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El legado de Karl Jaspers. A cien años de Psicopatología General Alberto Méndez-Suárez 

 

 

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El presente ensayo, hasta ahora inédito, se escribió originalmente en noviembre de 2013, en ocasión del primer centenario de la publicación de Psicopatología General, de Karl Jaspers. Algunas de las citas han sido traducidas por el autor.

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De la psiquiatría a la Weltanschauung. Centenario de Psicopatología General de Karl Jaspers. Integración de lo particular en lo general. Síntesis (Encompassing) de lo explicativo (Efklarung) y lo comprensivo (Verstehe).

 

En 1913, el joven médico alemán Karl Jaspers, alumno del padre de la fenomenología continental Edmund Husserl, publicó el tratado de psiquiatría que abriría el siglo XX a la dimensión humana en la historia y el sentido. Sería su obra la más completa y sistemática expresión del quehacer médico psiquiátrico del siglo XX. Karl Jaspers nació el 23 de febrero de 1883 en una comunidad rural de Oldemburg, en la Baja Sajonia, cerca de la ciudad de Bremen, en Alemania. Aun cuando, bajo la influencia de su padre, el joven Jaspers ingresó en la escuela de leyes de la Universidad de Heidelberg, muy pronto se interesó por la medicina, sin saber que algún día se convertiría en el fundador de la escuela de psiquiatría más importante del siglo XX. Jaspers se había dicho a sí mismo que “quería encontrar su motivo y su justificación en la sociedad”. Fue así que en 1902, tras una breve meditación y auto-reflexión en Sils Maria, Jaspers tomó la firme decisión de obtener el consentimiento de sus padres para ingresar en la escuela de medicina de la propia Universidad de Heidelberg, de la que se graduó en 1908.

 

En un ambiente psicoterapéuticamente desesperanzador, sobrecogido por la resignación generalizada de los clínicos al estado de estancamiento de la psiquiatría alemana de la época, Jaspers comenzó a trabajar como médico psiquiatra en el mismo hospital de Heidelberg bajo las órdenes del profesor Franz Nissl, histólogo cerebral, quien junto al neuropatólogo Alois Alzheimer descubrió y aisló la histopatología de la parálisis cerebral, y quien dictaba sus conferencias clínicas basándose en el libro de texto de Emil Kraepelin, cuya obra partía de la psicología experimental de Wundt, un arduo esfuerzo dedicado a perfilar la curva de trabajo que iba de la fatiga a la recuperación en el paciente mental. Según Jaspers, el ambiente general hospitalario era de tolerancia, extrema higiene, sin patetismo pero absolutamente humanizado. Fue tal la influencia que tanto su jefe de sala, Nissl, como la obra de Kraepelin ejercieron en el joven Jaspers que este se sintió atraído hacia la obra de los fundadores del pensamiento psiquiátrico alemán. Jaspers, convencido de que el objeto de la psiquiatría era el hombre en sí mismo, no sólo su cuerpo o su mente por separado, sino la conjunción de ambas en la personalidad como un todo, se había concentrado en dos grandes pensadores de la psiquiatría alemana de entonces. Por un lado, sabía por uno de los padres fundadores del pensamiento psiquiátrico alemán, el doctor Wilhelm Griesinger, que las enfermedades mentales eran enfermedades orgánicas causales del cerebro, y por otro, del estudio del trabajo de Heinrich Schüle, en el asilo de Baden, quien subrayaba el carácter social de la personalidad en la enfermedad mental, llevando así al joven Jaspers a considerar también en el tratamiento de las perturbaciones psíquicas el aspecto histórico-biográfico del dolor moral y la distorsión mental humanas. 
 

En el hospital de Heidelberg, en una época en la que aún no existía el DSM5 (o Manual Estadístico del Diagnóstico de los trastornos mentales), el marco conceptual aceptado era el de Kraepelin, que establecía la bipolaridad de dos amplias esferas mentales de la vida psíquica enferma: por un lado, la dementia praecox (o esquizofrenia, tras la corrección hecha por Eugen Bleuler), y por otro, la psicosis maníaco-depresiva (o trastorno bipolar). Kraepelin había superado la opinión comúnmente aceptada entonces de la unidad de la psicosis para establecer su tesis central conocida como la "dicotomía de Kraepelin", basada en la bipolaridad de la enfermedad mental. En su método, Kraepelin integraba los enfoques de los dos  padres fundadores del corpus psiquiátrico alemán, el método descriptivo de Kahlbaum, cuyo esqueleto teórico se basaba en el estudio longitudinal del diagnóstico psiquiátrico de la psicosis unitaria, y el sistema de las enfermedades somáticas de Griensinger, quien logró convencer a su vez a Wernicke de que detrás de los trastornos mentales existía una lesión cerebral. En cambio, y por su parte y muy arriesgadamente, fue el joven Jaspers quien, tras múltiples lecturas e incansables observaciones clínicas de sus pacientes en el hospital psiquiátrico de Heidelberg, se acercó a Nissl para decirle que, además del tratamiento orgánico de la enfermedad mental, era menester indagar en el aspecto verbal de las expresiones de los pacientes durante sus estados de confusión paranoide y que el legado filológico dejado por los lingüistas era de incalculable valor, en una ciencia como la psiquiatría, donde podrían confluir dialécticamente la filosofía y la psicología, no como ciencias independientes, sino como herramientas colegiadas al servicio del hombre. Ese hombre enfermo objeto de indagación en Jaspers era una totalidad en sí más allá de lo objetivamente verificable por la razón científica, e incompatible con esta en tanto "ser-en-sí" "para-sí" mismo y objeto de estudio para otros, por lo cual Jaspers insistía: “El hombre es siempre más de lo que el mismo sabe, o puede saber, de sí mismo.” De ahí que el entrenamiento clínico de Jaspers, así como la técnica misma en el proceder psicoterapéutico, exigía el diálogo entre dos instancias, la del médico y la del paciente, sin la disimetría históricamente establecida entre ambos. Esta vez el método de Jaspers situaba una Existenz frente a otra. En ello radicó su gran utopía, aún por realizar en el ambiente médico hospitalario, en la que la existencia del hombre como clarificación (Existenz) revele al final su esencia misma.
 

Jaspers fue entonces invitado por Springer y Wilmanns a publicar sus ideas. El texto en cuestión trataba la alucinación y el crimen a través del curso que las ideas delirantes tenían en la enfermedad mental. Jaspers reconoce la dispersión que, en materia científica, sufría el saber psiquiátrico de su época y se propone la integración del mismo en un corpus general que dio nacimiento a la idea de su Psicopatología General, el gran libro que desbancaría la anterior Psicopatología General del compendio de Emminghaus de 1878 (Jaspers, 1996, p. 932), a la que Jaspers hace referencia casi al final de su opus magnum, el  tratado que lo inmortalizaría para siempre en el panteón de los grandes pensadores del siglo XX. Tal fue el ímpetu que le otorgó este descubrimiento temprano de la filosofía que, según describe en su propia autobiografía (publicada en inglés como parte del corpus general del gran volumen de Schilpp sobre la filosofía de Jaspers), decidió adoptar como método de indagación la fenomenología de Edmund Husserl, adaptándola a lo que el propio Jaspers consideró su psicología comprensiva en el intento por rescatar, calibrar, recoger y describir las experiencias internas de los pacientes de manera fructífera, considerados estos como fenómenos de la conciencia y revisando parcialmente el énfasis que Husserl había puesto en el estudio de las esencias (Wesensschau), de las cuales Jaspers prefería apartarse. Por su parte, Jaspers optaba por rechazar la reducción fenomenológica de las esencias en busca del objeto intencional, por considerar que lo que Husserl llamaba epojé era inviable en el tratamiento de las enfermedades mentales, en el proceso psicoterapéutico, así como en la investigación científica del enorme edificio psiquiátrico. 
 

El propósito del gran proyecto de Jaspers, como el propio psiquiatra y pensador  declarara, era construir una metodología basada en la investigación científica, la recolección de experiencias de las observaciones clínicas, la organización analógica de estas, así como la refutación de aquellas incongruentes por su naturaleza con el proyecto mismo, debido al exceso metafórico de la descripción sintomática alejada del plano empírico y de la observación directa y la descripción exacta, al propio tiempo que la evidencia empírica pondría a prueba las hipótesis erráticas en cuestión, a través del marco histórico de las grandes escuelas de psiquiatría de las que Jaspers no sólo era deudor, sino que además se daría a la tarea de describir y ubicar en el trayecto de la historia de las enfermedades mentales sin otorgarle preponderancia a ninguna metodología específica, como no fuera la integración comprensiva misma en el horizonte fenomenológico de la totalidad humana. Integración que el psiquiatra alemán definiría como su Encompassing (das Umgreifende).

 

De este modo, Jaspers atacaba las corrientes filosóficas de la fenomenología procedentes de las escuelas francesa y alemana basadas, en cierta medida, en el método de Husserl, pero que de algún modo se apartaban de este. El ataque de Jaspers estaba dirigido especialmente contra las figuras más prominentes de esas escuelas, como Heidegger, Eugene Minkowski, Bergson y Merlau-Ponty, quienes desmantelaban las percepciones en busca de las supuestas esencias bajo la técnica de la suspensión husserliana, en la que la certeza queda entre paréntesis, hasta su posterior definición, a través del aislamiento de la esencia llamada por Husserl noética. Jaspers desconfiaba, a su vez, del enfoque conceptualmente ingenuo de los psiquiatras fenomenólogos alemanes y franceses como Straus, von Gebsatel, Kunz, Storch, y del más reconocido entonces, Ludwig Binswanger, a quienes reprochaba su excesivo carácter especulativo y la distorsionada descripción de las entidades mentales, en un lenguaje excesivamente metafísico, del que Jaspers criticaba las definiciones erráticas y barrocas de “depresión endógena” u “obstrucción elemental del devenir”, así como “perturbación de los eventos vitales”. De ahí que Jaspers declarara en su autobiografía filosófica publicada en el volumen de Schilpp: “Dondequiera yo siempre luché en contra de la charlatanería." Y continuaba diciendo: “[y ello] por su falta de conocimiento real y especialmente contra las 'teorías' que jugaban un enorme papel en el lenguaje psiquiátrico.” Por ello, señalaba Jaspers con toda seguridad, las teorías psicológicas se habían desarrollado análogamente a las teorías de las ciencias naturales, pero sin adquirir el carácter científico de estas últimas, y por tanto nunca desarrollarían el conocimiento necesario sobre los procesos básicos dominantes de los fenómenos mentales. Para subscribir este presupuesto, Jaspers recurría, una vez más, a la hermenéutica de Dilthey, quien había sagazmente separado las ciencias naturales, por su carácter empírico, del proceder de las ciencias humanas o del espíritu, por su carácter especulativo. No es de extrañar entonces que Jaspers confesara: “Una vez más, contra la psicología teórica, Dilthey opone la 'psicología descriptiva y analítica'. Yo adopté este enfoque, al que llamé verstehende Psychologie, e indagué, por los procedimientos previamente practicados, por medio de los cuales y en contraste con los fenómenos de la experiencia directa me disponía a sintetizar e integrar las conexiones genéticas de la vida mental con el sentido de las relaciones y de su motivación. Encontré, de este modo, una justificación metodológica y la organización sistemática de todos estos procedimientos en una vida integral, que organizara los enfoques psicológicos dispersos junto con la descripción de los hechos, encontrando así, a mi modo de ver, su justo lugar en el método científico.” Con ello Jaspers mantendría, en la psicología, el carácter descriptivo recogido de su estudio y lectura de la hermenéutica de Dilthey, de cuyas ideas el propio Jaspers no negó ser consustancial heredero. Siguiendo a Dilthey, Weber y Simmel, Jaspers subrayaba las diferencias entre los enfoques explicativo (Erklären) y comprensivo (Verstehen) en psicología y psiquiatría. El método explicativo era aquel que buscaba las razones causales y las conexiones objetivas basadas en la constante operación de las leyes universales del cerebro y de la actividad mental. En cambio, el método comprensivo (Verstehen) se define en la génesis subjetiva de los procesos mentales y los encadenamientos del sentido, en vez de fijarse sobre la causalidad objetiva de estos. Así Jaspers, fiel a Dilthey, identificaba el método “explicativo” (Erklären) a través del proceder metodológico de las ciencias naturales (Naturwissenschaften), en contraste con el uso “comprensivo” (Verstehen) de las ciencias humanas (Geisteswissenschaften).

 

El método jaspersiano integraba, sin aspiraciones universalistas ni pretensiones reduccionistas o de manera rudimentaria, dos de las cuatro, aun por surgir, grandes metodologías científicas del siglo XX, el falsacionismo de Karl Popper y la tesis holista de W. V. Quine y Pierre Duhem conocida como el método Duhem-Quine, que define la integración científica y su justificación a través del análisis global empírico y no de la verificación particular de los enunciados singulares. Por cuanto ningún enunciado científico es inmune a la revisión, estos sólo pueden ser verificados a través de la totalidad del corpus científico y no del análisis aislado de sus componentes. El método de Duhem-Quine tiene en cuenta la posibilidad de que dos teorías científicas sean igualmente válidas, aun cuando sean antagónicas, siempre y cuando refieran la misma realidad física, ya sea del mundo subatómico o del entorno cotidiano. La justificación del método científico puede, a su vez, agregar hipótesis auxiliares para robustecer la teoría científica. De modo que la “refutación negativa” introducida por Popper se podría considerar un caso especial del método Duhem-Quine. A su vez, la refutación popperiana, lejos de impugnar un postulado científico, termina por ofrecer nuevas vías auxiliares para reconformar los bordes del corpus general de las teorías científicas, hasta enfrentar nuevas refutaciones y sus consecuentes reformulaciones auxiliares. La psicología comprensiva aplicada por Jaspers en su Psicopatología General sería el corpus científico que, al hacer uso de la integralidad como premisa, recogería ambas metodologías, y las articularía en la práctica clínica y en el tratamiento de las enfermedades mentales en el ámbito de la psiquiatría y la psicología[1]. El método del teorema de Bayes y el realismo científico (Putnam, Kuhn) no formarían parte explícita de esta integración jaspersiana, al menos de modo evidente, en el mismo proceder metodológico. Allende que, en Jaspers, tal integralidad y colegialidad del proceder científico era rudimentaria, el psiquiatra alemán avanzaba en la vanguardia del pensamiento científico del siglo XX, adelantándose con su cosmovisión a la aplicabilidad de tales metodologías y allanando el terreno que posteriormente habrían de ocupar[2].
 

Sería esta la gran empresa jaspersiana que culminó en la Psicopatología General, de la que hoy celebramos su centenario. Para tal empresa, Jaspers tuvo que sintetizar la abigarrada nosología psiquiátrica de Emil Kraepelin, que clasificaba las enfermedades mentales a partir de la recurrencia de sus patrones sintomáticos, agrupados en síndromes que definían el carácter orgánico y genético del trastorno mental. Kraepelin había sido hasta entonces el gran gurú de la psiquiatría de fines del siglo XIX, hasta que Jaspers superó su ciclópea empresa. Mientras Kreapelin se basaba en la descripción de las formas mentales, Jaspers se atrevía a indagar por sus contenidos, por la estructura del trastorno, por el sentido otorgado, por la referencia autobiográfica y la auto-conciencia del hombre enfermo. Jaspers atacaba además a la psiquiatría de su época por el énfasis en la interpretación formal del delirio, a lo que Jaspers respondía definiendo el delirio en su doble vertiente, primaria y secundaria. Reconocía el carácter autóctono del delirio primario sin causa aparente, cuya explicación emergía en el delirio secundario, el cual daba cuenta del sentido mental del enfermo y su historia. De este modo, Jaspers lograba introducir, con la noción de “comprensión”, la dimensión trascendental del sentido, en la totalidad de la personalidad mórbida de la sinrazón humana.
 

La grandeza intelectual, médica y clínica de Jaspers frente a Kraepelin estribaba en desarmar la vieja doctrina férrea que definía las enfermedades mentales como instancias rígidas que seguían el mismo patrón: etiología, síntoma, curso, tratamiento y prognosis. Jaspers introducía así su noción de “proceso”, por medio del cual la voluntad psíquica lastimada era concebida a la luz de los tipos ideales sociológicos de Max Weber. Los tipos ideales weberianos eran expresión de una conducta más o menos general y variable a lo largo de su curso, y de cuya conceptualización Jaspers se servía, para hacer hincapié en el carácter provisional del diagnóstico que, enlazado a su noción de "proceso", se subordinaba a las instancias weberianas del tipo ideal en las que Jaspers incluía los tipos ideales del “comprender”, como el comprender metafísico, el intelectual y el existencial (Jaspers, 1996, pp. 348-349). Jaspers, a través de Weber, a quien además lo unía una profunda amistad, como ha quedado reflejado en la biografía redactada por la esposa de aquel, Marianne Weber, se desligaba de la rigidez de la nosología psiquiátrica precedente, a la vez que rectificaba y superaba las teorías de todas las escuelas del pensamiento psiquiátrico anteriores a su gran tratado de psicopatología general para ganarse su lugar en los más de dos mil años de historia del pensamiento occidental desde los pre-socráticos hasta el presente. Jaspers nunca estuvo satisfecho con la pretensión objetivista de la ciencia, de manera que se interesaba por un programa metafísico pre-científico que se integrara a la objetividad científica. Sabia, desde luego, por su relación con Weber, que la ciencia no estaba exenta del uso de valores. A su vez, al igual que Weber, estaba persuadido de que la verdad científica dependía de los intereses y preferencias del autor, una tesis ratificada décadas posteriores por Habermas, epígono de la Escuela de Frankfurt, que identificaba el conocimiento con el interés del intérprete y del investigador. De esa relación con Weber emerge su concepto de Existenz, por el cual el hombre, en su interés existencial, busca su orientación a través del mundo. En el glosario elaborado por Lefebre para el grueso volumen de Schilpp (1981) sobre Jaspers (The Philosophy of Karl Jaspers), edición aumentada con un ensayo sobre Heidegger, publicado por Open Court en1981, el concepto de Existenz se define como una de las cuatro formas del ser que somos en existencia y espíritu, en pensamiento y acto dentro de la historia de la metafísica occidental. Jaspers define su noción de Existenz como el conjunto de la personalidad en la historia de la psicología. 
 

En su quehacer médico, Jaspers se tropezó con no pocos obstáculos metodológicos para resolver las contradicciones que surgían en la teoría y la práctica de la psiquiatría existencialista y fenomenológica de su época. Jaspers tenía la responsabilidad de reconciliar la evidencia empírica propia del conocimiento científico más racionalista, al estilo de la metodología de Karl Popper, Rudolf Carnap, Wittgenstein y el Circulo de Viena, con los grandes ideales históricos y filosóficos de la fenomenología trascendental de Husserl y de la sociología comprensiva neokantiana de Max Weber, uno de los padres fundadores del pensamiento social europeo. Karl Jaspers supo articular la integración weberiana entre tipos ideales de las ciencias sociales con la comprensión psicologista, al punto de que supo nutrirse de la sociología de Max Weber para redefinir su cosmovisión filosófica. Fue esa amistad, y la profunda admiración profesada a Weber, las que dejaron en Jaspers, y muy marcadamente en su obra, una significativa influencia en toda la evolución de su trabajo. La tesis de Weber definía la sociedad a través de la conjunción del micro- y el macro análisis, conjugando el carácter psicológico del individuo con la magnitud trascendental del “corpus social”. Su idea de los “tipos ideales” explicaba el carácter psicológico de la conducta de los individuos en la formación del entramado social y, así, del devenir societal en general a nivel macroscópico. Esta misma doctrina, que sintetizaba dos vertientes en apariencia irreconciliables, imprimía a sí misma una dialéctica en la comprensión y el análisis de la enfermedad mental y de su explicación histórica y social en cada hombre, así como en la integración global de la enfermedad misma. 

 

La envergadura del opus magnum de Jaspers daría sentido a la filosofía, la psicología y la historia mental de su tiempo. La locura humana no sería un simple amasijo de nervaduras y dislocaciones. No sería tampoco el comportamiento atiborrado y mórbido de erráticos zombis por las ciudades y en los manicomios de Europa. Jaspers imprimiría así a la psiquiatría del siglo XX la impronta de la historia más íntima del hombre, de sus penas y su devenir mortal y existencial. El loco, el demente, el esquizofrénico, no serían más las categorías frías de una medicina desconectada de las pasiones humanas y de su acaecer social e histórico. El perturbado no será más para Jaspers el hombre enfermo, sino el hombre marcado por una historia, un dolor y un destino de su propia totalidad biográfica y su naturaleza humana. En la segunda parte de su Psicopatología General, dedicada al sentido de la enfermedad (Jaspers, 1996, p. 476), Jaspers escribía que “las categorías burdas con las que distinguimos y aprehendemos psicopatológicamente no penetran en el fondo del ser humano”.

 

Karl Jaspers emprendió así su análisis, reuniendo dos factores esenciales en el transcurrir psicofísico de las enfermedades mentales. Por un lado, no cejó en el empeño médico de la causalidad biológica de la enfermedad mental explicable en términos de su Erklären. Por el otro, definía esa causalidad en términos de su historia humana. Cada hombre arrojado a la incomprensión de sus actos podía explicar su conducta en términos de una Verstehe. De esta manera, Jaspers asumía la enorme empresa de significar el sentido de la sinrazón humana. En su afán integralista, Jaspers recurría a las fuentes antiguas y modernas de la filosofía, esperando que contribuyeran a la explicación y comprensión de las enfermedades mentales. De ahí que Jaspers encontrara en el uso que Aristóteles hacía de la percepción del mundo por la persona una explicación de la distorsión de los movimientos relacionados con la anomalía tónica en los pacientes que sufrían "el síndrome de Korsakoff", en cuanto al retardo de una Gestalt a otra durante los procesos imaginarios. Por tanto apelaba al monismo de San Agustín, quien consideraba la unidad del hombre en alma y cuerpo, para desmantelar el dualismo cartesiano que, todavía útil, embargaba la fenomenología husserliana. La hipótesis de la glándula pineal de Descartes como centro ejecutivo e integral de la división entre el cuerpo (res extensa) y la mente (res cogitans) secuestraba el ámbito del inquirir psiquiátrico que inducía al dualismo y la división mente-cuerpo en el tratamiento de la causalidad psíquica. Los estudios de la época de Jaspers realizados por Flechsig, Oscar Voght y Brodmann sobre la conectividad del tejido fibroso probaban las relaciones entre el cerebro y la actividad mental. Los trabajos sobre selectividad neuronal del Premio Nobel de Neurofisiología John Ecless y del epistemólogo británico de origen austríaco Karl Popper lo corroboran y ratifican a través de su esquema de los tres mundos, físico, mental y científico-objetivo, documento científico recogido en el extenso volumen de más de mil trescientas páginas consagrado a la filosofía de Popper (Schilpp, Hahn & Auxier, 1974) por el profesor Paul A. Schilpp (The Philosophy of Karl Popper, 1974), aparecido bajo la rúbrica de la misma colección, Library of Living Philosophers, que el compendio dedicado a Jaspers.

 

De manera que para Jaspers, más allá de la causa biológica concomitante, ningún acto humano carecía de sentido. Y era responsabilidad intelectual, ética y moral del pensador y del psiquiatra revelar su sentido y colaborar en un equipo diádico entre el paciente y el terapeuta, para juntos explicar la aparente irracionalidad de la historia individual del enfermo. El edificio jaspersiano culminaba en la síntesis dialéctica de la escuela de la Weltanschauung, la gran filosofía alemana del siglo XX heredera de la fenomenología de Husserl y de la hermenéutica de Dilthey. Jaspers lograba esa síntesis a través del Encompassing, la instancia fenomenológica articulada por el propio Jaspers en la que se integran los dos factores esenciales de la psiquiatría jaspersiana: la explicación causal de la enfermedad mental y la comprensión histórica y biografía personal del paciente. Así, Jaspers supo recurrir a las herencias intelectuales de su época: por sus páginas desfilan la locura auto-aprehensiva de Nietzsche (p. 477), las atribulaciones mórbidas de Kierkegaard (Jaspers, 1996, p. 476), el arrebato hipomaniaco de Van Gogh (Jaspers, 1996, pp. 323, 805), la vivencia esquizofrénica de Hölderlin (Jaspers, 1996, p. 323), el aura epiléptica de Dostoyevsky (Jaspers, 1996, p. 134), o la furia depresiva y auto-destructiva de Stringberg (Jaspers, 1996, p. 805), todos ellos corolarios significativos de la experiencia mental del hombre frente al delirio y la sinrazón, todos caracterizaciones de tipo ideal weberiano del hombre frente a la enfermedad mental. Fueron ellos los pacientes ideales, los hombres ungidos de dolor que Jaspers eligió para ennoblecer el opus magnum que lo mantendría coronando la cima de los colosos de la psiquiatría del siglo XX. Fueron esos personajes, esos hombres heridos por su propia historia existencial, los que dieron cuerpo a la fenomenología y la historicidad trascendental jaspersiana a lo largo de estos cien años desde que viera la luz la primera edición de su gran obra psiquiátrica. 
 

La corriente existencialista, que protagonizaría el escenario intelectual europeo de las dos guerras mundiales y que ejercería un papel más sistemático y más esencial en el tejido histórico de las primeras contiendas sociales de la posguerra, tendría como protagonistas a figuras de la talla del escritor Albert Camus y el pensador Jean-Paul Sartre; este último, por cierto, el primer traductor al francés de la gran obra psiquiátrica de Jaspers. Camus y Sartre, hombres políticos de izquierda, llenaban las primeras páginas de los tabloides parisinos con sus debates sobre la nada, el nihilismo y la existencia. En la arena germana, Martin Heidegger definía a pedido de su alumno francés Jean Beaufret, y en respuesta al existencialismo sartreano, no sin connotada erudición, que el humanismo no tenía nada que ver con el sentido del destino del hombre, sino con su acaecer y dejar de ser ontológico, con su muerte filosófica anonadada. Heidegger encubría bajo un halo academicista y escolástico anti-humanista su compromiso inmoral con la Alemania de Hitler. Fue Karl Jaspers el hombre que denunció el crimen y la traición intelectual de Heidegger, el gran pensador existencialista que pretendió hacerse de una filosofía trascendental a merced del oportunismo y la mentira de la ideología chata y decadente del Tercer Reich (Bourdieu, 1991; Safranski, 1998); si bien quien haya transitado por las páginas de su gran obra dedicada a Nietzsche (Heidegger, [1965] 1991) habrá reconocido a un Heidegger distante y reticente frente a la ideología fascista y verdaderamente alejado de las bases racistas del partido nazi. Jaspers, por su parte, alemán como Heidegger, en toda su extensión teutona, pero portador de una eticidad y una auto-consciencia trascendental, se sentía obligado a tomar una decisión responsable. Jaspers estaba además casado con una judía, Gertrud Mayer, a quien había conocido en su juventud mientras estudiaba medicina en Heidelberg, y quien transformó la vida de tristeza, desolación, melancolía, auto-consciencia y depresión sufridas por Jaspers en su juventud enfermiza en una de felicidad y regocijo personal para ambos, unión debido a la cual Jaspers no escapó de las listas negras de la Gestapo, impedido de ejercer su profesión desde 1937 y obligado a huir a Suiza, donde encontró refugio durante los miserables años de la Segunda Guerra Mundial. La victoria de los aliados lo salvaría de la deportación el 30 de marzo de 1945, cuando Heidelberg fue liberada por las tropas norteamericanas. Jaspers se trasladaría a enseñar a la Universidad de Basel, Suiza, en la que sentó cátedra su curso de filosofía trascendental, hasta su muerte en 1969. 
 

En su extenso recorrido científico, Jaspers no cejó en su empeño de desacreditar aquellas doctrinas psicoterapéuticas que consideraba místicas y anticientíficas. Sus ataques feroces al psicoanálisis y a todo el corpus freudiano definían el carácter esencialmente científico de su proyección trascendental. Jaspers definía su praxis psiquiátrica en el marco fenomenológico del tratamiento de la conciencia como auto-reflexión del ser del hombre a través de su historia y de su propia condición humana. Jaspers denostaba el conflicto inconsciente que Freud atribuía a la sexualidad infantil reprimida a través de su segunda topología psicologista del Ego, el Superego y el Ello, más exacta en su descripción de la personalidad neurótica que la primera tópica mentalista del inconsciente, el pre-consciente y la consciencia. Jaspers identificaba en la historia de la neurofisiología el polo materialista de Wernicke en sus estudios de las afasias comprensivas, mientras aislaba la reducción subjetivista del propio Freud en su anhelo, primero biologicista y, luego, culturalista, de la neurosis social. De esta manera, Jaspers descalificaba por sus extremismos las posiciones en que estos enfoques se habían ubicado en la historia del pensamiento psiquiátrico de finales del siglo XIX[3].
 

En el ámbito anglo-americano, el extenso volumen de Schilpp sobre Jaspers, ya citado (The Philosophy of Karl Jaspers) y que acaso habría que celebrar hoy también en estas líneas, no sólo reuniría en sus dos ediciones (la primera de 1957, la segunda, más completa y extendida, de 1981) a prominentes especialistas en la obra de Jaspers, entre ellos el cientista social germano Walter Kaufmann, el pensador hermenéutico francés Paul Ricoeur, el experto en idealismo alemán Jean Wahl y la pensadora y politóloga Hannah Arendt, sino que además recogería el debate del propio Jaspers con sus alumnos, sus críticos, sus detractores y sus seguidores compilado en el volumen de la editorial Open Court, referencia esencial de la bibliografía jaspersiana y, más aun, obra magna a la altura de cualquier tratado filosófico del propio Karl Jaspers; de modo que este exhaustivo compendio de debate, referencia e intercambio, colección de filósofos vivientes a cargo del profesor Schilpp, es un corpus coextensivo de la Psicopatología General que se añade a la impronta documental de Karl Jaspers en la saga de los más grandes pensadores del siglo XX.


 

 

Notas

[1] La integración holista seria inclusiva. Con ello ensayo la hipótesis del uso del “modus tollens” (argumento de inferencia negativa particular) en el falsacionismo popperiano como un caso particular del “modus ponens” (argumento de inferencia positiva universal) en la tesis holista de Duhem-Quine. El lógico de Harvard W. V. Quine hace uso del holismo metodológico del físico intuicionista Pierre Duhem como instrumento epistemológico, consolidando así una de las grandes metodologías científicas del siglo XX. A través de este ensayo quiero adelantar la conjetura de una clínica jaspersiana como integración del carácter singular, e incluso negativo como factor desconfirmante de la historia vivida y de la biografía del paciente mental en los términos fenomenológicos de Husserl, el reporte consciente de esa biografía personal. De este modo, su carácter singular animado por la refutación popperiana de los enunciados universales, así como la historia personal del paciente, actuarían como caso particular frente al corpus general de la nosología psiquiátrica y de todo el aparato conceptual de la ciencia psicopatológica. Esta última se consolidaría a través del método holístico que W. V. Quine extrajo de Pierre Duhem aplicando las hipótesis auxiliares necesarias para actualizar el sistema en su totalidad a partir de la refutación de un caso particular. Es así que a través de este ensayo, más allá del homenaje y su divulgación en la implementación futura y la re-actualización de una clínica psiquiátrica jaspersiana (Schilpp, 1981) en los términos de la epistemología evolutiva (Popper) (Schilpp, Hahn & Auxier, 1974) y del empirismo lógico post-positivista (W. V. Quine) (Schilpp & Hahn, 1986) intento estrenar la conjetura que incluiría el falsacionismo popperiano como un caso particular deductivo en al amplio corpus holístico del método de Duhem en W. V. Quine a través de hipótesis auxiliares generadas inductivamente. Una convergencia que se actualizaría a través de una recuperación de la psiquiatría de Karl Jaspers, configurando así la convergencia entre la historia personal del paciente narrada fenomenológicamente desde la intencionalidad de su conciencia y la nosología clínica del aparato global del todo de la ciencia psiquiátrica general. Un ejemplo del caso singular popperiano como refutación del universal afirmativo es patente en Miller. Su presentación de un caso clínico ejemplar, aunque preciso en su modo de sostener la hipótesis conjetural de Popper, adolece, desde la perspectiva de este trabajo, primero, de la verificación holista del inductivismo de W. V. Quine y Pierre Duhem, y, luego, de una integralidad (Encompassing) de la clínica psiquiátrica en la Weltanschauung de Karl Jaspers. 

[2] Ernst Cassirer intentaría aplicar un método de indagación que discurría sobre las categorías a priori en la crítica de Kant sin sucumbir a la ontología. Cassirer se explicaría a partir de una doctrina epistemológica comprometida con un sujeto cognoscente desde las formas simbólicas a priori de la experiencia en la intuición sensible de la estética trascendental kantiana (Schilpp, P. A., 1974). Sus tesis lo llevarían a confrontar la interpretación ontológica de las categorías a priori de la crítica kantiana de Martin Heidegger en el famoso debate de Davos (Friedman, 2000; Gordon, 2010). 

[3] Irónicamente, sería un discípulo heredero del edificio psiquiátrico de Karl Jaspers, el doctor Jacques Lacan, quien restauraría la dimensión inconsciente del corpus freudiano (Lacan, 2005) a la luz del movimiento estructuralista (Dosse, 1998a;1 998b) fundado por Levi-Strauss (Wilcken, 2010) y la vocación lingüística del engranaje saussuriano-jakobsoniano reformulado en los términos de la obra de Émile Benveniste (Roudinesco, 1997). Sorpresivamente, una poderosa “revisitación” en los cimientos mismos del edificio lacaniano, vía Heidegger, se actualiza a fines del siglo XX y principios del XXI en las entrañas mismas del corpus teórico-práctico lacaniano tras una reconfiguración de su obra en los términos post-althusserianos de una praxis política marxista-leninista. Se produce además una re-interpretación más allá de las hermenéuticas de Ricoeur y Gadamer, sin duda alguna, a través de la obra de Slavoj Žižek, con su nuevo alineamiento post-derrideano (rememórese aquí Espectros de Marx), y con el análisis clínico del capitalismo globalizado de la post-modernidad. Žižek, desde su temprana escuela lacaniana de Eslovenia hasta su lectura norteamericana del texto de Lacan en los departamentos de estudios culturales de los campus universitarios de los Estados Unidos, de su praxis, de su clínica teórica, ha reincorporado la relectura de Lacan en la praxis política marxista-leninista y deconstruccionista de la intertextualidad postmoderna en la misma tesitura que Julia Kristeva anunciara en su semiótica de los años sesenta. En la perspectiva que este texto desliza aquí, no se intenta especular más allá de la dimensión existencialista del sentido del hombre, de su biografía, de su historia personal, en conjunción con su causalidad psíquica orientada fenomenológicamente en la filosofía de Karl Jaspers. En este ensayo se discrepa del análisis estructural en cuya sintaxis se aloja para Lacan la dimensión del sinsentido y, desde luego, por una dialéctica enrevesada, la verdad y el sentido inconsciente de la actividad humana, de su praxis subjetiva, de su “goce real” sintomático, en cuyo acto transgresor de “das Ding” Lacan se inspira para sedimentar la enorme construcción de su retorno a Freud en el Seminario VII, dedicado a la verdad  real del “goce” de la que emerge una ética más allá del universo simbólico del hombre. Esta perspectiva ha sido siempre el motor de arranque del diesel zizekiano. Žižek ha retomado siempre el “acto” que erupciona en el “das Ding” lacaniano como expresión fulminante de la deconstrucción del sujeto cartesiano hacia el síntoma real del hombre, desde su goce más íntimo en el diván, “goce” a la vez transgresor y personal, hasta la praxis política más abyecta o anárquica, pero nunca inocua, de su propia vida rasgada en el superyó freudiano. Por su parte, este ensayo subraya que en Jaspers esa verdad se resuelve en la transparencia del Encompassing que hace converger tanto una Efklarung como una Verstehe hacia la trascendentalidad de un Dios filosófico en que la existencia de un Ego intencional encontraría su verdad y su certeza post-cartesiana realizadas en el plano integral de la Weltanschauung.

 

 

Bibliografía

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_____________  History of Structuralism. The Sign Sets, 1967-Present (Volume 2), Minneapolis, University of Minnesota Press, 1998 (1998b).

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