] Rafaela es la mujer de Ramírez. Esta mención —el llevarle flores a Rafaela— nos permite asegurar que esa misma noche regresan a dormir a Santiago de los Caballeros: "a la casa pura de Nicolás Ramírez", como dijera al inicio.
[46] Institución de Santiago de los Caballeros donde ese 15 de febrero son recibidos por los jóvenes del lugar con un festejo. Martí hace una intervención pública improvisada.
[47] También se les llamaba así en Cuba a las máscaras de carnaval.
[48] Se refiere a la figura monstruosa de dragón o serpiente, que se sacaba a la calle en Europa durante la procesión del Corpus Christi. En América debió emplearse durante el carnaval.
[49] Máximo Ramírez Pavón. Hijo de Rafaela Pavón y José Nicolás Ramírez y Peláez.
[50] Se refiere a "Maestros ambulantes", escrito originalmente para la "Revista Científica [ ] y Literaria["] de Santo Domingo [ ] según aclara en un bajante a continuación del título, cuando fuera publicado con posterioridad en La América, de Nueva York, en mayo de 1884. Véase en José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, t. 19, pp. 184-188. En lo sucesivo, OCEC). En realidad, el nombre completo de la publicación era Revista Científica, Literaria y de Conocimientos Útiles, y estaba dirigida por José Joaquín Pérez, quien también incluyó en sus páginas otro artículo martiano: "La vuelta de los héroes de la Jeannette".
[51] Se refiere a Francisco Gregorio Billini (1844-1898), político, poeta, novelista y periodista dominicano, primo de Máximo Gómez. Fue presidente de la República Dominicana (1884-1885).
[52] Al parecer, se refiere a que Santiago de los Caballeros fue escenario, en 1844, de una decisiva batalla en rechazo a la invasión haitiana.
[53] Al parecer, Martí incurre en un error de fechado, que se respeta en la transcripción: a pesar de que en otras ediciones se ha escrito "16", en el original se lee con claridad: "14". Siguiendo una secuencia lógica debiera haber escrito: "18", pues se supone que hasta ese día permanecieron esperando el aviso de Hatton para la entrevista. Existe la hipótesis de un viaje intermedio el día 16, de Santiago de los Caballeros a Concepción de la Vega, del cual regresan a Santiago el 17. Es significativo, además, que el siguiente texto —reverso de esta misma página— lo feche 15 de febrero. // Se incluyen en la presente edición crítica las aclaraciones al texto que la autora aportara a la primera como resultado de su trabajo de reconsideración del orden cronológico de los hechos —según cotejo con la ruta seguida y otras fuentes bibliográficas— y el consecuente reordenamiento que hiciera de las páginas del diario de Monte Cristi a Cabo Haitiano (cf. José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., 1996). Resultaba evidente la desorganización cronológica del manuscrito, no solo a causa de la colocación errada de las cuartillas al prepararlas para la edición príncipe o cambios introducidos por otras posteriores sino [también] a consecuencia de las propias inexactitudes con que Martí realiza el fechado. Hay que tener en cuenta que aprovechaba para poner al día sus anotaciones los escasos momentos de que disponía y en circunstancias adversas: en muchas ocasiones, refiere hechos acontecidos con varias jornadas de diferencia, lo cual demuestra que se hallaba abrumado por otras tareas. He asumido, pues, la recomendación que el propio autor había hecho a María y Carmita Mantilla en la nota preliminar: "arreglen esos apuntes".
[54] Concepción de la Vega o La Vega. En esa dirección viajan Martí y Gómez para reunirse de nuevo con Mayía Rodríguez y entrevistarse finalmente con J. Eleuterio Hatton, el 18 de febrero de 1895, en Hatillo.
[55] Martí dibujaba habitualmente —a tinta o a lápiz— y se conservan algunos de sus bocetos, de los cuales los más notables son, sin duda, sus autorretratos. Evidencia de su inclinación fue el hecho de que a los catorce años de edad—septiembre de 1867— se inscribiera en la clase de dibujo elemental de la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana, conocida como San Alejandro. Por razones desconocidas causó baja apenas mes y medio más tarde. Rolando Rodríguez, en su texto Martí: los documentos de Dos Ríos, menciona que al pie de una hoja de papel correspondiente a una carta que le enviara Carmen Mantilla —encontrada entre los manuscritos ocupados al cadáver de Martí y que fueran conservados en el Archivo Central del Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid—, a continuación de otras anotaciones, identificadas acertadamente por Rodríguez como borrador de un momento de su Diario de Cuba[sic], dibujó una altura montañosa junto a su descripción. Eso sugiere que durante el recorrido de Monte Cristi a Dos Ríos pudo haber bocetado escenas y objetos con cierta frecuencia con el propósito de auxiliar a su memoria "en tiempos más serenos", aunque no contemos con más evidencias hasta el momento. Por otra parte, era este un ejercicio muy común para los viajeros en la época.
[56] Retorna a narrar lo acontecido la noche del 14 al 15 en Santiago de los Caballeros.
[57] Se refiere al hijo de Manuel Boitel.
[58] Al pasar a otra cuartilla, escribe nuevamente la fecha bien arriba, con letra más pequeña y evidente intención aclaratoria del orden de estos textos que tienen problemática ubicación cronológica: "15 de febrero." Finalmente, al amanecer del "18 de febrero, Martí, Gómez y Collazo salen hacia Hatillo, en las cercanías de La Vega, donde se entrevistan con Hatton para concertar la compra de una goleta —la Mary John— con el fin de partir por la bahía de Samaná el 25 de marzo siguiente. Martí escribe ese mismo día 18 —evidentemente tras el encuentro— una carta que deberá portar Hatton, dirigida a Gonzalo de Quesada, en Nueva York: "Con comisión especial, y solo fiable a hombres de su mérito, va a esa ciudad, a concertar detalles con Tesorería, nuestro noble amigo el Sr. Eleuterio Hatton" (JM: "A Gonzalo de Quesada", 18 de febrero de 1895, OC, t. 4,p. 63; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 65).
[59] La nota que sigue refiere un momento del trayecto entre Santiago de los Caballeros y La Reforma, donde debía estar situada la casa de los Chávez. Aunque este texto generalmente se ha editado a continuación de los fechados como 18 de febrero, es probable que haya ocurrido una alteración en el ordenamiento original de las páginas del diario, por lo cual, y para garantizar mayor claridad en la lectura, opto por darle la ubicación más lógica: anterior a los acontecimientos referidos al trayecto y la llegada a La Reforma, que son naturalmente posteriores en tiempo y espacio. // Aquí, en específico, parece correcto el fechado —19 de febrero— aunque algunas fuentes plantean que realizaron un rápido viaje de regreso desde La Vega que les permitió llegar el propio 18 a La Reforma. Sin embargo, debieron hacer escala intermedia en alguna finca cercana a Santiago de los Caballeros, estancia aludida por Martí en misivas a José Dolores Poyo y Tomás Estrada Palma, donde menciona estar en "un hato" no determinado y comenta además en torno a "la mesa de mi hato", adoptando un franco tono de pertenencia, que sugiere un mayor tiempo de permanencia en el lugar que el que hasta ahora se ha reconocido. En carta a Gonzalo de Quesada, se refiere a la jornada anterior —18 de febrero— y lo demuestra: "Ayer fue un día hermoso, de buenas almas. Volví a abrazar a Mayía, que no cesa, ni permite" (OC, t. 4, p. 63; Epistolario, ed., cit., t. V, p. 69), dice, aludiendo al encuentro en las cercanías de La Vega, y respecto a la entrevista con Hatton, continúa: "Trabajamos bien, valió el viaje las 10 leguas de ida, y las de vuelta" (ídem en ambas ediciones). Se refiere al periplo Santiago de los Caballeros—Hatillo—Santiago de los Caballeros. Desde ese sitio de parada intermedia, escribe, asimismo, a María Mantilla. En todos los casos las fechas y el lugar desde donde se remiten las misivas, coinciden: Santiago de los Caballeros, febrero 19 de 1895.
[60] Ceferina Calderón de Chávez, esposa del general Juan Chávez.
[61] Juan Chávez, general y rico hacendado de Guayacanes.
[62] Se refiere a Balbina Chávez Calderón.
[63] Se refiere al uso tradicional y popular del dividivi, rico en tanino, para curtir pieles.
[64] En el original, este texto se halla interconectado con el siguiente—el final de uno y el inicio del otro aparecen escritos en la misma página— con número de orden en la zona superior derecha de la hoja: "88 a 18", y ambos con igual fecha: 18 de febrero. En cambio, creo que se refieren a acontecimientos ocurridos el 19 de febrero, cuando pudieron estar de vuelta en La Reforma. Si se tiene en cuenta toda la correspondencia expedida precisamente en esta última jornada desde un "hato" en Santiago de los Caballeros, nunca alcanzaron a estar el 18 de febrero en casa de Jesús Domínguez para la cena, como más adelante el diario referirá.
[65] Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo.
[66] Escribe la fecha, "18 de febrero", en el extremo superior izquierdo de la cuartilla, que aquí comienza. [En] letra más pequeña y subrayada, con evidente intención aclaratoria.
[67] Cierra la comilla que abrió en: "A Carlos Manuel". Eusebio Leal Spengler, en su edición de El diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes, incluye esta narración, y comenta: ''El entrecomillado al iniciarse la cita cepediana[sic], apunta casi sin lugar dudas al viejo general cuya voz percibo en el tono grave y aleccionador de la anécdota (Eusebio Leal Spengler: Carlos Manuel de Céspedes. El [D]iario [P]erdido, La Habana, Ediciones Boloña, 1998, p. 473).
[68] Jesús Domínguez.
[69] Joaquina Toro y Gondres. Hija de Claudina Gondres y Sixto Toro.
[70] Entre el 19 de febrero y el 1ro. de marzo se interrumpen sus anotaciones. Las gestiones prácticas son impostergables: circulares y comisiones se envían a Cuba para disponer el alzamiento inminente. El Apóstol trabaja intensamente en las jornadas que pasa en La Reforma, mientras aguarda por un cable procedente de Nueva York, el cual debe ser recibido por Nicolás Ramírez. El 24 parten hacia Monte Cristi y, al fin, el 25 de febrero, llega el cablegrama de Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra donde le avisan que la revolución arde ya en Occidente y en Oriente, y escribe ya a Maceo: "la guerra, a que estamos obligados, ha estallado en Cuba" (JM: "Al general Antonio Maceo", 26 de febrero de 1895, OC, t. 4, p. 69; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 78). Queda ajustar la llegada de los jefes: la suya propia a contrapelo del criterio de Gómez de que debe regresar a los Estados Unidos. Sobre todo, se ocupará de dejar organizado un servicio "amplio—y continuo de socorros—de recursos de guerra" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", 26 de febrero de [1895], OC, t. 4, p. 72; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 81).
[71] Aunque en otras ediciones las anotaciones que siguen son fechadas 1ro. de marzo, en el original aparece anotado inicialmente: "1ro." y corregido sobre el número: "2".
[72] En carta al Generalísimo —de 2 de marzo— le informa que en Dajabón no halla "la huella de lo que buscamos" (JM: "Al general Máximo Gómez", OC, t. 20, p. 474; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 88). Evidentemente, se refiere a recaudaciones monetarias y armas. Panchito Gómez Toro, quien lo acompaña, regresa a Monte Cristi.
[73] Joaquín Montesinos y Trujillo.
[74] Había sido compañero de cárcel del joven Martí, condenado a trabajo forzado en las canteras de San Lázaro, y también por oponerse al dominio colonial. Desde entonces los unió una gran amistad.
[75] Antonio Calderón (¿-1912). General dominicano. Fue comandante de Armas de Santiago de los Caballeros y murió en combate.
[76] El 10 de septiembre de 1892.
[77] Ramón Salcedo, estudiante de Medicina cubano.
[78] Francisco Gómez Toro. Hijo de Bernarda Toro y Pelegrín, y Máximo Gómez Báez.
[79] Adolfo Montesinos Lamoine. Hijo de María Lamoine y Joaquín Montesinos y Trujillo.
[80] Benigno Corona, general dominicano descendiente de campesinos comerciantes de andullo. Murió en combate en las cercanías de Santiago de los Caballeros.
[81] Flux.
[82] Al parecer, se refiere a la guerra de la independencia contra la dominación haitiana de 1844.
[83] Cabo Haitiano (Cap-Haïtien), siempre que aparezca así.
[84] Aquí deja espacio en blanco, como para luego anotar el dato que le es preciso, y coloca al final de la línea dos puntos.
[85] "Buenos días, comadre", "Buenos días, compadre". Salvo que se aclare, todas las expresiones traducidas provenientes del francés o el creole han sido tomadas de las notas al texto de Diarios de campaña (ed. cit.), y fueron realizadas por Froilán Escobar.
[86] Vuelve a dejar espacio en blanco y colocar dos puntos hacia el extremo derecho de la línea.
[87] Se refiere al vicecónsul en Ouanaminthe, Hipólito Marsán. Al escribir a Gómez desde Dajabón, anota: "estaré en el Cabo mañana, después de ver de aquí a un instante a Marsán. Aquí no hallo la huella de lo que buscamos: veré con Marsán" (JM: ''Al general Máximo Gómez", 1ro. de marzo de [1895], OC, t. 20, p. 474; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 88), con lo cual evidencia total confianza en su fidelidad.
[88] A partir de este momento considero necesario variar nuevamente el orden dado por otras ediciones a las páginas del diario. La nota que se ha colocado usualmente a continuación —la cual se inicia: "Duerme mal[,] el espíritu despierto"—, ha de corresponder a una jornada muy posterior. Lo mismo sucede con las que le siguen —"En un crucero, con el río a la bajada" y "La fiesta está en el sol". Estos textos son trasladados y en su lugar se insertan otros habitualmente dispuestos después. Son ellos los que comienzan: "Ouanaminthe, el animado pueblo fronterizo", "Corona, el general Corona", "Mi pobre negro haitiano", ''Yo después de las diez", "Como un cestón de sol" y "La fiesta está en el sol". Después de este bloque de seis textos, se continúa el orden normal, agregándole solo, oportunamente, los tres vistos antes, que sacamos de esta zona.
[89] Originalmente anota: "Febrero", y sobre la propia palabra reescribe: "Marzo". El fechado, a partir de este momento, se torna más conflictivo. En el original se advierte repetición de fechas y alteración mayor del orden normal, desde el punto de vista cronológico y de contenido, respecto a los acontecimientos que transcurren, supuestamente, en la misma jornada. En este caso concreto resulta evidente que el texto debe ocupar este lugar entre los sucesos del 2 de marzo, fecha en que Martí pasa por Ouanaminthe.
[90] Ouanaminthe.
[91] República Dominicana, siempre que aparezca así. Se refiere a su viaje de septiembre de 1892.
[92] Ulpiano Perfecto Dellundé Prado.
[93] Se refiere a la lengua derivada del que debió ser originalmente pidgin —lengua de intercambio basada en otras de pueblos convivientes, pero con vocabulario y gramática muy elementales—, formado en Haití a partir de la fundamental francesa. En el caso haitiano, el pidgin sí alcanzó complejidad y un nombre específico: creole.
[94] "Oh, mire eso: blanco también es soldado."
[95] Anteriormente, fue llamado Fort Dauphin. Allí se hizo proclamar rey Henry Christophe, el 20 de marzo de 1811.
[96] Fecha originalmente: ''2 de Febrero". Luego rectifica, escribiendo sobre "Febrero": "Marzo". Respecto al lugar que debe ocupar en el texto, no hay dudas: en el original aparece en la misma página y a continuación del texto anterior, lo cual sugiere —salvo que algún elemento surgiera para negarlo— que se trata de la continuación del discurso. En lo adelante —y mientras no se advierta lo contrario— se sigue el orden que la edición príncipe da a este bloque de anotaciones insertadas.
[97] En 1895, Floruil Hippolyte ocupaba la presidencia de Haití. Con él el país disfrutaba de un período de paz, aunque imperaba la miseria.
[98] Ulises Heureaux, apodado "Lilís".
[99] Arístides Patillo, apodado "Tilo". En efecto, tal y como se dice, fue ascendido a gobernador de la provincia de Santo Domingo.
[100] Nuevamente, al fechar, reescribe "Marzo" sobre "Febrero".
[101] Jacques-François Bonaldi nos sugiere la traducción: "Señor blanco ten cuidado: él pone señor en prisión".
[102] "Buen papá".
[103] Escrito con posterioridad: "Marzo" sobre la fecha, con la finalidad de rectificarla. No parece caligrafía martiana: fundamentalmente la letra "M" inicial es distinta. Puede corresponder a la caligrafía de quien numeró las hojas e intituló la página que encabeza el bloque de hojas sueltas de esta primera parte del diario.
[104] Panchito lo ha acompañado hasta Dajabón. De ahí regresó a Monte Cristi.
[105] Nephtalí Reyes es haitiano amigo de Joaquín Montesinos. Martí portaba una carta de presentación que Montesinos le había dado, dirigida a Nephtalí. En su casa de Fort Liberté, el Apóstol hizo noche.
[106] "Bien ensillado, bien embridado: nada común". De una forma metafórica, los campesinos, al ponderar la importancia de los jaeces, destacan la del jinete.
[107] En casa de Nephtalí, pasa la noche del 2 al 3 de marzo.
[108] Evidentemente Nephtalí era masón, elemento significativo a la hora de brindar su colaboración a los propósitos de Martí, quien también lo era. Históricamente, dos instituciones se han disputado el honor de contarlo como uno de sus miembros: la Orden de los Caballeros de la Luz y los Caballeros Rosa Cruz. En el primer caso se trataba de una institución cubana, que surge de la emigración en los Estados Unidos en 1873: una organización secreta al servicio de la actividad revolucionaria para la liberación de Cuba —al menos hasta 1898—, que adopta su nombre homenajeando a José de la Luz y Caballero. Ella desempeñó un papel importante en apoyo de los afanes conspirativos martianos en el exilio, sobre todo en Cayo Hueso. Miembros de la ya desaparecida orden aseguran que el Apóstol se hizo Caballero de la Luz desde 1892 y alcanzó los tres grados de la orden, en la logia de Filadelfia La Luz número 1. También se han dedicado numerosísimos textos a probar la filiación martiana como Caballero Rosa Cruz, a la logia madrileña Gran Oriente Lusitano Unido —desde su deportación juvenil a España— y a sus preceptos de "libertad, igualdad, fraternidad", en época en que esta era una forma de expresar la defensa del librepensamiento y el ataque a la rigidez del catolicismo. Fueron estos principios los que, indudablemente, él siempre sustentó. En el diario queda evidenciado no solo el apoyo incondicional de Nephtalí, como antes decíamos, sino el mucho más sorpresivo del capitán de la goleta que los trae finalmente cerca de las costas cubanas, Heinrich J. T. Löwe —quien también era masón—, como ya se verá. Al cadáver del Apóstol, le fue ocupada —tal como refiere en su informe el coronel del ejército español José Ximénez de Sandoval— una cinta de seda azul colocada en un papel con una dedicatoria a Martí, de Clemencia Gómez Toro, hija de Máximo Gómez, donde le llamaba: "H.·.", lo cual significa hermano en la simbología masónica. La transcripción literal de ese documento, que fuera hallado en el Archivo Central Militar de Madrid, es: "Martí; // No tengo un recuerdo que darte. Así quito la cinta de mi cabello que tiene todo el fuego de tantos pensamientos y un color de nuestra bandera y eso solo te llevarás de tu hermana. // Clemencia Gómez" (Luis García Pascual: Destinatario José Martí, La Habana, Casa Editora Abril, 2005, p. 477). Finalmente, en 2007, fue comprobada documentalmente la filiación masónica del Apóstol gracias a los descubrimientos realizados por Samuel Sánchez Gálvez, en la Logia Fernandina de Jagua de Cienfuegos: pliegos suscritos en una logia española; entre ellos, una carta donde se anuncia la elección para la entidad, firmada con su seudónimo de Anáhuac —[el] mismo que usaría en México para firmar textos periodísticos—y un diploma emitido en julio de 1871 al pie del cual aparece su rúbrica inconfundible. Forman parte del expediente del señor Amelio de Luis Vela de los Reyes. La veracidad de esos hallazgos fue corroborada por el [D]octor en Ciencias Históricas Eduardo Torres Cuevas.
[109] Era el hijo de Nephtalí Reyes y tenía igual nombre.
[110] "El camino es transitable".
[111] "¡Oh señor: la aristocracia siempre es bien recibida!".
[112] "es periodista": "La aristocracia no tiene porvenir en este país."
[113] "¿Cómo, hermano? No se habla de dinero con un hermano." Se refiere, al parecer, a la hermandad entre masones.
[114] Escrito sobre "Febrero": "Marzo".
[115] A partir de este momento se siguen las indicaciones apuntadas por Martí al margen de las anotaciones que se insertan a continuación, colocando acá el texto que generalmente ha aparecido mucho antes. En otras ediciones se ha mantenido el orden que aparece en el manuscrito original, o sea, detrás de las notas que se iniciaban: "En un crucero", y terminaban: "la puerta generosa de Ulpiano Dellundé". Lo considero, por el contrario, muy posterior. A partir de colocar este fragmento tal y como el autor propone, es evidente que lo demás se encadena y fluye con mucha más claridad.
[116] Se refiere, por supuesto, a su paso por Petit Trou, el domingo 3 de marzo. En el original, Martí agrega una nota aclaratoria transversalmente, a lo largo del margen izquierdo justamente de esta página que comienza "La fiesta está en el sol". Sin embargo, esta cuartilla aparece como continuación del texto fechado "3 de Marzo" en la página anterior de su diario. La anotación es: "(Aquí sigue la nota del 2 de Marzo, interrumpida, sobre Petit Trou, después de la Nephtalí, en Fort Liberté)".
[117] Escrito inicialmente: "2", y sobre el número mismo, corregido: "3". En el original, este texto aparece a continuación del anterior, en la misma página. Se respeta ese orden.
[118] "—¡Ah, compadre! No se moleste".— "No, no amigo. En el camino la persona ayuda a la persona. Todos somos haitianos aquí."
[119] "Dios me ha favorecido."
[120] "¡Ah, sí!"
[121] "Cuando usted habla en casa de un amigo, usted habla en casa de Dios."
[122] Anotado originalmente: "2", y sobre el mismo número corregido: "3".
[123] "No: el dinero, no: el pequeño libro, sí."
[124] Paul Bert (1833-1886), fisiólogo y político francés, profesor de la Sorbona. Realizó una labor científica tan importante que deja en un lugar secundario su carrera política, aunque Martí, en distintos momentos de su periodismo[,] alaba su labor[ ] en pro de la enseñanza primaria gratuita y obligatoria, como ministro de Instrucción Pública durante la presidencia de Leon Gambetta. Evidenciando su admiración por Bert, justamente desde Cabo Haitiano, el 9 de abril siguiente, escribiría a María Mantilla: "Lean tú y Carmita el libro de Paul Bert: a los dos o tres meses, vuelvan a leerlo; léanlo otra vez, y ténganlo cerca siempre, para una página u otra, en las horas perdidas. Así sí serán maestras, contando esos cuentos verdaderos a sus discípulas" (JM: "A María Mantilla", OC, t. 20, p. 219; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 148). Resulta muy probable que en ambos casos —el diario y la carta— aludiera al conocido en español como Curso de enseñanza científica, guía para profesores en la enseñanza de los niños, publicado en 1892. Fue impreso en varios idiomas y utilizado durante décadas.
[125] "'vivienda de Mamenette', camino del Cabo".
[126] No hemos podido concluir si Martí estaba registrando, sencillamente, el nombre del "muchachón" que le había pedido el libro y que tal mención distinguida obedecería al pesar que sintiera ante la pérdida de un potencial talento en la persona de ese niño negro haitiano, condenado a la marginación. De ahí el destaque a sus "ojos luminosos".
[127] Aunque no corrige en esta oportunidad el error, es evidente, como en ocasiones anteriores, que se refiere al 3 de marzo: es la continuación del mismo relato de esa jornada, en la cual arriba a Caho Haitiano. En otras ediciones este se coloca entre los textos del 2 de marzo, aunque el cotejo con el original indica que no puede ser esa su ubicación: lo escribe en la misma página, a continuación del anterior, tal y como acá se reproduce.
[128] "Eso no, eso no, señor."
[129] "¡Buen blanco!" "¡Buen blanco!"
[130] En otras ediciones este texto se ha colocado a continuación del correspondiente a la salida de Dajabón, que tradicionalmente se ha fechado "1ro de Marzo", aunque en el original leo corregido: "2 de Marzo", como ya se explicó en su oportunidad. Considero que la noche narrada por el texto que aquí se inicia, no se corresponde con la pasada en casa de Nephtalí —Fort Liberté—. Sobre aquella ha dicho: "duermo tendido bajo el techo amable". Esta es, sin embargo, noche inquieta, de desvelo. El estado anímico que revelan es diferente, además de estimar que en casa de Ulpiano Dellundé existían mayores posibilidades de hallar los libros a los cuales aquí se refiere Martí. Opto, pues, por insertar estas anotaciones aquí: corresponderían a la noche del 3 al 4 de marzo, y se continuarían perfectamente con el texto que sigue. De manera que habría error en el fechado. Debería aparecer: 3 de marzo.
[131] Conocido ya el alzamiento cubano del 24 de febrero, es de imaginar el estado de impaciencia de Martí en estas circunstancias: aún no tiene una vía cierta para hacer llegar la expedición que preparan a Cuba, ni tampoco cuenta con las armas previstas. Es este el propósito de la visita a Dellundé. Con la colaboración del médico se compran algunos pertrechos y él mismo se encarga, luego, de hacerlos llegar a Monte Cristi.
[132] Sic. Bonaldi anota que el libro referido por Martí es Origines des découvertes attribuées aux modernes (1776) de Louis Dutens ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", traduit et annoté par Jacques-François Bonaldi. Inédito). Hallamos que el título posee un subtítulo que nos resulta revelador a los efectos del interés martiano, en tanto reconocía el pensamiento moderno como resultado de una evolución previa. Reza: "Donde se demuestra que nuestros más celebres filósofos han tomado la mayor parte de sus conocimientos de las Obras de los Antiguos; y que varias verdades importantes sobre la Religión fueron conocidas por los sabios del Paganismo".
[133] Louis Dutens (1730-1812), erudito filólogo, escritor y diplomático francés. Entre sus obras también se destacan Caprices poétiques (1750) y Poésies diverses (1767).
[134] El estadounidense Benjamín Franklin (1706-1790) fue reiteradamente mencionado en los textos periodísticos martianos por su trascendencia no solo como científico sino, también, como diplomático y estadista. Participó en la redacción y firma de la Declaración de Independencia de 1776, y fue delegado de la Convención Constitucional de 1787.
[135] Lo refiere como antecedente al experimento que hiciera Franklin con una cometa antes de inventar el pararrayos.
[136] Belice.
[137] Se refiere [a] Alice Dixon, esposa del arqueólogo británico, establecido en los Estados Unidos, Augustus Le Plongeon (1827-1908). Lo acompañó durante su trabajo en las ruinas de Uxmal, Izamal, Motzue y otras poblaciones mayas, en torno a lo cual publicó Notes on Yucatán (1878). Le Plongeon había adquirido gran reputación al descubrir Chichén Itzá (1875), y en ella la estatua que denominó Chac Mool. Martí se refirió a él en términos poco encomiásticos al calificarlo como hombre de "indiscreto lenguaje y exagerada ambición que acompañan a sus descubrimientos" (JM: "Antigüedades mexicanas", OCEC, t. 18, p. 328). Había conocido personalmente a la pareja en marzo de 1877, a su paso por Isla Mujeres, en viaje de México a Guatemala.
[138] Se refiere al friso que Martí vio en Chichén-Itzá, Yucatán, en el misterioso edificio que los mayas llamaban Akab-Dzib: "casa de la escritura en la oscuridad".
[139] Entiéndase "Goethe" siempre que aparezca así. Martí fue un profundo admirador de la obra literaria de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), poeta, dramaturgo y filósofo. El drama poético Fausto, considerado la pieza cumbre del alemán, aparece mencionado con frecuencia en textos martianos; incluso, en un fragmento de un artículo dedicado a Byron, llega a asegurar: "Fausto es, a mi juicio, la mejor obra del hombre después de Prometeo" (JM: "Byron", OC, t. 15, p. 356).
[140] Según sugiere Jacques-François Bonaldi (ed. cit.) podría tratarse de una edición muy conocida y contemporánea a Martí de una obra erudita, multidisciplinaria, que partía de la tradición antigua. Es posible que en el caso martiano la mención se dirigiera a la que estructurara Frédéric Jacobs en 1794 — a partir de un estudio pormenorizado de las previas. Esa obra es considerada la edición por excelencia de la Antología griega y tuvo reediciones a lo largo del XIX, como [a] la que, probablemente, aquí se aluda.
[141] Composiciones poéticas de origen malayo cuya forma fue adoptada, en Francia, por Víctor Hugo, Laconte de Lisle y Teodoro de Bauville, entre otros.
[142] Se refiere a un breve poema de Goethe ("Der Chinese in Rom") Antiker Form sich nähernd, que fuera escrito bajo la influencia de su viaje a Italia, entre 1786 y 1788, el cual, según sus estudiosos, lo hizo evolucionar del romanticismo al clasicismo.
[143] A partir de esta fecha, se respeta el orden de las notas, independientemente de que ocurran retrospecciones: es evidente que hay un encadenamiento lógico de los textos. En los casos en que la rememoración pueda despertar dudas, se hará la aclaración correspondiente.
[144] Les mères Chrétiennes des contemporains illustres: Souvenirs & Récits offerts à la jeunesse. Es una colección de esbozos biográficos ilustrados. Al parecer, fue un libro exitoso porque tuvo varias impresiones en el XIX.
[145] En las ediciones consultadas reza, en cambio: "par l’auteur de L'Heroïsme Maternel'". En cualquier caso, no se explica quién fue su autor o compilador.
[146] Agrupa diecinueve textos biográficos, en las cuatro secciones que menciona, y se refiere más sucintamente a otras doce mujeres en su último acápite: "Courte Notice", que Martí no menciona. Tal vez no apareciera en la edición que él consultaba.
[147] Con "Lo del índice", que menciona, hace referencia sin duda a las consideraciones que inicia dos páginas antes, cuando argumenta que el índice "más que el libro, lo es de la sociedad, ya hueca[,] que se acaba".
[148] Thomas Moore (1779-1852), poeta romántico irlandés, recordado en especial por The Last Rose of Summer. Entre otras obras importantes, Moore es autor del poema narrativo en cuatro partes Lalla Rookh, en cuya traducción Martí había trabajado. Cuenta a Enrique Estrázulas el 19 de febrero de 1889: "Pronto va a salir, con ilustraciones magnas, mi traducción del 'Lalla Rookh"' (JM: "A Enrique Estrázulas", 19 de febrero de [1895], OC, t. 20, p. 189; Epistolario, ed. cit., t. II, p. 76). No ha sido posible hallar los originales martianos y, al parecer, nunca fue publicada.
[149] Se refiere a "Bessy"[,] según especifica Jacques-François Bonaldi en su edición de los diarios ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", ed. cit.). Se trata de la actriz, Elizabeth Bessy Dyke, con quien Thomas Moore contrajo matrimonio en 1811.
[150] El poeta griego Anacreonte (hacia 572-488 ane) es conocido por fragmentos hallados de sus sátiras y poemas breves, de tono ligero. Martí [ ] alude [a ellos] porque la primera obra que da fama a Thomas Moore es precisamente su traducción de Odas de Anacreonte, realizada en 1800.
[151] Se refiere a Margarita Occhiena (1788-1856), madre de San Juan Bosco. La mayor parte de lo que se sabe de su vida aparece en la autobiografía que escribió su hijo por mandato de Pío IX: las "Memorias del Oratorio". Margarita se nos presenta como una mujer amante de Dios, fuerte, humilde y con inteligencia natural.
[152] Giovanni Melchiorre Bosco Occhiena, conocido como Don Bosco o San Juan Bosco (1815-1888), proclamado por el papa Juan Pablo II "padre y maestro de la juventud". Fue sacerdote, educador insigne y escritor. Fundó, entre otras instituciones, la Congregación Salesiana. Desarrolló un sistema pedagógico conocido como "Sistema preventivo" para la formación de los niños y jóvenes.
[153] Se refiere a la novela naturalista del español Leopoldo Alas y Ureña (1852-1901), publicada en 1884.
[154] Al parecer, se refiere a María Carolina de Habsburgo (1752-1814), esposa de Fernando IV de Nápoles, nombrado, a la vez, Fernando III de Sicilia. Se dice que el reinado de Fernando IV fue principalmente dominado por María Carolina, quien era hija de la emperatriz María Teresa de Austria y hermana del Emperador José II y de María Antonieta de Francia. Su contrato matrimonial le aseguró tener voz en el consejo de Estado después del nacimiento de su primer hijo varón, por lo que alcanzó influencia política muy grande. Cuentan que era bella y hábil, y, asimismo, cruel y ambiciosa. En 1799, el Reino de Nápoles fue declarado abolido definitivamente para ser reemplazado por la República Napolitana o República Partenopea, de manera que fue ella la última reina en su trono.
[155] Se refiere a Alexis-François Rio (1797-1874), prolífico escrito y crítico de arte. Su obra más conocida fue la mencionada por Martí: los cuatro tomos de L'art chrétien (1861-1867).
[156] Bonaldi aclara que se trata del cardenal y escritor cristiano Louis-Edouard-Désiré Pie (1815-1880) ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", ed. cit.). Fue vicario general en Chartres (1844) y obispo de Poitiers (1849). Sus obras fueron recopiladas en Oeuvres épiscopales.
[157] Rainulphe Eustache d'Osmond (1828-1891). Marqués de Osmond, comúnmente llamado Conde de Osmond. Militar y melómano francés; apasionado por la caza. Autor de R[é]liques et impressions, études, silhouettes et croquis (1888).
[158] Frédéric Antoine Ozanam (1813-1853) fue escritor, historiador y político, una destacada figura del laicado católico francés que trasciende por su preocupación por los problemas sociales de su tiempo. Según aclara Bonaldi, su madre fue Marie Nantas (1781-?), quien contrajo matrimonio con Jean Antoine Ozanam, el padre del historiador, en 1800 ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí, ed. cit.).
[159] Joseph Marie, barón de Gérando (1772-1842), filósofo y literato francés de ascendencia italiana, famoso por la obra Histoire comparée des systèmes de philosophie, considérés relativement aux principes des connaissances humaines (1804). Se le reconoce como uno de los precursores de la antropología.
[160] Jules Michelet (1798-1874), historiador, profesor y escritor francés, anticlerical y liberal. Con su Histoire de la Révolution française (1847-1853) se convirtió en un especialista en el tema.
[161] Michelet fue profesor de la hija de la Duquesa de Berry, nieta de Carlos X; y, con la nueva monarquía[,] fue nombrado profesor de Historia de las princesas Louise Marie, Marie y Clémentine, hijas de Louis Philippe de Orléans. Bonaldi, en sus notas textuales ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne José Martí, ed. cit.), refiere largamente el texto de Gabriel Monod Les maîtres de l'histoire: Renan, Taine, Michelet (1894), de lo cual entresacamos un fragmento: "Cette période d'enseignement à l'École normale qui dura jusqu'à 1836 et à laquelle Michelet ajouta encore la suppléance de Guizot à la Sorbonne en 1834 et 1835, fut peut-être la plus heureuse période de sa vie et fut à coup sûr la plus féconde. Marié en 1824 vivant dans une studieuse solitude, où pénétraient quelques rares amis, tels qu'Eugène Burnouf et le physiologiste Edwards, ses fonctions de professeur aux Tuileries, d'abord de la princesse Louise fille de la duchesse de Berry, puis de la princesse Clémentine, fille de Louis-Philippe, ne faisaient pas de lui un mondain".
Al parecer, durante esta noche de insomnio, Martí escribe la breve misiva que envía a Gonzalo de Quesada, la cual fecha: "3 de Marzo", y donde refiere su estancia en Cabo Haitiano en la "casa generosa de Dellundé".
[162] En realidad Martí llega a Cabo Haitiano la tarde del día 3 de marzo, de modo que posiblemente incurre en un error de fechado y el texto que aparece a continuación corresponde al transcurso de la jornada siguiente. La mención hacia el final de la nota, respecto a que el barbero todavía no ha ganado "el primer cobre", justifica la idea de que los hechos ocurren a inicios de la mañana, y debe tenerse en cuenta que, aunque Martí ya está en Cabo Haitiano el 3 de marzo, ha arribado después de las cinco de la tarde. Al siguiente día, en cambio, dispone de tiempo hasta la noche, que es cuando parte hacia Monte Cristi. Así, pienso que la fecha adecuada ha de ser 4 de marzo.
[163] Se refiere a las diez de la noche del 4 de marzo.
[164] Se refiere a la madrugada del 5 de marzo.
[165] El hecho de que Martí refiera que escucha música como salida del "fondo del mar" ha de responder, sin duda, a la atmósfera sugestiva que rodea los hechos e incluso a la poetización de los mismos: con seguridad se desarrollaba algún ritual vodú de medianoche ejecutado en las propias orillas, y muy posiblemente dedicado a Agoué-Taroyo, el loa dueño del mar y de las islas. Para el vodú los momentos culminantes son los solsticios y equinoccios, y también las horas máximas del mediodía y la medianoche, y condicionan determinados rituales. Los creyentes se hallaban, por la fecha [a] que alude el diario martiano, en período de intensa actividad: la cuaresma católica, cuya connotación ha sido asumida por el vodú mediante un proceso de sincretización.
[166] Sin duda, resulta extraño que Martí visitara una barbería para pelarse en dos oportunidades tan próximas: es decir, el día 3 de marzo en Cabo Haitiano, según la fecha del diario —4, hipotéticamente—, y el 6 de marzo, en Monte Cristi, tal y como se acaba de leer. Podría pensarse en otros propósitos: quizás acudiría tan pronto si se propusiera afeitarse de una manera no habitual —no de la forma en que podría hacerlo él mismo—; por ejemplo, para hacer desaparecer totalmente el bigote y la mosca que lo caracterizaban y eran elementos básicos para su identificación. En el primer caso —3 o 4 de marzo—, sus anotaciones hacen explícito su objetivo: "Me voy a pelar". En el segundo —6 de marzo—, no lo señala directamente, sino menciona apenas "la silla donde el pinche empolva al que se alza de afeitarse". Sería lógico reflexionar que, sometido a la persecución de las autoridades y los servicios de espionaje españoles, pensara en alterar lo suficiente su apariencia para pasar inadvertido. En este sentido, refuerza esta idea el detallado informe del doctor Pablo A. de Valencia, quien realizó la autopsia a José Martí el 22 de mayo de 1895, poco más de dos meses después [de] los hechos que aquí narra: Valencia señalaría que el cadáver presentaba "bigote fino y poco poblado" (Gerardo Castellanos: Los últimos días de Martí, La Habana, Úcar García y Cía, 1937, p. 319), con lo que negaba la imagen usual que se tenía del Apóstol. Sin embargo, también es posible encontrar una interpretación más sencilla para la narración de estas dos presumibles visitas, sucesivas y cercanas: tanto una anotación como la otra podrían corresponder a la misma ocasión; la de la mañana del 4 de marzo —o 3—, en Cabo Haitiano. Esta del día 6 se trataría, entonces, de una simple rememoración.
[167] El propio Martí señala su partida hacia Monte Cristi el 4 de marzo, donde permanece desde el siguiente día 5 al 1ro. de abril, según demuestran todas las fuentes consultadas —fundamentalmente cartas escritas por el Apóstol y referencias del Diario de campaña del mayor general Máximo Gómez. De modo que estas anotaciones han de ser —igual que las anteriores— retrospecciones de una jornada muy anterior, cuando aún él se encontraba en tierras haitianas. La mención precisa al "sol del domingo", hace pensar que se trata específicamente del domingo 3 de marzo, cuando sale de Fort Liberté, pasa por Petit Tr[ou] y llega a Cabo Haitiano en la tarde.
[168] Del francés calicot.
[169] En el diario —evidentemente encubridor de datos y acontecimientos comprometedores para la causa— ocurre un paréntesis explicable a partir del 6 de marzo —fecha en que Martí efectúa las dos últimas anotaciones, las cuales, en realidad, no se refieren a hechos contemporáneos sino que narran situaciones anteriores a la llegada a Monte Cristi. Durante esos veintitrés días en los cuales deja de escribir, se encuentra alojado en casa del Generalísimo y colmado de ocupaciones. Cada vez va haciéndose más difícil la salida deseada por Samaná, es decir, según el plan acordado con Hatton en Hatillo, fundamentalmente a causa de la falta de embarcación y la extrema vigilancia a que están sometidos los puertos del este por parte de los españoles. Martí escribe intensamente durante estos días inciertos: a Benjamín y Gonzalo, manteniéndolos al tanto y aún orientando el trabajo del Partido Revolucionario Cubano y el periódico Patria; a Ulpiano Dellundé, intermediario en las comunicaciones con Cuba y en las gestiones de compra de armas que habría de remitirle desde Cabo Haitiano; a Carmen Mantilla, a José Nicolás Ramírez, a Tomás Estrada Palma... // Mayía Rodríguez, en Santo Domingo, junto con Federico Henríquez y Carvajal y Jaime R. Vidal intentan todas las vías para recaudar fondos. A esa altura ya han sostenido una entrevista secreta con el general Ulises Heureaux, y han conseguido que este contribuya a la expedición con dos mil pesos oro —a entregar por el general M. A. Pichardo (Guelito), gobernador de la provincia de Monte Cristi. De igual modo, logran reunir un reducido número de armas. // El día 9, un hecho inesperado decide la situación a favor de la opinión del Apóstol de integrar él también la expedición preparada: El Listín Diario, dominicano, da a conocer la noticia publicada por The New York Herald, acerca de que Martí y Gómez son jefes de la insurrección cubana y ambos se encontraban ya en el país. Es solo entonces cuando el Generalísimo conviene en que Martí no debe regresar a la emigración sino marchar junto con él a Cuba. Así, pues, el 18 de marzo embarcan Manuel Mantilla y Collazo de regreso a Nueva York con órdenes y recursos para procurar que se organicen también expediciones que desembarquen por el occidente cubano. Toda la actividad de estos días alcanza su clímax el 25 de marzo: el Delegado del Partido Revolucionario Cubano y el General en Jefe del Ejército Libertador firman un documento trascendental "El Partido Revolucionario Cubano a Cuba", más conocido como Manifiesto de Montecristi, que ilustra las ideas, principios y perspectivas de la guerra necesaria inspirada por Martí desde el exilio. En carta a Gonzalo y Benjamín, de 28 de marzo, se regocija de que, luego de concebido por él, ese texto no sufrió cambio alguno: "sus ideas envuelven a la vez, aunque proviniendo de diversos campos de experiencia, el concepto actual del general Gómez, y el del Delegado" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", OC, t. 4, p. 113; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 131), diría. // Culminada esta etapa, todo parece estar listo para la partida inmediata, la cual había sido fijada con Hatton para ese propio día: escribe cartas de despedida a María y Carmen Mantilla, a su madre, a Gonzalo de Quesada y a Federico Henríquez y Carvajal. A fines de marzo han desechado el plan de Samaná: Gómez ha anotado en su Diario que no se tiene noticia satisfactoria de la salida por ese puerto. Se ajusta, entonces, con Buli Poloney —comerciante de Monte Cristi— la compra de su goleta Mary John, para ser utilizada en la expedición; mas, cuando la salida está próxima, los marinos contratados para tripularla se arrepienten. Contactan para el servicio al capitán John P. Bastian, quien se niega a utilizar la Mary John: deben comprarle la suya —Brothers— y pagar además a sus hombres. En carta posterior a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra de 15 de abril, Martí resumiría los hechos: "El plan pendiente a la salida de Collazo y Manuel fracasó después de larga espera, por la negativa de los marinos. Compramos otra goleta, para mayor provecho de su capitán Bastian, que había de llevarnos" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 160).
[170] Considerando lo avanzado de los preparativos para la partida de la expedición, probablemente se refiera a la zona de donde pretenden salir apenas dos días después para embarcarse en la Brothers: "Por esta parte hay un caserío y en él la aduana, muelles y almacenes de la casa de Juan Isidro Jiménes (donde trabajaba el joven Máximo Gómez Toro). Los contornos son medanales y hay unas salinas. De la playa a la población es de unos dos kilómetros, cursando por allí una línea férrea" (Emilio Rodríguez Demorizi: Los tres viajes de Martí a Santo Domingo, Santo Domingo, Publicaciones ONAP, 1995, p. 136).
[171] Entiéndase "nacre".
[172] No cierra comillas.
[173] César Salas Zamora, quien viene desde Samaná —sitio desechado para la partida— a incorporarse al grupo expedicionario.
[174] Se refiere a las llamadas Cuevas de los Haitís. En ellas se han encontrado osamentas aborígenes, pinturas y tallas rupestres, así como enorme acumulación de conchas de caracol, moluscos que fueran presumiblemente consumidos como alimento.
[175] Bahía de Samaná.
[176] Entiéndase "guano".
[177] Se trata específicamente de la denominada Cueva de la Cal, que posee dos figuras talladas en la roca.
[178] En el transcurso del día, escribe a Cornelius G. Moore —intermediario para los preparativos de salida. Esa misiva junto a otras, que le serán enviadas el 31 de marzo y el 1ro. de abril, fueron redactadas por Martí —tal y como demuestran los originales conservados—, aunque llevan la firma de Máximo Gómez. En la de esta jornada del 30 de marzo, Moore era urgido para que hiciera presentarse al capitán Bastian ante Martí para ultimar los detalles. La discreción imprescindible le hace agregar en ella a Gómez —se distingue su caligrafía: "Rompa esta''. (JM: "A Cornelius G Moore" OC, t. 20, p.· 506; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 132). Como dato curioso puede agregarse que la carta fue escrita en hoja similar a las utilizadas para las anotaciones de su diario. La fecha aparece escrita con lápiz.
[179] La narración se corresponde con el traslado de la pequeña partida, a pie, en medio de la noche, de la ciudad a la playa desde donde deberán embarcarse. El grupo estaba compuesto por seis expedicionarios: Martí, Gómez, César Salas, Ángel Guerra, Paquito Borrero y Marcos del Rosario, quienes iban acompañados por Panchito y Maxito Gómez Toro, hijos de Bernarda Toro y Pelegrín (Manana) y del Generalísimo. Sin lugar a dudas, la descripción del haitiano con la cual termina las anotaciones de esta jornada es la del guarda con quien [se] tropiezan cerca de la orilla y deben inmovilizar. Gerardo Castellanos[,] en Francisco Gómez Toro, refiere: "Salieron del hogar a eso de las doce de la noche [...]. Marchaban en silencio de uno en fondo, yendo a la cabeza, como práctico, revólver en mano, Maxito [...]. Por la playa oteaba en funciones un empleado de resguardo, que ponía en peligro la hazaña [...] y en un periquete el solitario vigilante haitiano fue amarrado y despojado de su armamento" (Emilio Rodríguez Demorizi, ed. cit.). Por el camino a la playa pierden a César Salas, quien solo reaparece, desesperado, instantes antes de que el bote que esperaban para alcanzar la goleta Brothers[ ]tocara tierra. Durante el día había escrito Martí a Tomás Estrada Palma, Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, y la misiva de despedida a su hijo, antes de emprender "el camino, impedido y demorado" (JM: "A Tomás Estrada Palma", 1ro. de abril de 1895, OC, t. 4, p. 117; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 142). Explicaría, con posterioridad y de manera sucinta, los acontecimientos acaecidos en esta jornada e inicios de la siguiente en la carta a Gonzalo y Benjamín: "El 1° de abril por fin salimos, a las 3 de la mañana [ya debe referirse a la madrugada del 2 de abril], asaltando en los botes abandonados de la playa la goleta Brothers que nos esperaba afuera'' (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra'', OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 160). Navegarían durante todo el día 2 hacia Gran Inagua.
[180] En la madrugada del 2 de abril habían abordado la Brothers, donde los esperaban el capitán Bastian y una tripulación compuesta por tres hombres. Llegan a la isla Gran Inagua en la noche de esta jornada o la madrugada de la siguiente. Contaría más tarde a Gonzalo y Benjamín "a la madrugada siguiente, andábamos en la isla inglesa de Inagua, adonde iba el Capitán para renovar sus papeles, y de allí caer por ruta muy distinta de la que ahora hemos traído" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 160). Navegarían durante todo el día 2 hacia Gran Inagua. El día 3, Bastian baja a tierra a arreglar lo necesario para seguir viaje a Nassau, y deja a los expedicionarios a bordo. Evidentemente pone al tanto a las autoridades respecto a los propósitos del grupo. Martí lo denunciaría: "A las pocas horas, era claro que el Capitán había prolongado el objeto del viaje, para que las autoridades lo redimiesen de la obligación, impidiéndonos seguir viaje" (ídem;[ ]pp. 160-161). Navegarían durante todo el día 2 hacia Gran Inagua.
[181] Al parecer se refiere a la pasada travesía, de Monte Cristi a Inagua, del 2 al 3 de abril.
[182] El filólogo y ensayista español Manuel Alvar (1923-2001), recoge otra versión tetuaní de estos versos, bajo el título de ''Amantes perseguidos", que terminan con una estrofa similar a la que recuerda Martí: Levantóse el conde Niño / mañanita de San Juan / fue a dar agua a sus caballos / a la orillita del mar. / Mientras los caballos beben, / el conde dice un cantar / la reina como lo oyera, / a su hija fue a dispertar: / "Si dormís la niña infanta, / si dormís os recordáis, / oyerís como lo canta / la serenita del mar." / "No es la serena mi madre, / ni es tampoco su cantar, / es el hijo del vizconde / que por mis amores está." / "Si por tus amores está, / yo lo mandaré matar / Siete guardias de palacio / y dos de la capital, / los guardias como eran cafres, / lo tuvieron que apuñalar. / La niña al sentir eso / a su tito fue a contar: / ''Tito mío, tito mío, / que con vos quiero yo hablar."/ "Ese hablar que tú dices / muy prontito lo veras; / anda a ver por tu casa. / "Por ahí lo vio pasar. / "Adiós conde de mi vida, / tú te vas y yo me quedo / y a los ocho días justos, / a tu lado me tendrás." / Pasa un día y pasan dos, / la niña malita está; / pasan tres y pasan cuatro, / la niña de gravedad;/ pasan cinco y pasan seis / la niña se ha muerto ya; / pasan siete y pasan ocho,/ ya la llevan a enterrar. / Como hijo de un Conde, / un pasito mas allá; / como hija de una reina, / le están haciendo un altar. / Entre una tumba y otra, / se criaba un rosal, / que cura mancos y ciegos/ y toda la enfermedad. / La reina al sentir eso, / allí se fue a curar: / "Rosalito, rosalito, / por la Santa Trinidad, / si me curas este ojo, / te daré un gran pedral." / "Si estás ciega de un ojo / de los dos te quedarás; / los amantes se han querido / y no los dejaste gozar / y por eso tú, mala reina, / ciega, tú, te quedarás." / Un rosal cría una rosa / y un clavel y un jazmín, / y un padre cría a una hija, / sin saber para quién es.["]
[183] Anotado inicialmente: "3", y sobre la propia cifra, reescrito: "4".
[184] Procedía de las Islas Turcas y llevaba bandera inglesa. Fue comprada por cuatrocientos cincuenta pesos oro al capitán Bastian.
[185] Gran lnagua. En efecto, a ella arriba el 4 de abril de 1895.
[186] Se refiere a Matthew Town, la capital.
[187] Indudablemente alude al capitán y los marinos de la Brothers. Martí desciende a tierra con Bastian para tratar de encontrar marinos. Gómez, en su Revolución... Cuba y hogar, subraya esta paradoja de que Bastian no halle tripulantes en un pueblo en que todos los hombres lo son. Convencido de la mala fe del capitán, Martí logra la protección de Barber, cónsul de Haití. Este les extiende dos pasaportes con nombres falsos, para los más comprometidos: Martí (con el nombre de Francisco Torres) y Gómez (como Marcos Rojas).
[188] En la mañana del día 4 de abril, funcionarios del puerto registran la embarcación y Martí se refiere al incidente, significando que había logrado que se reconocieran sus armas como efectos personales y conservarlas. Comentaría, días más tarde: "Por la mañana nos visitó la Aduana someramente: sentíamos crecer la trama: a la tarde con minutos de aviso de Bastian, volvió la Aduana a un registro minucioso. La recibí, y gané su caballerosidad: nuestras armas podían seguir como efectos personales" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra'', 15 de abril de [1895], OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 161). Al fin, son autorizados a partir, pero resulta imposible ante la deserción de dos de los tripulantes. Solo permanece fiel el cocinero. El cambio de estado anímico en esta última jornada es evidente en su texto, a consecuencia de los nefastos acontecimientos. Recordaría: "No se hallaban marinos para continuar viaje. Bastian fingía contratarlos, y movía a otros a que los disuadiesen. En tanto, ya nuestra retirada estaba descubierta: por tres días, los necesarios para su llegada a Cuba, podía explicarse nuestra ausencia de Montecristi, por un viaje al interior, y ya corría el tercer día. Podía España avisada asediarnos en Inagua, en la isla infeliz y sin salida" (ídem, en ambas ediciones).
[189] Cierra comillas que no ha abierto.
[190] En los hombres que pasan y que Martí describe, proyecta de modo indirecto sus pensamientos respecto a los dos tripulantes desertores —Jim Basset y Napoleón John— y el capitán inglés traidor: Hopkins puede aludir a la actitud de los tripulantes —"se cose a los marineros, y les va envenenando la voluntad, para que no acepten el oficio que no se quiso poner en él"— y el patrón blandilocuo —quien "rinde, balbuceando, el dinero que robaba".
[191] Ese día atraca el carguero alemán Nordstrand y el cónsul Barbes sube a bordo con Martí para presentárselo a su capitán, Heinrich J. Th. Löwe. El propósito: lograr que aceptara a los expedicionarios como pasajeros y los acercara a las costas cubanas. Martí contaría más tarde a Gonzalo y Benjamín: "Asomó un vapor alemán, que iba de Cuba al Cabo Haitiano: obtuve del cónsul de Haití, Barbes, los pasaportes" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", 15 de abril de [1895], OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 161). El capitán Löwe, por su parte, también referiría el encuentro, pero con mayor detenimiento: "el agente, Sr. M. C. Barbes venía a bordo con un señor (José Martí) quien hablaba bien el inglés y me decía que este señor con otros cinco compañeros habían llegado en un buque chico inglés, domiciliado en Providence, Nassau y que el Cap. de ese buque había rehusado continuar el viaje porque se estaba enfermando. // Los señores preguntaron si quería tomara [a] bordo [a] estos seis señores para desembarcarlos a la vuelta de Cap. Haití a Port Antonio, al pasar la costa de la isla de Cuba, cerca del cabo Maisí. Como me estaba bien conocido que era prohibido desembarcar gente en una costa abierta, les rogué me dieran informaciones más exactas. El Sr. Martí me explica que ellos eran jefes de insurgentes y que sus compañeros de Cuba los esperaban para librar a su patria del gobierno español [...] como el señor José Martí se me daba a conocer por hermano, hermano de franco-masonería a la cual yo también pertenecía, yo estaba de acuerdo con los deseos de los señores... Mientras, me iba a tierra con el S. Barbes y aquí compré por cuenta del señor José Martí, del Sr. Barbes un bote bueno y fuerte por el precio de cincuenta pesos. Este bote fue llevado a bordo y puesto sobre la cubierta detrás de la barandilla" (cit. "Anexo 1", en José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., p. 391).
[192] Se refiere al carguero alemán Nordstrand, que ha entrado a puerto el día anterior y donde han tomado pasaje de regreso para Cabo Haitiano. Pertenecía a la Newyork Mobile-Mexican Steanship Company y transportaba madera desde Mobile, Estados Unidos, hacia Haití y Jamaica.
[193] Entiéndase "Mobile".
[194] Habían abordado el Nordstrand ese día. Rememoraría en carta a Gonzalo y Benjamín: "a la mañana siguiente, aquel duro Capitán, con asombro unánime, me rendía el barco, que Barbes devolvió luego a Montecristi, y los $450 que había recibido para sí y la tripulación" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", 15 de abril de [1895], OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 161). Löwe confirma en su testimonio: "Los seis señores mencionados vinieron a bordo el 5 de abril declarando nombres y papeles disimulados" (cit. "Anexo 1", en José Martí[:]Diario de campaña, ed. cit., p. 391).
[195] Según afirma Gómez —en carta a su hijo Panchito, de 3 de abril de 1895—, y también Charles Strong, quien era segundo de la Brothers —en testimonio a Rodríguez Demorizi—, así como anotan la mayoría de las otras fuentes consultadas, se trata de David Caley, nacido en Islas Turcas. David era el cocinero de la goleta Brothers: el único tripulante original que acompañó a los expedicionarios. En las notas de M. Isidro Méndez a la edición de Apuntes de un viaje (1938), sin embargo, se le apellida "Cubí". Martí lo recuerda y reconoce su gesto aún días después: "solo uno fiel quedaba, el buen David, de las islas Turcas" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 161).
[196] Según Bonaldi ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", ed. cit.) se refiere al pargo, abundante en el Caribe y fuente común de alimentación para los pueblos costeros en las Antillas de la época.
[197] David regresa a Monte Cristi tripulando la goleta Brothers, con el encargo de ponerla en manos de Buli Poloney y de quien rezaba desde su compra como la dueña oficial: Bernarda Toro, esposa de Gómez. Ella también aparecía como dueña de la Mary John. Este día, 5 de abril, realizados los trámites necesarios, los expedicionarios parten a las seis de la tarde de regreso a Cabo Haitiano en el Nordstrand. A bordo, acuerdan con el capitán que propicie el desembarco en Cuba, permitiéndoles bajar un bote en mar abierto, durante la próxima travesía del vapor camino a Puerto Antonio, Jamaica.
[198] Se refiere a Heinrich Julius Theodor Löwe (1859-1935), capitán alemán del Nordstrand.
[199] Testimonia Löwe: "Enseguida abandonamos puerto de Great Inagua para viajar a Cabo Haití, a donde llegamos en la mañana del 6 de abril" (cit. "Anexo 1", en José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., p. 391).
[200] Franz Bernhard Heinrich Wilhelm (1800-1840), barón de Gaudy, poeta y narrador alemán. Entre sus obras: Mein Roemerzog (1836) y Lieder und Romanzen (1837).
[201] Se refiere a Agnes Elisa Amalie María Martens, esposa de Heinrich Löwe.
[202] Sic. En el manuscrito, leemos "berschirmen" escrita sobre otra palabra tachada. Bonaldi precisa que la escritura correcta es "berschimen" ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", ed. cit.).
[203] Según traducción de Vicente Tejada: "En toda tempestad, / En toda desventura, / Tendrá de ti piedad / El Dios de las alturas" (Vicente Tejada: Apuntes de un viaje: mi estadía en Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1992, p. 91). A las cuatro de la tarde de este 6 de abril, desembarcan furtivamente en Cabo Haitiano y se dispersan. Martí se aloja en la casa de Ulpiano Dellundé. Gómez y Marcos del Rosario en la de Millevoye Mercier, amigo y socio de Dellundé. Francisco Borrero y Ángel Guerra en la del sastre cubano Agripina Lambert. César Salas ocupa una habitación en el Hotel Canavallo.
[204] Explica Löwe: "Para no llamar la atención los seis señores se desembarcaron luego, y a tierra fletaban cuartos chicos de donde al mismo tiempo tomaban conexión con secretas corporaciones cubanas. Aquí apuraba la descarga de mi buque para poder seguir viaje lo más pronto" (cit. "Anexo 1", en J[osé] M[artí]: Diarios de campaña, ed. cit., p. 391). Los seis expedicionarios permanecen ocultos. Gómez anota en su diario: "Día 7, sin novedad y lo mismo el 8" (Máximo Gómez: Diario de campaña (1868-1899), estudio preliminar de Carmen Almodóvar, Oviedo, Colección Clásicos, Universidad de Oviedo, 1998, p. 124).
[205] Así declara su respeto por quien es considerado una de las más importantes voces de la poesía haitiana de expresión francesa del XIX, nacido en Port de Paix, en 1856. En Patrie, justamente, se reúnen sus piezas más elocuentes.
[206] "¡caimitos!"
[207] "el buen Dios".
[208] Es término procedente de la liturgia vodú. Significa "padre", figura dignataria elevada dentro del culto.
[209] Martí recoge este testimonio con evidente atención: resulta coincidente con sus propias apreciaciones referentes a la asunción de la nueva cultura, que se gesta en América: criolla, auténtica, nacida del propio continente.
[210] Efectivamente, el 7 de abril de 1895 era Domingo de Ramos.
[211] Moctezuma II; Motecuhzoma Xocoyotzin, en náhuatl (c. 1468-1520). Emperador azteca de México (1502-1520). Llevó al imperio a su momento de máximo esplendor, antes de caer frente a la conquista española.
[212] O Cacamatzin, señor chichimeca de Texcoco, hijo sucesor de Necahualpilli y sobrino de Moctezuma II. Había participado en la notable entrevista entre Moctezuma y Hernán Cortés, el 8 de noviembre de 1519 en Tenochtitlán. Cortés lo hizo matar.
[213] Cuitláhuac o Cuitlahuatzin (¿-1520). Penúltimo tlatoani, gobernante supremo de los aztecas (1520). Fue hijo del supremo señor Axayácatl y hermano de Moctezuma II. Participó en el trascendente encuentro entre Moctezuma y Hernán Cortés, el 8 de noviembre de 1519 en Tenochtitlán. Sucedió a Moctezuma II y se esforzó por expulsar a los españoles, lo que no logró por la epidemia de viruelas que sufrieron los aztecas y ocasionó su propia muerte.
[214] Hernán Cortés (1485-1547), conquistador español de controvertida fama. Se estableció en La Española en 1504 e intervino en la conquista de Cuba. Desempeñó decisivo papel en la derrota del imperio azteca en 1521. De su esposa Catalina Juárez Marcaida tuvo cinco hijos; otro con la intérprete indígena Malintzin o Malinche, y una con Tecuichpo o Isabel, hija de Moctezuma II.
[215] Tecuichpotzin o Ichcaxóchitl (1509-1550), hija de Moctezuma II. Se casó en primeras nupcias con su primo Quauhtemotzin, último tlatoani azteca y sobrino de su padre. A su muerte, Cortés la hace contraer matrimonio con uno de sus oficiales, Alonso de Grado, del cual enviudó. Se dice que fue amante de Cortés, con el cual tuvo una hija, llamada Leonor, y luego se casó con Pedro Gallego de Andrada, de quien volvió a enviudar. Finalmente, se desposó con Juan Cano de Saavedra. Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, opina que ella era muy hermosa para ser india.
[216] Quauhtemoc, Quauhtemotzin o Guatimozín (1502?-1525), fue el último tlatoani azteca, sobrino del emperador Moctezuma II y sucesor de Cuitlahuatzin. Contrajo nupcias con la princesa Tecuichpo, hija de Moctezuma. Encabezó la oposición a la decisión de Moctezuma de ceder a las presiones de los invasores españoles. Organizó el ataque, conocido como la Noche Triste, que expulsó a Cortés de Tenochtitlán, el 30 de junio de 1520. Al morir Cuitláhuac, fue monarca y logró defender la capital hasta el verano de 1521. Fue capturado, torturado y, finalmente, asesinado.
[217] Oficial español, quien a las órdenes de Hernán Cortés, participó en la conquista de Nueva España. Según Bernal Díaz, en su Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, era un hombre muy entendido, así como de buena plática y presencia, músico, gran escribano, y más bullicioso que hombre de guerra. Cortés lo hizo casar con Tecuichpotzin, viuda del último monarca azteca Quauhtemoc e hija de Moctezuma. De Grado falleció en México de muerte natural.
[218] Pedro Gallego de Andrada. Uno de los conquistadores españoles bajo el mando de Hernán Cortés. Fue el penúltimo esposo de Tecuichpo o Isabel, hija de Moctezuma II, con quien se dice concibió un hijo. Algunas fuentes aseguran que ya ella estaba embarazada cuando contrajo nupcias con Gallego, al poco tiempo de lo cual él falleció. En su Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo menciona a otros[ ]Pedro Gallego: uno que fuera sacrificado por los indios, y otro que puso una venta en el camino entre Veracruz y México.
[219] Juan Cano de Saavedra, conquistador español. Participa en la conquista de Tenochtitlán. Fue el último cónyuge de la hija de Moctezuma [II,] Tecuichpo (1531), de la cual enviuda tras concebir seis hijos. Fue alcalde ordinario de la Ciudad de México (1554). Finalmente, regresó enriquecido a su Cáceres natal. Gracias al oro mejicano sus descendientes, a finales del siglo XVI, reforman el famoso palacio renacentista conocido como de los Toledo-Moctezuma.
[220] La referencia autobiográfica es directa. Sin lugar a dudas al hablar de "mujer", recuerda a la suya propia, Carmen Zayas Bazán, y su deslealtad: Martí había intentado una vez más la reconciliación con su esposa, y la lleva junto con su hijo a residir en Nueva York. En esa oportunidad, como siempre, Carmen lo presiona para que vuelvan al país, y hagan una vida "normal''. Ante lo infructuoso de su esfuerzo, ella decide huir hacia Cuba con el ya casi adolescente José Francisco, sin consentimiento paterno. Para lograrlo solicita nada menos que la ayuda del cónsul de España en Nueva York. Fue este el incidente encargado de poner punto final a su matrimonio. Martí no lo olvida nunca ni podrá perdonarlo. Jamás volverían a encontrarse.
[221] Posiblemente entre los libros que escoge debieron estar los dos que envía a María Mantilla: en carta fechada al siguiente día —9 de abril de 1895, en Cabo Haitiano— le habla a ella de L'Histoire Générale, y de un libro "para leer y enseñar", de Paul Bert, del cual no menciona título. También adquiere, quizá, la Vida de Cicerón, que lleva a la manigua cubana y menciona en sus anotaciones del 17 de abril. Aquí concluye el texto correspondiente a la primera parte del diario, usualmente publicado como Apuntes de un viaje y que ha debido poner al día durante las dos últimas jornadas de retiro obligado en casa de Dellundé. Gómez recoge en su cuaderno lo acontecido durante la jornada siguiente: "pasé a casa del Doctor Dellundé y el 9 a las 8 de la noche, nos embarcamos en el mismo vapor aleman" (ídem). En carta de Martí a María, fechada ese mismo día, comenta: ''Aquí estoy, en Cabo Haitiano; cuando no debía estar aquí". (JM: "A María Mantilla", OC, t. 20, p. 216; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 145). Y en la del 10 de abril a Carmen Miyares, explica: "nuestro camino del 1ro. de abril se interrumpió y hay que empezarlo de nuevo" (JM: "A Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos", OC, t. 20, p. 223; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 154).
De Cabo Haitiano a Dos Ríos
[1] Se refiere a Dolores Arán, esposa del doctor Ulpiano Perfecto Dellundé y Prado.
[2] Desde Cabo Haitiano partió finalmente la expedición. La componían Martí, Gómez, Francisco Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario. Contaría Martí: "El 10, continuando el plan forjado en el camino, nos reembarcamos en el vapor" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra", OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 161). Y Löwe reafirmaría: "En la mañana del 10 de Abril mi buque estaba descargado y después recibí los papeles necesarios del Cónsul alemán Sr. Otto Schott. En estos papeles era también un certificado de sanidad para Port Antonio (Jamaica) sin(sic) seis pasajeros. A la una los seis señores vinieron a bordo sin llamar la atención y luego zarpábamos (de nuevo) hasta Great lnagua, a donde tenía que desembarcar mis trabajadores de esta isla" (cit. "Anexo 1", en José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., p. 391). El capitán registraría en su relato la presencia cercana de un buque de guerra inglés que estaba tratando de interceptar el trayecto del Nordstrand —presumiblemente a causa de sus pasajeros, en vistas de que habían partido ilegalmente desde una posesión británica. Esta información le fue facilitada por el capitán de un velero que encontraron en el trayecto. Löwe debió, entonces, alterar su ruta, para no ser localizado al volver a Gran lnagua (ídem).
[3] Allá llegan por segunda vez a bordo del Nordstrand. Hacen breve escala, de tres horas, [a]ntes de que el buque continúe hacia Puerto Antonio, al norte de Jamaica. Precisa Löwe: "Más o menos a las diez de la mañana del 11 de Abril de 1895 me salí de Great Inagua para el viaje hasta Port Antonio. Otra vez hice un seno grande para pasar el tiempo hasta la noche y por si acaso el buque de guerra inglés hubiera salido de Cap. Haití para cazar el vapor Nordstrand en la costa de Cuba. Al oscurecer me acercaba a la costa de Cuba sin luces de señal y posición" (cit. "Anexo 1", en José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., p. 392).
[4] Agregado al margen: "11". Se refiere al 11de abril, fecha en que arriban a Gran Inagua. Por lo tanto, es de suponer que era su intención insertarlo con posterioridad, antes de: ''Amanecemos en Inagua".
[5] Se refiere al bote a bordo del cual abandonan el Nordstrand, a las ocho de la noche y en plena travesía, para desembarcar en Cuba a golpe de remos. Según el diario de Gómez, Martí y César reman en proa. Martí, en carta a su amigo Mercado, contaría: "llevé el remo de proa bajo el temporal" (JM: "A Manuel Mercado", 18 de mayo de 1895, OC, t. 4, p. 169; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 253). A las dos horas tocan tierra cubana.
[6] Martí inserta, con posterioridad, sobre la línea: "(4)", haciendo un llamado cuyo propósito se desconoce.
[7] Se refiere al capitán H. Löwe.
[8] Abandonan el Nordstrand, a las ocho de la noche y en plena travesía, para desembarcar en Cuba a golpe de remos. Contaría Löwe: "A las ocho de la noche estaba lloviendo fuerte cuando paré el vapor en la costa sur de Cuba, 20 millas al oeste de Cap. Maisí a una milla de distancia de la costa. Aquí el bote fue echado al agua y todo el equipaje metido adentro. Entonces los señores, el General Gómez, José Martí y los otros oficiales del estado mayor abandonaban el vapor [...]. Estábamos de acuerdo en que yo, en el vapor esperaría en este lugar hasta que los señores hubieran dado una señal de tierra con una lámpara, como seña de que habían llegado a tierra afortunadamente [...] // Habiendo recibido esta señal, después de una media hora, continuaba mi viaje hasta Port. Antonio" (cit. "Anexo 1", en José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., p. 392). Según Gómez, sin embargo, arribaron al lugar a las diez y media de la noche, es decir, dos horas más tarde. Y Martí lo reafirmaría: "el 11, a las 8 de la noche; negro el cielo del chubasco, vira el [vapor], echan la escala, bajamos, con gran carga de parque, y un saco con queso y galletas: y a las dos horas de remar, saltábamos en Cuba" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra", 15 de abril de [1895], OC, t. 4, p. 125; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 161).
[9] Según el diario de Gómez, Martí y Cesar remaban en proa. Martí, en carta a su amigo Mercado, contaría: "llevé el remo de proa bajo el temporal" (JM: "A Manuel Mercado", 18 de mayo de 1895, OC, t. 4, p. 169; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 251).
[10] Félix Francisco Borrero Lavadí (Paquito).
[11] Se refiere a Playita de Cajobabo.
[12] En las cercanías de Cajobabo hicieron estancia breve, durante la cual durmieron, y ya de madrugada, acuden a pedir ayuda a una casa próxima: la de Adela Leyva Rodríguez, donde establecieron campamento.
[13] Se refiere a Blas Martínez.
[14] Se refiere a Gonzalo Leyva Rodríguez.
[15] Se refiere a Adela Leyva Rodríguez.
[16] Se refiere a José Gabriel González.
[17] Se refiere a Silvestre Martínez.
[18] Según Salustiano Leyva, quien entonces tenía once años de edad, Mesón era como llamaban a un pequeño monte situado al otro lado del camino real. Pero Gómez, quien también lo menciona en su diario, dice que el monte es de Mesón: "un hombre viejo y de mal corazón que no nos quiso favorecer" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 125). En las páginas salvadas del diario de Ángel Guerra se esclarece el asunto, cuando este asegura que en la casa de Adela Leyva tomaron: "un práctico [Silvestre] para seguir adelante hasta el río Faguere, allí procuramos un práctico el cual se nos negó, y entonces el mismo práctico nos condujo" (Ángel Guerra: "Páginas salvadas del diario de campaña del entonces brigadier Ángel Guerra y Porro", en José Martí: Diarios de campaña, ed. cit., p. 394). Evidentemente quien se negó fue Mesón.
[19] Asegura Lubián que, aunque el lecho de esta corriente es muy pedregoso y permanece seco gran parte del año, en aquellos momentos se hallaba crecido (Rafael Lubián Arias: La ruta de Martí, La Habana, Ed. Molina y Cía., 1938).
[20] La inclusión de este sustantivo entre paréntesis y sin explicación[ ]queda aclarada al consultar las anotaciones de Ángel Guerra correspondientes a ese mismo día. Menciona el río "Faguere". Evidentemente, ambos se refieren a otra denominación atribuida al propio río o a algún paraje específico a esa altura de su curso, justo donde habitaba Mesón: "Záguere" o "Faguere", según escuchó cada cual. Por eso el Apóstol lo coloca entre paréntesis y a continuación de haber escrito "Tacre", con manifiesta intención especificatoria.
[21] Debe entenderse: "Imías", siempre que aparezca así.
[22] Se refiere a Fernando Leyva Rodríguez.
[23] Se refiere a la Cueva de Juan Ramírez. Allí acampan, cerca de Cajobabo y en la margen derecha del Tacre. Según el diario de Gómez, llegaron a ella aproximadamente a las seis de la tarde. El río creció esa noche, y al siguiente día debieron mudarse a un lugar cercano.
[24] Marcos del Rosario y Mendoza.
[25] Abraham Leyva Rodríguez.
[26] Se refiere a José de Jesús Leyva.
[27] Se refiere a Félix Ruenes Aguirre.
[28] Gómez, en su diario, haciendo referencia a esta jornada, apunta: "Nos admiramos los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas, de la resistencia de Martí —que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 126). Más adelante —el 21 de abril—, el Generalísimo vuelve al tema: "Martí, al que suponíamos más débil por lo poco acostumbrado a las fatigas de estas marchas, sigue fuerte y sin miedo" (ibídem, p. 127).
[29] Al parecer, se refiere al fruto de la pomarrosa.
[30] Ángel Guerra y Porro.
[31] César Salas.
[32] Adriano Galano Coutín.
[33] Pedro Rubio.
[34] Se refiere a la avanzada de las tropas de Félix Ruenes, que salió a recibirlos.
[35] Se refiere a la casa de Nina Tavera y [de] su esposo[ ]Miguel Aguirre. Este sitio pertenece hoy al municipio Imías, provincia Guantánamo. Ángel Guerra en su diario lo menciona como "el Descanso" y asegura que allí "tenía el resto de su fuerza (Ruenes)" (Ángel Guerra, ed. cit., p. 394).
[36] Se ignora el nombre. Al parecer, era el cocinero de la tropa de Ruenes.
[37] Muchos autores han considerado que Martí pasó por el lugar conocido como Vega de la Batea porque, aparentemente, iba a referirse a él. Los tres puntos suspensivos que interrumpen su registro sugieren que no conocía el nombre exacto de ese sitio, en el que, al parecer, nunca estuvieron. La casa de Nina Tavera y Miguel Aguirre, donde permanecían entonces, estaba en Arroyo Carlos.
[38] Al parecer, se refiere a Felipe Columbié.
[39] Se trata de Tomás Cardoza.
[40] Al parecer, se refiere al licor que se prepara con el fruto de la pomarrosa.
[41] Al inicio de la cuartilla numerada como "5", repite el día con evidente intención aclaratoria.
[42] Aquí hicieron campamento, en Vega del Jobo. La casa era del matrimonio de José Pineda y Gregoria Rodríguez.
[43] Se refiere a Gregoria Rodríguez y Velázquez.
[44] La correspondencia a los Estados Unidos se enviaría por Baracoa. Se trata de cartas a Benjamín J. Guerra y Gonzalo de Quesada, a Tomás Estrada Palma y Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos.
[45] Se refiere a la antigua jurisdicción militar de ese nombre, del Departamento Oriental. Salvo que se aclare otra cosa, debe entenderse siempre así.
[46] Se refiere a Domitila Pineda Rodríguez.
[47] Se refiere a una biografía del político y orador romano Marco Tulio Cicerón (106-43 ane), quien fue llamado Padre de la Patria por haber denunciado la conjuración de Catilina. El recuento de su vida era, sin duda, una singular lectura para la manigua cubana y evidencia la raigal influencia de la cultura clásica en Martí.
[48] Jaragüita resultó juzgado finalmente como traidor. Denunció a José Ángel Rodríguez, alias El Gallego, compañero de expedición de Limbano Sánchez. Fue fusilado el 6 de agosto de 1895.
[49] Se refiere a Gregoria Rodríguez Velázquez.
[50] Se refiere a El Jobo Arriba, sitio por cuyas inmediaciones pasarán siguiendo el curso del río Jojó.
[51] Arturo Dannery.
[52] Al parecer, también, otro de los hombres de Ruenes.
[53] Se refiere al río Jojó o Cajobabo.
[54] Ángel Castro Díaz.
[55] Hicieron noche en Palmarito.
[56] Al parecer, localismo o neologismo martiano referido a una falsa creencia: al supuesto sonido producido por los lagartijos, los cuales, según los especialistas, son incapaces de emitirlos.
[57] Se refiere al pajuá.
[58] Se refiere a Caridad Pérez y Piño.
[59] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878), siempre que aparezca así.
[60] No ha podido precisarse si se trataba de Ángel Castro Díaz o no.
[61] Alude a la división del país por departamentos: el Camagüey era el central, ubicado entre [L]as Villas y el Departamento Oriental. Actual provincia del mismo nombre.
[62] No cierra el signo de admiración.
[63] Al parecer, se refiere a Manuel Boza.
[64] No cierra el signo de admiración ni las comillas.
[65] Gómez, en su diario, escribe "Games".
[66] Aquí, en las inmediaciones del río Yacabo y cerca del alto de La Yaya, lugar conocido como Pozanco o Posanco, instalan campamento.
[67] Puede ser abreviatura de "Domínguez". Sería: "Felipe Domínguez".
[68] Este último fragmento del día, a partir de "la marcha", lo escribió al margen izquierdo de la página.
[69] Hacen aquí campamento, en una elevación a orillas del río del mismo nombre.
[70] Pastor Estévez.
[71] Debe entenderse Juan "Frómeta''—aunque escribe "Fromita'' en el original— quien era otro vecino de Palenque. Confunde la ortografía del apellido recordando, evidentemente, el de Felipe Frómita de Nueva York, a quien sí hace referencia en carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, fechada el 15 de abril de 1895, cerca de Baracoa. Y menciona entonces otros apellidos: Rubio, Urgellez, López, de los hombres de Ruenes.
[72] Al parecer, se refiere a Jaragüita.
[73] Entiéndase "díctamo".
[74] González Pineda. Se le suma con diecisiete hombres más. Martí lo llama "dueño y alma del pueblo de San Antonio" (JM: "A Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra'', 30 de abril de 1895, OC, t. 4, p. 146; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 203).
[75] Loreto y José del Carmen González Pineda.
[76] Magdaleno González.
[77] Eufemia Martínez González.
[78] Pedro Agustín Pérez Pérez (Periquito).
[79] Francisco Adolfo Flor Crombet y Tejera. Más adelante quedará confirmada su muerte. El 1ro. de abril, por Duaba, había tocado tierra baracoesa la expedición de la goleta Honour que él comandaba, y donde llegaban también a la Isla los hermanos Maceo, Cebreco y veinte revolucionarios más. Habían partido de Puerto Limón, Costa Rica, en el buque inglés Andirondack [sic], el 25 de marzo de 1895. Tres días después llegaron a Jamaica; continuaron viaje a Isla Fortuna, en la cual estaban ya el 29 y partieron el 30. Al siguiente día, arriban a lnagua donde cambian de nave: y finalmente, antes del fin de esa propia jornada, llegan a Cuba, a bordo de la goleta Honour. A partir del desembarco, Antonio Maceo toma el mando de la expedición, que choca de inmediato con las fuerzas de Pedro Garrido en las acciones de Alto del Pino y del cafetal La Alegría, a consecuencia de lo cual es dispersada. Crombet fue [de] los primeros en caer, el 10 de abril, en el lugar conocido como Alto de Palmarito. Su cuerpo fue llevado a Felicidad de Yateras, donde fue acosado por los indios del lugar, quienes servían, entonces, bajo la bandera española. Según recoge José Luciano Franco (Antonio Maceo. Apuntes para la historia de su vida, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1973, p. 11), al escuchar disparos lejanos y presuponiendo lo que ocurría, Antonio Maceo aseguró: "Ese es Flor que se bate".
[80] Antonio Maceo y Grajales.
[81] Pedro Garrido Romero, español. Martí lo llama "teniente ladrón" y jefe de ''indios". Los "indios de Garrido" integraban, en efecto, las Escuadras de Santa Catalina del Guaso, también llamadas Escuadras de Guantánamo, un cuerpo paramilitar creado antes de la Guerra de los Diez Años por los propietarios guantanameros con hijos del país y algunos descendientes de indios. Fueron defensores de España durante aquella contienda y enemigos acérrimos de los mambises. Sin embargo, muchos de los "indios de Garrido", entrada la Guerra de Independencia, se pasaron a las tropas mambisas y resultaron decisivos en algunos triunfos cubanos, como en el combate de Sao del Indio, donde Maceo infligió una costosa derrota al ejército peninsular el 31 de agosto siguiente.
[82] José Maceo y Grajales.
[83] Los hechos aquí referidos se corresponden con lo acaecido a la expedición de la goleta Honour a su llegada a Cuba. Tras los combates ocurridos y la posterior dispersión del pequeño contingente, José Maceo queda aislado y vaga por el monte, consumido por el hambre, hasta que fuerzas guantanameras, al mando de Periquito Pérez, lo rescatan.
[84] Es en Madre Vieja o Monte de la Vieja.
[85] Al parecer, se refiere a San Antonio del Sur.
[86] Entiéndase "yamagua".
[87] Al parecer, se refiere a Francisco José Agramonte y Agramonte (Frank).
[88] En efecto, no solo los descendientes de indios desertaban de las Escuadras de Guantánamo o de Santa Catalina del Guaso. Periquito Pérez, quien llegara a ser mayor general del Ejército Libertador, perteneció a ellas. Al final de la Guerra Grande, comenzó a participar en actividades conspirativas independentistas, por lo que llegó a ser apresado a inicios de la Guerra Chiquita. Aunque con posterioridad fue repuesto en su cargo, a mediados de esa misma guerra se pasó definitivamente al lado mambí con las fuerzas bajo su mando.
[89] Entiéndase "Baitiquirí" siempre que aparezca así.
[90] Se refiere a la antigua jurisdicción militar del Departamento Oriental.
[91] Se refiere a La Caridad de los Indios.
[92] Entiéndase "'Caujerí".
[93] Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo. De inmediato y al cambiar de página, en el margen izquierdo y a inicios de la primera línea: "22)." Evidentemente se refiere a la fecha.
[94] Se refiere a la antigua jurisdicción militar del Departamento Oriental.
[95] Antiguo departamento militar. El Departamento Oriental se componía de ocho jurisdicciones o distritos: Baracoa, Guantánamo (o Santa Catalina de Saltadero), Cuba, Jaguaní, Bayamo, Manzanillo, Holguín y Las Tunas.
[96] Parece referirse al sobrino de Luis González Pineda, de quien antes había dicho: "viene desertado de las escuadras de Guantánamo un sobrino de Luis".
[97] Patricio Corona Leroux.
[98] Se refiere al llamado Tercio de Voluntarios de Yateras, también denominados "guerrilleros" como ya se ha visto.
[99] Se refiere a José Guillermo Moncada Veranes, llamado Guillermón, quien, ciertamente, se hallaba esperando la llegada de Maceo para que asumiera el mando de sus tropas de la región oriental; pero los acontecimientos no serían los esperados. Tras los encuentros con tropas enemigas y la dispersión de los expedicionarios, Antonio, junto con dos compañeros sobrevivientes, logra unirse a las fuerzas mambisas de Guantánamo, que habían salido en su busca. Semanas más tarde, Martí todavía no está totalmente al tanto de los hechos: en su diario reproduce lo que le cuentan. Es cierto, como apunta Bonaldi ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", ed. cit.), que resulta muy improbable que Maceo encontrara a Moncada, quien —aquejado de tuberculosis— se movía con sus hombres por el departamento de Santiago de Cuba. Después de alzarse en armas en febrero, a pesar de lo avanzado de su dolencia, Moncada dispuso acciones como la toma y quema de Loma del Gato y la emboscada de Charco Grillo y, además, la subordinación de sus tropas al entonces coronel Bartolomé Masó. Murió a causa de su enfermedad en plena manigua el 5 de abril.
[100] Al parecer, se refiere a Ramón Martínez, hijo de Eufemio Martínez González.
[101] Al parecer, se refiere a Magdaleno González, hijo de Luis González Pineda.
[102] Se refiere a Madre Vieja.
[103] O simplemente: Mariana.
[104] O guizazo.
[105] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
[106] Alude a su fidelidad a España.
[107] Se refiere a Francisco Pérez. Fue muerto por Policarpo Pineda en Vuelta Corta.
[108] Se refiere a Policarpo Pineda (Rustán o El Palilla).
[109] No cierra comillas.
[110] Entiéndase "brusca".
[111] Acamparon en Los Siguatos, detrás de una loma ubicada junto a San Antonio del Sur, que era conocida como Cabezada de los Siguatos. Gómez, en su diario, llama al lugar "Jiguato".
[112] Al parecer, se refiere a Luis González.
[113] Establecieron el campamento en la finca La Yuraguana, cercana del ingenio Santa Cecilia.
[114] Al parecer, vuelve a referirse al sobrino de Luis González Pineda que había llegado "desertado de las escuadras de Guantánamo".
[115] Se refiere a la jornada en que llegan a las inmediaciones del combate de Arroyo Hondo, donde las fuerzas cubanas al mando de Periquito Pérez y José Maceo se enfrentan a la tropa española del coronel Copello, que se encontraba emboscada a la espera de la expedición de Martí y Gómez.
[116] Se refiere a la antigua jurisdicción militar de ese nombre, del Departamento Oriental. Salvo que se aclare otra cosa, debe entenderse siempre así.
[117] Se refiere a que los insurrectos de la Guerra de los Diez Años no encontraron suficiente apoyo en la zona, al extremo de que Máximo Gómez organizó y dirigió una campaña invasora sobre la región, entre 1871 y 1872.
[118] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
[119] Presumiblemente, se trataba de una marca de fábrica o de un establecimiento dedicado al expendio de víveres, en la ciudad de Santiago de Cuba.
[120] Se refiere posiblemente al poblado de Arroyo Hondo, en cuyas cercanías se produjo el combate.
[121] José Maceo y Grajales.
[122] Se encuentran con José Maceo a la altura del llamado Paso de Baracoa, en el camino hacia esta villa, justo en el puente sobre el río Arroyo Hondo. El puente fue quemado, pero se dice que se conservó un palo de los que sostenían uno de sus cabezales.
[123] Carmen Miyares Peoli. La carta que cita es de fecha 28 de abril, y la escribió en el campamento de Vuelta Corta, es decir, tres días más tarde. Resulta evidente que hasta la llegada a ese campamento de las Filipinas Martí no tiene oportunidad [de] poner al día su diario.
[124] Aquí cierra Martí las comillas que abrió en la página anterior, aunque en realidad continúa citando la carta a Carmita, hasta la página 17 del cuaderno.
[125] En la carta a Carmen Miyares no aparece "con", sino "en". Al parecer, cometió un error al copiar el texto.
[126] Aunque Martí no cierra comillas, aquí es cuando interrumpe la cita de la carta a Carmen Miyares Peoli para hacer, entre paréntesis, una interpolación.
[127] Aquí debía cerrar comillas.
[128] Se refiere al río Jaibo.
[129] A la orilla derecha del río Jaibo, en la zona de Malabé, establecieron campamento. Hasta aquí fue una "marcha de ocho horas a pie, después de dos de combate [José Maceo y su tropa en Arroyo Hondo] y de cuatro de camino, de la noche entera, sin descanso para comer de día ni de noche", como anota en carta fechada 26 de abril (JM: "A Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos", OC, t. 20, p. 226; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 178).
[130] Esta arma, que Martí menciona, debe ser la que lo acompaña al caer en Dos Ríos, descrita en el informe presentado por el coronel José Ximénez de Sandoval, jefe de las fuerzas españolas en el combate, como un revólver con culatín de nácar. Ximénez de Sandoval se lo obsequió nada menos que al general Arsenio Martínez Campos.
[131] Aquí termina el fragmento de la carta a Carmen Miyares.
[132] Entiéndase "Arcid Duverger". Aquiles Duverger Lafargue.
[133] Allí recibió Antonio Maceo el bautismo de fuego a inicios de la guerra de 1868; por su actuación, le fue otorgado el grado de sargento.
[134] Entiéndase "yodoformo".
[135] Rafael María Merchán.
[136] Acampan a la vera del río Iguanábano, junto a las fuerzas de la entonces jurisdicción militar de Cuba, al mando de José Maceo: "más de 300 hombres fuertes", señala en carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra de 26 de abril (OC, t. 4, p. 133; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 180).
[137] Se refiere a sí mismo: al general Martí. Como en otros momentos, recogerá el parlamento tal cual lo escucha.
[138] Alude seguramente a las cartas que envía a Carmen Miyares de Mantilla y sus hijas, también a Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Guerra.
[139] Corresponsal de The New York World. Martí escribe a Joseph Pulitzer, el director de la publicación, para responder a la interrogante: "¿Piensan Vds. que la guerra puede concluirse bajo la base de independencia, pero pagando Cuba a España una indemnización y sirviendo de árbitros en el asunto los Estados Unidos?" Fue esta la petición de Fuentes. (JM: ''A Joseph Pulitzer", en Obras completas, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1973, t. 28, p. 478; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 176.)
[140] The New York World era un periódico estadounidense fundado por Alexander Cummings en 1860 como publicación religiosa. En 1887 fue adquirido por el periodista estadounidense, de origen húngaro, Joseph Pulitzer (1847-1911), quien contribuye a que alcance una enorme circulación y adopte una tendencia demócrata. El World llegó a caracterizarse por su sensacionalismo. En los 90, Richard Felton Outcault publica en él su historieta "The Yellow Kid" (El niño amarillo), impresa en ese color, cuya popularidad hizo que, por extensión, se le llamara por primera vez a este tipo de publicación "prensa amarilla".
[141] Por esta referencia que se escapa, puede suponerse que ha escrito el texto correspondiente a este día 22 durante la jornada siguiente, en el campamento de Filipinas, cuando se dedican a poner al día la papelería: "Atiendo enseguida al trabajo de la jurisdicción: Gómez escribe junto a mí", dirá.
[142] Combate ocurrido el día 21 de abril de 1895. Según Martí, en carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra de 26 de abril, se ocuparon sesenta armas y hubo dieciséis muertos y treinta heridos de parte de los españoles.
[143] Mariano Gumersindo Sánchez Vaillant.
[144] Rafael Portuondo y Tamayo.
[145] Se refiere a la expedición de la Honour.
[146] Se detienen y acampan en Vuelta Corta. Aunque Martí señala en su diario la llegada a Filipinas el 27 de abril, paradójicamente envía una carta al general Bartolomé Masó que fecha dos días antes y que declara escrita desde este campamento.
[147] Este día escribe carta al agente consular del Gobierno Británico acerca del accidente del cual fue víctima un marinero de la goleta Honour.
[148] Pedro Agustín Pérez Pérez (Periquito).
[149] Se refiere a los Estados Unidos.
[150] Tanto la circular a los jefes como a los hacendados, contradictoriamente, las envía con fecha 26 de abril. Con fecha 28 de abril sí se conoce la circular Política de la Guerra, firmada por Martí y Gómez.
[151] A esta clasificación debe pertenecer, por ejemplo, la misiva William Kilpatric, director de una línea de vapores, para solicitarle colaboración en la entrada de armas, y municiones, así como el establecimiento de comunicación regular.
[152] Se trata de Pablo Brooks, residente en la zona, con quien Martí deseaba entrevistarse. Brooks malinterpretó la intención de esta carta, presuponiendo en ella una intimidación.
[153] Se refiere a la carta enviada al agente consular del Gobierno Británico en Guantánamo, escrita en inglés, desde el campamento de Vuelta Corta, el día antes: 27 de abril.
[154] Entiéndase "Honour".
[155] Se refiere a la expedición de Flor y Maceo, antes citada.
[156] En el original, tachado: "y Maceo". Lo anotamos por lo significativo que resulta.
[157] Bartolomé Masó y Márquez.
[158] Se refiere al coronel Luis Bonne Bonne.
[159] Ramón Garriga y de las Cuevas.
[160] En carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, fechada en este 30 de abril, cuenta que escribe: "En las sombras de una segunda noche de continua vela". Y más adelante: ''Doblado a la faena, ni para pasear el campamento una vez he tenido lugar" (OC, t. 4, p. 144; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 201). De esta fecha, además de la carta citada a Benjamín Guerra y Gonzalo de Quesada, envía misivas a Pablo Brooks, Luis Rivera y [ ] Eudaldo Tamayo Pavón.
[161] Se refiere, en forma figurada, a Jesucristo, "fusilado" en la cruz por Policarpo.
[162] Hoy Quintoque. Sin embargo, según el diario de Gómez, el descanso en el Kentucky es el día 2 de mayo y no el 1ro., como señala Martí: el Generalísimo se refiere a una parada en la hacienda Perucho, donde sestean por dos horas —y llama al lugar, también, Kintoque (véase Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit.). Martí registra, asimismo en su diario, pero un poco más adelante, un "descanso corto" en las cercanías. Existe actualmente una zona conocida como Kentucky en el trayecto entre La Prudencia y Leonor, de modo que pudiera interpretarse como un error la fecha en el diario martiano: primero debieron hacer campamento en La Prudencia, lo que sucedió la noche del 1ro. al 2 de mayo. Tal vez Martí, al poner al día su diario, confundió los dos descansos y, efectivamente, la siesta en Kentucky fue el día 2 de mayo. Allí, en casa de Pezuela, se reunieron Gómez y Martí con el coronel Benigno Ferié Barbie y, aunque no hicieron noche, es considerado campamento por muchos también. Como vestigios de aquellos días quedan los secaderos de café, tapados ya por la tierra y una vieja mata de níspero.
[163] Queda en la zona una familia Rouncul: el apellido puede haberse alterado con el paso del tiempo y a partir de una pronunciación viciosa, o Martí haber escuchado erróneamente. O ambas cosas, y que el apellido original fuera en realidad francés: Rouncourt.
[164] Entiéndase "Thaureaux". Se refiere a la familia francesa Thaureaux-Cazad, del cafetal La Lucerna, cuyos descendientes aún viven en la zona.
[165] Se refiere a Antonio Thaureaux, el menor de los hijos del matrimonio de Ana Cazad y Louis Thaureaux.
[166] Según el diario de Gómez, el almuerzo de ese día es en la hacienda de Reyes González.
[167] Antes ha escrito: "Ti Arriba". Se respeta la ortografía del original. Se refiere a la entonces extensa región de Ti Arriba, y no propiamente al sitio de ese nombre, ubicado mucho más al oeste.
[168] Evidentemente, esta descripción se refiere al paso por la zona boscosa de Aguacate.
[169] Aunque usualmente se ha considerado que acamparon esa noche del 1ro. al 2 de mayo en Aguacate —en contradicción con la afirmación, del diario de Gómez, que asevera que durmieron en la casa de Luciano García, el dueño de La Prudencia, cafetal situado más adelante, al oeste de Aguacate—, la investigación in situ demuestra el error. El propio Martí da la correcta ubicación del campamento: dice que duermen en casa del "español malo", en vivienda de "techo de zinc" e incluso, como se verá más adelante, precisa el nombre del sitio: "Es la Demajagua." En efecto, pude constatar en la zona donde estaba ubicado el presumible terreno de propiedad de Luciano García—probablemente de origen peninsular—, la existencia de una antigua casa típica de cafetalero, con restos de viejos secaderos a su frente: posee la casa aún su muy alto puntal original —distinto de las restantes viviendas vecinas— y parece conservar la madera de la época, a pesar de las transformaciones sufridas.
[170] Entiéndase "Santiago de Cuba", la ciudad.
[171] Aunque en la zona no pudo ser localizado un sitio así llamado, la visita al lugar aclaró que la mención al final del día de "la Demajagua'', no ha de ser expresión de las —sin duda— reales preocupaciones que embargaban al Apóstol respecto a lo que había representado Céspedes y las experiencias nefastas de la Guerra de los Diez Años, como se ha pretendido entender tradicionalmente: existe una corriente denominada "Majagua" que baña las inmediaciones del lugar, por lo que se colige que el territorio circundante pudo ser llamado comúnmente por sus habitantes tierras o zona ''de Majagua'' y de ahí, tal vez, la denominación corrupta: "Demajagua" —nombre, por otra parte, muy común para hatos y corrales en la época.
[172] Entiéndase: "Jarahueca", siempre que aparezca así.
[173] Una zona muy fértil, de producción azucarera y cafetalera, con siembras intercaladas de cacao y frutos menores.
[174] O Alto de Santa María. Campamento referido también por Gómez. Es excelente sitio para ubicar un emplazamiento improvisado de tropas a la intemperie, pues desde allí se domina visualmente la zona.
[175] Entiéndase "Cefí". José Cefí Salas.
[176] The New York Herald, periódico estadounidense: uno de los de mayor circulación en la época. Ya en 1893 había publicado una entrevista a Martí, lo cual demuestra que este era una figura conocida en el ámbito editorial neoyorquino.
[177] Bryson trae noticias de que España —por boca de Martínez Campos— dice estar más dispuesta a negociar la entrega de Cuba a los Estados Unidos que a reconocer su independencia. Comenta Martí, después, en carta a Manuel Mercado —18 de mayo: "el corresponsal del Herald quien me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista" (JM: "A Manuel Mercado", OC, t. 20, p. 168; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 168). Le dirige entonces al director del The New York Herald un manifiesto, en el cual trabaja durante dos días y que es también firmado por Gómez. En una de sus partes, dice: "Al pueblo de los Estados Unidos mostramos en silencio, para que haga lo que deba, estas legiones de hombres que pelean por lo que pelearon ellos ayer" (JM: "Al editor de The New York Herald", OC, t. 4, p. 160; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 213).
[178] En el margen izquierdo escribe: 3, referido al 3 de mayo, y hace señalamiento para insertarlo en el texto, el cual continúa seguido.
[179] Se refiere a las cinco de la mañana del 3 de mayo.
[180] Entiéndase "Ferié". Gómez lo menciona como coronel "Ferié", combatiente de la Guerra de los Diez Años: Benigno Ferié Barbie.
[181] En la madrugada del 3 de mayo, Martí y Gómez se trasladan —dejando en Leonor la tropa— hacia su casa en Jarahueca (Las Mercedes), a juzgar por lo apuntado por Martí: "con el coronel Perié [...] a su cafetal de Jaragüeta". Gómez es más específico y registra que se movieron desde aquel punto —es decir, Leonor— hacia las Mercedes, a parar en la casa del coron[e]l veterano Benigno "Ferié", donde permanecieron hasta que fue de día (véase Máximo Gómez: [Diario] de campaña, ed. cit.). Indagando por el sitio exacto donde debió encontrarse el cafetal Las Mercedes de Ferié, en la zona de Jarahueca y sus alrededores, un informante asegura que estuvo ubicado en La Jabilla, próxima a Leonor y de factible acceso a la hora de la madrugada en que se produce el desplazamiento de Gómez y Martí. Según la propia narración martiana y buscando la similitud geográfica con el paraje descrito, igualmente existen otros sitios posibles —aunque más alejados de Leonor—: en El Martillo, donde se dice tuvo casa Ninita Ferié, hija del Coronel; o en La Lombriz —lugar señalado usualmente como próximo campamento—, ambos más inmediatos al poblado de Jarahueca. Tal vez la familia Ferié fue poseedora de varios cafetales en la zona, y de ahí la confusión existente. No obstante, contra estos dos últimos posibles emplazamientos pesa el argumento de que no se recuerda en la zona la denominación "Las Mercedes".
[182] Este día, además, ha escrito a Antonio Maceo, convidándolo al encuentro. Le manifiesta: ''Ante la Asamblea depondré, ya en esta nueva forma, la autoridad que ante ella cesa. Y ayudaré a que el gobierno sea simple y eficaz, útil, amado, uno, respetable, viable" (JM: "Al general Antonio Maceo", OC, t. 20, p. 161; Epistolario, ed. cit., t. V, p. 227).
[183] Se refiere a la una de la madrugada, ya del 4 de mayo.
[184] La investigación en la zona aporta otro posible punto —no el tradicionalmente considerado de La Lombriz—, al menos para el emplazamiento de las tropas: una antigua finca denominada San Alejandro, justo al pie de La Lombriz y muy inmediata al poblado de Jarahueca. Allá se levanta aún una muy vieja edificación, de alto puntal, que podría ser —o estar levantada sobre los cimientos de—la vivienda a donde acudió Martí la madrugada del 3 al 4 de mayo en busca de su hamaca. De manera que la casa del coronel Ferié, por su parte, bien pudo estar en el alto de La Lombriz y la tropa permanecer acampada más abajo.
[185] Pilar Masabó.
[186] Al parecer, se refiere a Rafael Portuondo.
[187] Al parecer, se refiere a Mariano Gumersindo Sánchez Vaillant.
[188] Hace un llamado al margen izquierdo, donde escribe dos líneas de texto: "Cuando leían la sentencia, al fondo, del gentío, un / hombre pela una caña."
[189] Posiblemente en las inmediaciones de la denominada Lombriz Abajo.
[190] No abre aquí signo de interrogación como debió hacer.
[191] Ese día —según Rafael Lubián— llegan a La Yaya, finca situada a unos doscientos metros de un mal camino que han venido recorriendo desde Rita Perdomo para hacer campamento. Pero Martí no consigna el traslado, no se refiere a la noche del 4 al 5. Tampoco lo hace Gómez. Es más, de acuerdo con la carta a Maceo, enviada por Martí la noche del 4, no se han movido de la zona: la fecha en Jarahueca. La Yaya podría ser considerado lugar de tránsito o de descanso rápido durante el desplazamiento desde la zona de Jarahueca a La Mejorana, entre el amanecer y el mediodía del propio día 5 de mayo.
[192] Se refiere a Antonio Maceo y Grajales.
[193] Jagua de Bucuey.
[194] Entiéndase "La Mejorana".
[195] Juan Maspons y Franco.
[196] Entiéndase "vermut".
[197] Rafael de Castro Palomino.
[198] Se refiere a la Cámara de Representantes y su autoridad durante la Guerra de los Diez Años.
[199] Hace referencia a las dificultades surgidas entre Maceo y Flor durante los preparativos de la expedición, en Costa Rica. Desde diciembre del 1894, Martí ha escrito a Antonio Maceo para sugerirle a Flor Crombet como jefe de la partida; "Flor, con su inglés mediano y su aire de elegante, haría una buena cabecera de los amigos que han de ir a bordo" (JM: "Al general Antonio Maceo" (16 de diciembre de]1894, OC, t. 3, p. 444; Epistolario, ed. cit., t. IV, p. 382). A la altura de febrero del 1895 Maceo comunica a Martí —quien había puesto a su disposición dos mil pesos en oro— que necesita al menos cinco mil pesos. El Apóstol le argumenta, ya desde Monte Cristi: "¿Qué hacer en este conflicto? Vd. debe ir con su alta representación, y los valientes que están con Vd. [ ] Pero Vd. me dice una vez y otra, que requiere una suma que no se tiene. Y como la idea de Vd. y de sus compañeros es indispensable, en una cáscara o en un leviatán, y Vd. ya se está embarcando, en cuanto le den la cáscara,—y yo tengo de Flor Crombet la seguridad de que, con menos de la suma ofrecida, puede tentarse con éxito la salida de los pocos que de ahí pueden ir, en una embarcación propia,—decido que Vd. y yo dejemos a Flor Crombet la responsabilidad de atender ahí la expedición, dentro de los recursos posibles, porque si él tiene modo de que Vds. puedan arrancar de ahí con la suma que hay, ni Vd. ni yo debemos privar a Cuba del servicio que él puede prestar" (JM: "Al general Antonio Maceo", OC, t. 4, p. 70; Epistolario, ed. cit., t. V, pp. 78—79).
[200] Se refiere a la antigua jurisdicción militar de ese nombre, del Departamento Oriental. Salvo que se aclare otra cosa, debe entenderse siempre así.
[201] Jesús Sablón Moreno (Rabí).
[202] Se refiere a la antigua jurisdicción militar de ese nombre, del Departamento Oriental. Salvo que se aclare otra cosa, debe entenderse siempre así.
[203] José Maceo y Grajales.
[204] Fue donde acamparon, cerca de La Mejorana y prácticamente en las afueras del emplazamiento de las tropas del general Antonio Maceo, Gómez"[,] en su diario, anota: "pernoctamos solos y desamparados, apenas escoltados por veinte hombres bisoños y mal armados" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 129). El "rancho fangoso" sin duda estaba en el territorio conocido como Banabacoa, mientras los Maceos durmieron en un lugar próximo: el Hondón de Majaguabo, campamento habitual de Antonio.
[205] A continuación faltan las hojas correspondientes al 6 de mayo, de la página 28 a la 31 del original. La numeración que responde al foliado de las páginas —la cual fue realizada al pasar el manuscrito al archivo de Máximo Gómez y con posterioridad a la muerte de este— es continua, de manera que, con seguridad, las sustrajeron antes de integrar dichos fondos. Los pormenores de este hecho no han sido totalmente esclarecidos. Ramón Garriga, custodio del manuscrito en tierra cubana, testimonió para el Diario de la Marina (22 de febrero de 1948), que lo llevaba en sus alforjas y solo se lo entregaba a Martí cuando él iba a realizar sus anotaciones. Por eso lo tenía en su poder durante el combate de Dos Ríos y tras la muerte del Apóstol se lo entregó a Gómez sin que le faltaran hojas. // Se sabe lo que ocurrió durante esa jornada del 6 de mayo: al parecer, en desagravio, Maceo convida a Martí y Gómez a visitar su campamento y los presenta a la tropa. En carta a Carmen Miyares, de 9 de mayo de 1895, Martí reseña el hecho: "¡Qué entusiasta revista la de los 3 000 hombres de a pie y a caballo que tenía a las puertas de Santiago de Cuba!" (JM: ''A Carmen Miyares de Mantilla", OC, t. 20, p. 230; Epistolario, ed. cit., t. V, pp. 233-234). Se conserva en el lugar el bosquecillo de tamarindos bajo cuya sombra conversaron los tres generales aquel día. Martí, Gómez y su escolta de veinte hombres; continúan después camino por la Sabana de la Burra, en pos de la zona de Jagua de Bucuey. Se ha considerado, efectivamente, que esa noche del 6 al 7 tuvieron campamento allí, y Gómez también lo señala en su diario. Martí corrobora que salen de Jagua a inicios del día 7 (página 32 del manuscrito).
[206] Entiéndase "piñón forastero".
[207] Una de las jurisdicciones militares del antiguo Departamento Oriental.
[208] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
[209] Se refiere a Palma Soriano.
[210] Se refiere a la ciudad de ese nombre.
[211] Arsenio Martínez Campos, derrotado por Maceo en la batalla de Peralejo, uno de sus más resonantes triunfos.
[212] Se refiere al encuentro entre ambos del 15 de marzo de 1878 en el lugar conocido por Mangos de Baraguá, donde Maceo se opuso a las estipulaciones del Pacto del Zanjón, firmado en Camagüey, el 10 de febrero de ese mismo año. Según lo que establecía, se alcanzaría la paz pero sin independencia, y se liberarían solo a los esclavos incorporados a la guerra. Al final de la entrevista, Maceo determinó que el 23 de marzo siguiente recomenzaría la contienda.
[213] O río Piedra.
[214] Los campesinos de la zona la llaman El Picote.
[215] Entiéndase: Sabana de Bio, siempre que aparezca así. Aunque Martí señala su paso por la zona en esa jornada, en realidad no fue así. Solo llegan a Sabana de Bio el día 9 de mayo.
[216] Con seguridad se refiere a las estribaciones de los Pinares de Mayarí, que le quedaban hacia el norte. Pasarán entonces por Güira.
[217] Evidentemente, Martí deja en blanco el espacio, con el propósito de completar después con el término preciso.
[218] Más tarde teniente jefe de la escolta de Martí.
[219] Con seguridad uno de l[o]s hombres de la tropa de la jurisdicción [de] Cuba.
[220] Deja un gran espacio en blanco con el propósito de completar después con los términos precisos.
[221] Hato en Medio.
[222] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878). En este lugar de la jurisdicción de Cuba, Donato Mármol ordenó una concentración de las fuerzas para enfrentar las maniobras pacifistas y desmoralizadoras del general conde de Valmaseda.
[223] En Hato en Medio[ ]establecieron el campamento.
[224] Donato Mármol Tamayo. Había comenzado a expresar críticas a la dirección de Céspedes y llegó a proponer la formación de una Junta Central Revolucionaria para deponerlo. Pero tras reunirse con Céspedes en Tacajó, el 29 de enero de 1869, lo ratificó como jefe de la revolución. Se reorganizó entonces el gobierno cubano en pos de evitar una división de las fuerzas de Oriente.
[225] Se refiere a la toma de esa ciudad, protagonizada por las tropas insurrectas al mando de Céspedes el 20 de octubre de 1868. La población fue declarada entonces capital mambisa.
[226] Eduardo Mármol Ballagas.
[227] Eduardo Mármol instó a su primo Donato a que asumiera la dirección de la guerra con poderes absolutos, con la justificación de salvar a toda costa la revolución.
[228] Pedro Félix Figueredo Díaz.
[229] Luis Jerónimo Marcano Álvarez.
[230] José Joaquín Palma Lazo.
[231] Se refiere a Eduardo Mármol Ballagas.
[232] Se refiere a José Quintino Bandera Betancourt[, o Quintín Bandera].
[233] Teniente de la tropa de Quintín Bandera.
[234] José Guillermo Moncada (Guillermón).
[235] Castillo de San Pedro de la Roca, mayormente conocido coma Morro de Santiago de Cuba.
[236] No cierra comillas.
[237] Entiéndase "Sartorio". Ricardo Sartorio Leal.
[238] Se refiere a la fracasada e inconsulta tentativa de alzamiento holguinero, ocurrida en 1894, que el Diario de la Marina pretendió atribuir a la acción del Partido Revolucionario Cubano.
[239] Villa de la antigua jurisdicción de Matanzas.
[240] Manuel Sartorio Leal.
[241] Se refiere al entonces coronel José Miró Argenter.
[242] No cerró comillas.
[243] José González Calunga.
[244] Entiéndase "Antonio Maceo''.
[245] Se refiere a la antigua jurisdicción militar, del Departamento Oriental.
[246] Se refiere al antiguo Departamento Central.
[247] Se refiere al Marqués de Santa Lucía, Salvador Cisneros Betancourt. En realidad, no había sido así: solo a la altura del 5 de junio es cuando una docena de jóvenes camagüeyanos, encabezados por Cisneros Betancourt, se levantaron en armas, en Guásimas de Montalván. Al estallar nuevamente la guerra, el 24 de febrero, se decidió aplazar el levantamiento por carencia de armas. Solo lo hicieron dos grupos al frente de los cuales estuvieron Mauricio Montejo y Francisco Recio López del Castillo.
[248] Al parecer, se refiere al patriota Eugenio Sánchez Agramonte. Martí pudo incurrir en un error al escuchar las noticias de boca de González Calunga: creer que se hablaba del hijo de Ignacio Agramonte y Loynaz, Ernesto Ignacio Agramonte Simoni. Sin embargo, Ernesto no llegó a participar en el alzamiento de 1895. Eugenio Sánchez Agramonte sí era hijo de un veterano de la Guerra Grande: Francisco Sánchez Betancourt. Tal vez, de ahí partió la confusión.
[249] Aunque es usual considerar Bio como próximo campamento, a mi juicio este día cambian el emplazamiento en la propia zona de Hato en Medio; Martí refiere apenas un traslado hacia "una altura vecina", lo cual queda corroborado cuando a fines del día 8, en la página 40 del manuscrito, menciona que Bandera "pasó allá abajo el día, en su hamaca solitaria, en el rancho fétido", o sea, en el sitio en donde habían hecho noche del 7 al 8 y del cual ya Martí había dicho: "Hiede". Además, la carta que se conserva fechada el mismo 8 de mayo —al coronel José Miró Argenter— y la circular A los cubanos de Holguín, fueron enviadas desde Hato en Medio. Gómez, como para corroborar esta hipótesis, plantea en su diario que pasaron el día "acampados", es decir, sin cambiar de zona y refiere cómo parten luego directamente el 9, hacia Altagracia. Dice Gómez: "marchamos con destino a Altagracia, donde llegamos en la tarde de ese mismo día", es decir, el 9 de mayo (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 129). Otro elemento a considerar: durante esta jornada del 8 se realiza el juicio y fusilamiento de El Brujito, Isidro Tejera, y Martí volverá a referirse a él, el 15 de mayo, como "el muerto de Hato del Medio". Solo a la altura del día 9, cuando emprenden marcha, Martí menciona su llegada a la sabana: "Y a poco, andar; por el hato lodoso, se sale a la sabana". No obstante, Sabana de Bio había quedado establecido como campamento a partir del
recorrido de 1922, de Playita a Dos Ríos, realizado por la expedición de Rafael Lubián y Marcos del Rosario.
[250] Sin embargo, Gómez asegura en su diario que fue el día anterior, el 7, cuando "salió Ángel Guerra para Holguín, Jefe nombrado de aquella comarca" (ídem).
[251] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
[252] La de la zona de Holguín era una jefatura discutida entre Miró Argenter y Ángel Guerra.
[253] Se refiere a la ciudad de ese nombre.
[254] Rafael Manduley se incorpora a los hombres de Miró y luego fue con él jefe de las fuerzas de Holguín.
[255] Podría referirse a Francisco Freixas, holguinero, quien dirigió el diario autonomista La Doctrina, en 1891. Esta carta, lamentablemente, no se conserva.
[256] Alias El Brujito: al parecer, insurrecto que se convirtió en bandido. Podría tratarse de un jefe de guerrillas de ese apellido, que operaba durante la Guerra de los Diez Años por la zona de Bueycito, en las inmediaciones de Bayamo.
[257] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879-1880) y la Guerra de Independencia (1895-1898), que entonces comenzaba. Esa será una expresión de uso extendido a la hora de caracterizar con posterioridad a los combatientes veteranos: "servir en las tres guerras".
[258] Se respeta el plural del original.
[259] En el original, espacio en blanco.
[260] Urbano Sánchez Hechavarría.
[261] Se refiere a la actitud del padre de Mariano Sánchez, Urbano Sánchez Hechavarría —quien fuera jefe del Partido Liberal Autonomista de Oriente en el período entre guerras—, de salir de la Isla cuando se inició la contienda de 1895, mientras su hijo se incorporaba al Ejército Libertador.
[262] En el original esta línea se continúa con el texto que sigue: "Adiós a Bandera". Al detectar su error, Martí señala que va aparte; en otra línea, con un llamado que lleva al margen izquierdo para insertar el número 9 (es decir, la fecha del siguiente día, 9 de mayo).
[263] No cierra el signo de admiración.
[264] Es entonces cuando llegan en realidad a las inmediaciones de Sabana de Bio.
[265] Vicente García González (El León de las Tunas o El León de Santa Rita).
[266] Se refiere a la Protesta de Baraguá (1878), realizada tras el Pacto del Zanjón por un grupo representativo de oficiales mambises, encabezados por Antonio Maceo, que no estaban dispuestos a deponer las armas si no mediaba la independencia de la Isla y la abolición de la esclavitud.
[267] El lugar es conocido coma Vega del Cauto.
[268] Entiéndase "caguairán".
[269] Allí, en casa de Manuel Venero, establecieron el campamento.
[270] Vecino de Altagracia, hermano de Eusebio Venero y antiguo amigo de Gómez.
[271] Se refiere a Francisca Venero. Fue muerta a machetazos durante la Guerra de los Diez Años por no haber accedido a los requerimientos amorosos de Federicón. Según las propias palabras del Generalísimo, en su diario, Francisca era "la hija más querida de esta familia y distinguida amiga mía" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 129).
[272] Se refiere a Federico Echevarría, alias Federicón: montañez asturiano, jefe de una guerrilla en la jurisdicción de Cuba durante la contienda de 1868, célebre por su crueldad. Existen referencias sobre las terribles carnicerías perpetradas en las zonas de Catatillo, Los Negros, Contramaestre y El Mogote. Gómez, en su diario, lo caracteriza: "una fiera con nombre de hombre" (ídem).
[273] El propio día 9, Gómez narra el episodio en su diario: "Cuántos recuerdos se avivaron en mi mente en la noche de este día! Sobre todo de Panchita, la hija más querida de esta familia y distinguida amiga mía; asesinada vilmente por los españoles en la guerra del 68 por un tal Federicón [...] Este hombre cruel, que hace prisionera a la familia, y por sospechar solamente que Panchita, la que se negó a satisfacer sus brutales deseos, lo hacía porque me amaba; aquel español execrable la hace pedazos a machetazos junto con su hermanito José María, un niño de 11 años" (ídem).
[274] Rafael Manduley del Río.
[275] Nipis.
[276] José González Calunga.
[277] Diario autonomista, fundado en 1887. Era el órgano oficial de los comités de Holguín y Victoria de Las Tunas, creado por José Miró Argenter, y dirigido en 1891 por Francisco Freixas.
[278] Periódico autonomista fundado en 1888, que fuera órgano del comité local. Lo dirigió inicialmente Francisco Serret. En 1894 ocupa la dirección José Miró Argenter, quien es sustituido por Fernando Fernández de Córdova en 1895.
[279] Se refiere a Manuel de Jesús Calvar Odouardo (Titá).
[280] Se refiere a Ricardo H. Beattie.
[281] Evidentemente con esas expresiones alude a la tendencia españolizante, reaccionaria y ultraconservadora representada en la prensa política de la época por órganos como el Diario de la Marina, o La Unión Constitucional. El periodismo separatista o independentista más importante, en cambio, se hacía desde la emigración (Patria, El Yara, El Porvenir), mientras que los autonomistas utilizaban órganos de corte reformista, como el habanero El Triunfo.
[282] Al parecer, se refiere a José María Gálvez, vinculado a las tareas en favor de la independencia desde la Guerra de los Diez Años. Fue miembro de la Junta Revolucionaria de La Habana y entonces considerado "patriota".
[283] Se refiere a Juan Gualberto Gómez Ferrer.
[284] El subrayado del texto en el original evidencia una especial preocupación de Martí sobre el tema, acrecentada tras los acontecimientos de La Mejorana. Para mayor claridad, puede consultarse la carta que envió al coronel José Miró Argenter con fecha de inicio 7 de mayo y de fin 8 de mayo, cursada desde Hato en Medio. Más adelante, el lector encontrará en el mismo sentido subrayada la palabra Presidente.
[285] No cierra el signo de interrogación ni las comillas.
[286] No abre comillas.
[287] Al parecer, se refiere a Luis de Feria.
[288] En esa zona establecerán el siguiente campamento, que tendrá dos emplazamientos, como se verá más adelante.
[289] Al parecer, se refiere al práctico de las tropas de Holguín.
[290] Se refiere a Francisco Díaz, "práctico de ríos y enlazador y hoceador de puercos", según ya ha dicho antes.
[291] José Rafael Pacheco Cintras.
[292] Juan Francisco Blanco (Bellito).
[293] Se refiere a la participación del general Vicente García en la sedición de Lagunas de Varona (1875) y de Santa Rita (1877), que encabezó.
[294] Belisario Grave de Peralta Zayas-Bazán.
[295] José Miguel Barreto Pérez.
[296] Miguel A. Bravo y Sentíes.
[297] Modesto Fonseca Milán.
[298] Limbano Sánchez Rodríguez.
[299] Se refiere a José Enríquez Collado, hombre de Vicente García.
[300] Se refiere a Bellito, siempre que aparezca así.
[301] Cierra comillas aquí, pero también más adelante.
[302] Sic.
[303] Benito Juárez, presidente republicano de México cinco veces en el período entre 1858 y 1872 en medio de grandes conflictos y luchas intestinas con la oposición conservadora, y externas, cuando Napoleón III, en alianza con los conservadores, quiso formar el Imperio Mexicano y llevó momentáneamente al trono a Maximiliano de Habsburgo —quien fuera, finalmente, juzgado y sentenciado a fusilamiento. Juárez fue proclamado "Benemérito de las Américas", en 1867, por su defensa de las libertades humanas.
[304] George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, entre 1789 y 1797.
[305] Trasladan el campamento, dentro de la misma zona de La Travesía: "hacia una posición mejor dentro del mismo campo", según el diario de Gómez (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 129).
[306] José Rosalío Pacheco Cintras, hermano de José Rafael Pacheco Cintras.
[307] Se refiere a la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que entonces era considerada la contienda por excelencia.
[308] Se refiere a la Guerra Chiquita (1879-1880).
[309] Después de adentrarse en los campos próximos a Dos Ríos, establecieron campamento en la finca La Jatía, en la casa de Agustín Maisan, a lo que alude Rafael Lubián en su rememoración: habla de la edificación "que estaba desocupada, cuyo dueño lo era Agustín Maysan, español, donde acamparon Martí y Gómez (Rafael Lubián Arias: Martí en los campos de Cuba libre, Miami, Ediciones Universal, 1982, p. 172).
[310] Se refiere a otra finca de la zona existente en la época.
[311] Al parecer, se refiere a otra finca, a la otra orilla del Contramaestre: La Vuelta Grande.
[312] Según Lubián: Maisan.
[313] Carlos Loret de Mola Varona. Collazo escribe acerca de los preparativos de alzamiento en tierras camagüeyanas: "A principios del año 1894, el general Máximo Gómez, llamado por Martí, abandonaba su residencia de Montecristi, Santo Domingo, para conferenciar en Nueva York. En abril del mismo año, y ya de acuerdo ambos personajes, se ponía el general Gómez al frente de los trabajos militares de la conspiración; poniéndose en comunicación con los jefes de la pasada guerra, que deberían iniciar en sus respectivas localidades el movimiento a su debido tiempo. [... ] En Camagüey se establecían comunicaciones con Salvador Cisneros, Emilio Luaces y Enrique Mola" (Enrique Collazo: Cuba independiente, Santiago de Cuba, Ed. Oriente, 1981, pp. 26-27). Finalmente, Mola decidió no incorporarse a la contienda.
[314] Debe referirse a Mauricio Montejo Júztiz, como anota Bonaldi ("Seule la lumière égale mon bonheur. Journal de campagne de José Martí", ed. cit.). Fue el comandante de uno de los únicos dos grupos que se alzaron de inmediato en Camagüey después del levantamiento oficial del 24 de febrero, en su caso con solo ocho hombres. Martí había escrito a Gómez, el 24 de septiembre de 1894: "Repetí mi carta al Marqués. Montejo va a lo que ya le digo arriba. Lo que me tranquiliza y enorgullece es la resolución serena, e indiscutiblemente honrada, de estos hombres. Me siento fuerte cada vez que hablo con ellos" (JM: "Al general Máximo Gómez", OC, t. 3, p. 272; Epistolario, ed. cit., t. IV, p. 267).
[315] Se refiere a la circular enviada a los jefes y oficiales de la comarca de Jaguaní con el propósito de desautorizar la orden del general Rabí, quien supuestamente permitía el paso de reses al enemigo.
[316] Se refiere a la Sabana de Bio.
[317] Se refiere a Villa Clara.
[318] Mariano Torres Mora.
[319] José Rosalío Pacheco Cintras vivía en la finca Dos Ríos.
[320] Se refiere a Emilia Sánchez Collé, española de nacimiento.
[321] Retroceden unos kilómetros y en la propia finca Dos Ríos, en la casa de José Rafael Pacheco, junto al Contramaestre, establecieron el campamento.
[322] Se refiere a José Rafael Pacheco Cintras.
[323] Es el lugar conocido como Boca de Dos Ríos.
[324] Se refiere a Dos Ríos.
[325] James J. O'Kelly.
[326] Al parecer, se refiere a una finca ubicada en la entonces jurisdicción [de] Cuba.
[327] Se refiere a otra antigua hacienda de la jurisdicción de Holguín, de donde era procurador Rafael Manduley.
[328] De igual modo, debe tratarse de una finca ubicada en la zona de Bayamo.
[329] No cierra el signo de admiración.
[330] Se refiere a La Venta o Ventas de Casanova.
[331] Se refiere, con seguridad, a la circular que dirige a los jefes y oficiales del Ejercito Libertador.
[332] Se refiere a su disposición a cesar en su cargo de Delegado y ceder la dirección de la revolución, como resultado de un proceso de consenso democrático, que fuera uno de los temas tratados en la controvertida reunión de La Mejorana. En torno, y al relatar lo acontecido ese 5 de mayo pasado, había ya expresado claramente: "Insisto en deponerme ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno".
[333] Cauto-Embarcadero.
[334] Fernando Cutiño Zamora.
[335] Según Gómez esto era en el camino de Baire.
[336] Gómez había enviado el día anterior—14 de mayo— al capitán José Rafael Pacheco, con doce jinetes más, a operar hacia Baire. El 15 regresa Pacheco con seis mulos de arria, que conducían comerciantes por el camino real, y reparten los efectos entre la tropa.
[337] Se refiere, sin duda, al Valentín español, quien se incorporó con la tropa de Ruenes y que se ocupaba de cocinar. Ya, el 19 de abril, había mencionado que "el español que se le ha puesto a Gómez de asistente, se afana en la cocina".
[338] Se refiere a Ramón González.
[339] Aunque se dice que envenenó a Limbano primero y luego disparó sobre su cuerpo, existe también la versión de que le dio muerte de un machetazo por la espalda, que casi le cercenó la cabeza.
[340] Puerto Rico.
[341] Según el diario de Gómez, sale del campamento: "Día 17, me muevo con 30 hombres (dejo a Martí en el campamento) sobre el camino real de la Isla, para ver si puedo atacar con ventajas; un convoy que pasará, saliendo de Palma Soriano para la 'Venta'" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 130). Son las fuerzas españolas comandadas por el coronel José Ximénez de Sandoval, las cuales venían desde Bayamo y Baire. Gómez regresará el 19 sin haber hecho contacto con ellas.
[342] Estos campesinos eran de origen canario. Uno de ellos, Carlos Chacón, recibió el encargo de Martí de hacer compras en Ventas de Casanova en la mañana del día 19. Fue apresado por tropas españolas al mando del coronel José Ximénez de Sandoval y delató la posición de los cubanos: los guió hasta Dos Ríos. Con posterioridad, se afirma que identificó el cadáver de Martí, que quedó en poder de los peninsulares.
[343] Espacio en blanco dejado por Martí evidentemente para anotar más tarde el nombre de Avalos, lo que nunca llegó a hacer.
[344] Según Miró Argenter, en sus Crónicas de la guerra, el 18 de mayo, aproximadamente a las cuatro de la tarde, llegó Masó con unos trescientos cincuenta jinetes a la casa de José Rafael Pacheco, de donde Martí aún no había partido. Gómez continuaba operando por los alrededores sin llegar a topar contra las tropas españolas, pero estas, sin embargo, ya sabían de la presencia mambisa y avanzaban a su encuentro. A las diez de la noche, Masó parte con su tropa hacia Vuelta Grande, a la otra orilla del Contramaestre, y, al amanecer del 19 de mayo de 1895, Martí y su escolta se les reúnen, no sin antes enviar una nota de aviso —su último texto conocido— al Generalísimo. Gómez marchó hacia el nuevo campamento adonde arriba alrededor de las once de la mañana. Pero ya a esa altura, fuerzas españolas —los seiscientos soldados comandados por Ximénez de Sandoval— seguían el rastro de los cubanos y sabían, incluso, de la presencia de Martí: habían capturado en el paso de Limones al canario Carlos Chacón y lo habían obligado a delatarlos. Gómez se preparó para atacar primero, tomando la ofensiva. Momentos antes del almuerzo, se había pasado revista y los jefes habían arengado a las tropas. Gómez cuenta que "Martí habló con verdadero ardor y espíritu guerrero" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 130). Las fuerzas cubanas en conjunto se lanzan a cruzar el Contramaestre a la altura del Paso de Santa Úrsula y, ya en tierras de la finca Dos Ríos, Gómez dispone que Martí se coloque detrás, en la retaguardia, con Masó y sus dos jóvenes ayudantes —Ángel y Dominador de la Guardia—, para protegerlo. La tropa mambisa avanza aproximadamente a las doce y treinta, y arrasa con la vanguardia enemiga en un primer macheteo. Pero el grueso de los españoles, apoyados en la casa de Rosalío Pacheco, estaba bien emplazado aguardando el ataque cubano. Gómez mandó a tocar retirada a fin de reorganizarse para un segundo intento. A la nueva orden de ataque, el Apóstol conmina a Ángel de la Guardia, quien regresaba de una misión, a seguirlo y, pistola en mano, se interna velozmente en el jatial, sobre las líneas enemigas, según se afirma desviado hacia la derecha del cuerpo principal de combatientes. Avanzan el Apóstol y Ángel separados del resto y casi paralelamente al barranco del Contramaestre. Se dice que recibieron una descarga cerrada al llegar a un denso matorral que ocultaba fusileros enemigos y que el Apóstol fue derribado entre un dagame seco y un fustete caído, según recoge Rafael Lubián y Arias —Martí en los campos de Cuba libre. El caballo de Ángel había sido herido y él trató inútilmente de recuperar el cadáver de Martí. Gómez explica en su diario que jamás se vio en un lance más comprometido: "el enemigo se hizo firme con fuego nutridísimo; y Martí, que no se puso a mi lado, cayó herido o muerto en un lugar donde no se pudo recoger y quedó en poder del enemigo" (Máximo Gómez: Diario de campaña, ed. cit., p. 130). Se ha determinado que el combate debió desarrollarse entre las doce y treinta y las dos de la tarde, de manera que, según esta versión tradicional, Martí muere hacia el final del mismo. Rolando Rodríguez, en su Martí: los documentos de Dos Ríos, en cambio, afirma que, aunque se produjeron efectivamente dos cargas, Martí debió ser abatido durante la primera, entre la una y la una y treinta, ya que Ximénez de Sandoval en su informe aseguró que una media hora antes de finalizar el combate le avisaron de la muerte del Apóstol, ya a esa altura identificado por el arriero Chacón y por el capitán Enrique Satué, militar español que lo conociera en Santo Domingo. El reconocimiento lo facilitó, desde luego, su indumentaria. Iba vestido "de población": saco negro, pantalón claro, sombrero negro de castor y borceguíes negros.
Antes o después, la mayoría de los cubanos recuerda haberlo visto por última vez bien adelante del resto, desapareciendo entre el humo de los disparos. Como lo rememora el propio Gómez: "erguido y hermoso en su caballo de batalla [...] como un venado, jinete... " ("Carta del general Máximo Gómez al señor F. María González", en El Mundo, La Habana, 18 de mayo de 1902). Apenas llevaba consigo el colt que le regalara Panchito Gómez Toro, del cual no fue disparada ni una sola bala. El manuscrito de su diario último quedó en las alforjas de su ayudante Ramón Garriga, quien normalmente lo custodiaba, y, al siguiente día de estos hechos, lo entregó a Máximo Gómez.